Estados endeudados hasta el cuello
Hoyos en las arcas nacionales
En Aduanas, el pasado regresa con disfraz de futuro
Resulta que el blindaje
económico y financiero presumido por el gobierno calderonista fue de menor espesor que los chalecos utilizados por los policías de la esquina, de tal suerte que como parte de su estrategia
económica para 2010 propone mayor endeudamiento, el cual, en buena medida, se destinaría al pago de deuda para hacer frente, dice, al “shock de las finanzas públicas”.
El gobierno federal endeudado y en pos de mayor débito para pagar la deuda no parece ser el mejor remedio para la crisis ni para superar
el referido shock, pero lo peor del caso es que tal propuesta parece orillar a los mandatarios de las distintas entidades de la República a proceder en igual sentido –la inercia es la madre de todos los vicios–, esto es, a incrementar el de por sí abultado débito de estados y municipios, el cual reporta, al cierre del primer trimestre de este agitadísimo 2009, un saldo cercano a 207 mil millones de pesos, monto 29 por ciento superior con respecto al registrado al cierre de 2006. Y si la revisión se amplía al periodo 1993-2009 (primer trimestre), entonces el aumento es cercano a mil 200 por ciento, lo que de ninguna manera corresponde con la realidad económica de las estados y municipios. ¿Dónde se fue la deuda? ¿A qué se destinó?
En sí, que estados y municipios se endeuden no es una decisión equivocada, siempre y cuando el dinero obtenido se canalice a fines productivos, a generar mayores excedentes, mayor riqueza, mayor empleo, que permitan no sólo dar puntual servicio a la deuda, sino incrementar los haberes en las entidades. Sin embargo, si se compara el crecimiento de dicho débito con los resultados económicos reportados en la mayoría de las entidades de la República, el destino de tales empréstitos parece que no fue el señalado.
De acuerdo con el reporte de la Secretaría de Hacienda, con cifras a marzo pasado se observan casos verdaderamente preocupantes entre 2006 y marzo de 2009, como el registrado por el gobierno de Chiapas, con un incremento en el débito cercano a 700 por ciento (de 881.7 a 7 mil 21.5 millones de pesos). No menos contundente fue el avance reportado por el gobierno de Coahuila en igual lapso (más de 400 por ciento, de 420 millones a 2 mil 167 millones) o el de Aguascalientes (150 por ciento, de 958.4 millones a 2 mil 360.5 millones de pesos).
No son los únicos, desde luego, especialmente cuando se documenta que cuatro entidades concentran más de 50 por ciento del débito total de estados y municipios: Distrito Federal, estado de México, Nuevo León y Jalisco, con 45 mil 380.5, 33 mil 136, 18 mil y 12 mil 586 millones de pesos, respectivamente, para sumar poco más de 109 mil millones. Aun así, siendo las entidades con mayor peso en el producto interno bruto del país, se dan casos distintos: de 2006 a marzo de 2009, el débito del Distrito Federal reporta un aumento de 2.93 por ciento; el del estado de México, de 3.6; el de Nuevo León, de 7.78, y el de Jalisco, de 42.5 por ciento (tal vez por olas de generosas limosnas
que con recursos públicos un día sí, y el otro también, canaliza el góber piadoso a la Iglesia católica de aquella entidad).
Michoacán no canta mal los corridos, y en el periodo de referencia su deuda se incrementó 140 por ciento, mientras la correspondiente a Nayarit lo hizo en 237 por ciento. El gobierno de Oaxaca multiplicó por tres el saldo de su débito, hasta llevarlo a 4 mil 521 millones de pesos al cierre de marzo pasado, mientras el góber precioso de Puebla lo duplicó, para cerrar el tercer mes de 2009 en casi 6 mil 400 millones. Otro góber que de milagro no fue corrido por los habitantes de su entidad, pero que está a punto de irse, Eduardo Bours, tuvo a bien aumentar la deuda de los sonorenses en 82 por ciento y elevarla a 11 mil 348 millones de pesos. El de Tabasco tampoco lo hizo mal: a los habitantes de ese estado del sur de la República les incrementó en 220 por ciento el débito, mientras el de Veracruz lo hizo en casi 70 por ciento.
Felizmente, los gobernadores tarde que temprano se retiran y dejan el hueso (en ocasiones para agarrarse de otro mayor), pero el débito se queda y quienes lo pagan son los habitantes de uno u otro estado. Lo mismo sucede con la deuda federal: les guste o no, a los seis años deben hacer maletas (o huelgas de hambre
, según sea el caso) y desde su privacidad gozar de la enorme popularidad que construyeron a lo largo de su sexenio, pero son los habitantes de esta heroica nación los que pagan los dineros, y lo hacen sin recibir los supuestos beneficios que acarrearía el endeudamiento, masivo en algunos casos, prometidos por sus gobernantes
.
A la Federación se le desplomó el ingreso; las arcas nacionales reportan hoyos por aquí, por allá y acullá; no hay con qué pagar ni con qué salpicar a las haciendas estatales y municipales, las mismas que dependen de forma creciente de ese tipo de recursos, que suelen destinar a tapar los agujeros de la deuda local. Si la Federación carece de recursos y, por ende, también los estados y municipios, con qué pagarán sus voluminosas cuan respectivas deudas. La propuesta calderonista es que se haga por medio de mayor endeudamiento, mismo que tarde que temprano reportará angustias para su pago, de tal suerte que se endeudarán más para lo mismo, en lugar de enfocar baterías y dinero en sacar al país del hoyo económico y para que la maquinaria –si bien no la mejor, la única– comience a generar riqueza.
Todo lo anterior se veía venir desde muchos meses atrás, pero en lugar de tomar las medidas conducentes, de atacar el problema de raíz, el gobierno federal y su coro de gobernadores estatales nos presumían, un día sí y el otro también, que las finanzas públicas estaban blindadas
, que la crisis era externa
y que aquí nos hacía los mandados. Dice el secretario de Hacienda que el futuro nos alcanzó
; en realidad, el pasado nos apercolló y no nos suelta; llevamos 30 años amarraditos a él y el país no ha hecho otra cosa que dar vueltas a la no- ria. Ojalá hubiera sido el futuro.
Las rebanadas del pastel
No hace mucho sonaban los bombos y platillos, porque el saneamiento
de las aduanas del país permitirá un sostenido avance
, con procesos más nítidos y registros más transparentes
. Pues bien, el domingo se hizo el corte de caja: “todos los agentes de Inspección Fiscal y Aduanera y de Operación Aduanera de las 49 garitas en el país fueron cesados por la Dirección General de Aduanas, en un operativo que contó con la participación del Ejército Mexicano. Antes de ser dados de baja, los inspectores fueron desarmados por los militares y fichados”. Bienvenido el pasado, con disfraz de futuro.
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