Golpe de Estado en Sudáfrica
Eso es lo que sucedió ayer en el partido entre España, la megafavorita de los apostadores, y Suiza. La cura de humildad recetada por los civilizados alpinos pone el futuro de los hispanos en la unidad de cuidados intensivos. Si quieren depender de ellos mismos deberán vencer a Honduras y a Chile. Y después de lo sucedido hoy sus rivales ya saben cómo jugar a los detentadores del jogo bonito que acunaron los brasileños: poner una pared en la raya del área grande, ahogar a los centrocampistas y esperar que suene la flauta de Hamelin. Así hicieron la faena los suizos, finos y precisos como los relojes que fabrican.
Fue un golpe de Estado en toda regla, el recordatorio de que la belleza del futbol descansa en que es capaz de hacer de la lógica añicos. Los helvéticos llegaron con peligro no más de cuatro veces a la portería de Iker Casillas, cuyos compañeros de campo se hartaron de tener el balón, de moverlo por cada rincón de la cuidada cancha. Bastó un parpadeo colectivo para que la vitola de favorita quedara hecha pedazos.
No es que los elegidos por el entrenador de la furia roja, Vicente del Bosque, salieran al césped sabiéndose ganadores. Lejos de eso, apretaron desde el primer minuto y empujaron a los suizos hasta la última línea defensiva, que al final se convirtió en una suerte de línea Maginot, la famosa defensa escalonada que diseñó Francia después de la Primera Guerra Mundial. Claro, la línea Maginot no impidió que Alemania derrotara a Francia en los inicios de la segunda conflagración mundial.
Equipo sin brillo pero compacto y disciplinado hasta la exageración, Suiza aburrió a los virtuosos de la roja, cuyo tiqui taca tiqui taca se ahogó cada vez que llegaban a la línea de definición. El problema de los españoles es que no se salen de su guión, tal vez para bien del futbol. Ya no apelan a la épica, aquella que les dio el sobrenombre de furia roja. Ahora juegan realmente bonito, con el balón siempre a ras del piso, moviéndolo de un lado a otro. Es el estilo del Barcelona con las gotas personales de un sabio del futbol como Del Bosque.
Tal vez por eso Brasil, de la mano de un obrero del balompié como Dunga, trocó el jogo bonito que embelesó a los futboleros de todo el mundo por un juego más europeo: defensa férrea, medio campo poblado y contenedor, y dos puntas que, por su habilidad, rompen un partido en un abrir y cerrar de ojos. Poco importa a los brasileños que su equipo no brille como antaño. Ellos quieren ganar como sea y Dunga promete eso con sangre, sudor y lágrimas.
Al igual que sucede con México, los españoles tendrán ahora el factor nervios amenazando sus piernas cual espada de Damocles. Ganar a Honduras, sobre el papel, luce tarea de coser y cantar, pero ese era el escenario previo al choque contra Suiza. Y ganar a los chilenos es otro cuento. Marcelo Bielsa, otro genio de los banquillos, le ha dado al equipo rojo una cohesión y disciplina envidiables. Cierto es que los españoles saldrán a morir con los botines puestos, pero ese factor no gana por sí mismo un juego.
Para ser equipo grande es necesario saber jugar contra 11 rivales y contra los imponderables.
Y ése es también el problema del Tri, cuyo futuro es este jueves y se llama Francia. Las informaciones que llegan de Sudáfrica, país que tuvimos el privilegio de visitar durante una apretada semana, hablan de que Javier Aguirre haría una modificación en la línea defensiva dando entrada a Moreno como segundo central, para reubicar a Márquez en el centro del campo en detrimento de Aguilar.
Al parecer no haría modificaciones en la delantera, su talón de Aquiles ante la débil anfitriona del Mundial. Ojalá no sea cierta esa información porque prescindir de jugadores como Guardado y Chicharito equivale a pegarse un tiro en el pie. Y la experiencia ante Sudáfrica así lo demostró.
No pasar a la siguiente fase sería una tragedia, no sólo para el duopolio televisivo –que además tendrá tiempo para reponerse de las pérdidas–, sino sobre todo para la multitudinaria afición mexicana. Estos días que vivimos en Johannesburgo daba gusto ver la prensa escrita. No despreciaban la información política y social, la nota roja, pero primaba el espíritu festivo. En un país muy violento los diarios se esfuerzan por dar en sus portadas menos sangre y más fiesta. Es un mes de Mundial, es un mes de tregua.
Esa afición, como casi todo el país, vive hoy en un estado de zozobra permanente. El futbol, llamado por los fundamentalistas de salón opio del pueblo, no deja de ser una esperanza pasajera para millones de mexicanos. La eliminación del Tri sería un mazazo más sobre una sociedad que cada vez tiene menos que festejar.
A esta plumilla no le haría feliz que México saliera tan pronto de Sudáfrica, Cuanto más lejos llegue, mejor. A pesar de la cabezonería del Vasco Aguirre.
De homenajes
El pasado lunes el alcalde de Johannesburgo, Khabisi Mosvnkuto, rindió un sorpresivo reconocimiento a los ex futbolistas mexicanos Luis Hernández y Manuel Negrete, presentes como espectadores en la cita mundial sudafricana invitados por el Grupo Maseca (Gruma). Negrete y el Matador no salían de su asombro cuando los directivos de la multinacional mexicana, que preside Roberto González Barrera, les avisaron del acto. Resulta que Mosvnkuto es un apasionado del futbol y además seguidor del latinoamericano.
Cuando se enteró de la presencia de los dos ex seleccionados mexicanos se puso en contacto con la delegación de Gruma, que durante la Copa del Mundo realiza un intenso trabajo de mercadotecnia –su directora mundial Silvia Hernández está presente en Johannesburgo– para colocar su línea de producción en ese inmenso país de 49 millones de habitantes, a fin de que los ex jugadores aceptaran el homenaje.
De modo que en la mañana del lunes Hernández y Negrete recibieron su reconocimiento, que ya antes se lo expresaron centenares de fanáticos mexicanos que los encontraron en las gradas del Soccer City, el día del juego inaugural.
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