Desplazados por la violencia
gabriela hernández
Laredo, Texas., 26 de mayo (apro).- Mauro siente cada mañana impotencia y rabia cuando tiene que cruzar el Puente Internacional Lincoln-Juárez, para trabajar en Nuevo Laredo, de donde es originario y donde pensaba vivir el resto de su vida.
Pero como muchos otros habitantes de esa ciudad tamaulipeca, Mauro, administrador de empresas, decidió hace un año traerse a su familia a “este lado” del Río Bravo, para ponerla a salvo de la violencia generada por las bandas del narcotráfico, que en esta frontera es algo de todos los días.
De hecho, en los últimos seis años, cientos de familias de Tamaulipas, en especial de Nuevo Laredo, han huido de esa ciudad para “refugiarse” en poblaciones de la frontera texana.
No hay datos precisos aún, pero se cuentan por cientos las familias pudientes que han decidido cambiar su residencia a esta ciudad. La mayoría de ellas se han establecido en un sector, conocido como el “Little Madero” o “Maderito”.
A últimas fechas, la violencia en Nuevo Laredo ha “desplazado” también a familias de escasos recursos esta ciudad fronteriza de Estados Unidos. Sin dinero para adquirir una casa, buena parte de esas `personas se han concentrado en los suburbios de los condados texanos, como Zapata, El Cenizo, Roma y Río Grande, entre otros.
El Consejo Estatal de Población de Tamaulipas no cuenta con estadísticas que permitan tener una perspectiva de este fenómeno migratorio, provocado por la violencia.
Lo único cierto es que cada vez es más notorio el despoblamiento de algunos sectores urbanos de Nuevo Laredo, como la colonia Madero. Decenas de residencias han sido puestas en venta por sus propietarios con precios 20% inferiores de su valor real, dice Oscar Chapa González, presidente de la Asociación de Inmobiliarias de Nuevo Laredo.
Mauro dice ante el clima de violencia que priva en Nuevo Laredo muchas familias decidieron abandonar sus raíces y establecer su residencia en Texas. “
Cuenta que algunas familias compraron casa, otras rentaron y, las menos, buscaron asilo con familiares y que ahora radican de manera ilegal en Estados Unidos, con todos los riesgos que eso implica.
Ahora, los “levantones”…
Mauro narra su propia historia: “Desde niño me dijeron que, si hacía lo correcto, me iba a ir bien en la vida… Estudié la carrera de Administración de Empresas y tengo una maestría. Hice lo que me habían dicho que era lo correcto, pero con tristeza me di cuenta que estábamos indefensos ante un puñado de delincuentes. Después de muchos años de no dormir y sentirme impotente, y ante los riegos que corría mi familia y yo, en lo personal, entendí que era imposible seguir viviendo en Nuevo Laredo”.
Añade que sus amigos ya habían huido prácticamente de Nuevo Laredo. “A mi me costó mucho tomar la decisión, debido a que yo nací en Nuevo Laredo y tengo arraigos muy importantes ahí”.
Explica que, hace ocho años, los habitantes de Nuevo Laredo convivían normalmente con familias involucradas en el tráfico de drogas. Sin embargo, subraya que con la llegada de Los Zetas todo cambió. Sostiene que los sicarios del cártel del Golfo “se ensañaron contra las familias de la clase alta y media alta” de Nuevo Laredo.
Prosigue:
“Antes se metían a las casas para robar, asaltaban a las mujeres o robaban coches amenazando a la gente con armas de armas de fuego. Luego vinieron los `levantones`, los secuestros… Lo peor fue cuando los grupos delictivos robaban casa por casa en la colonia Madero, donde radican los ricos de Nuevo Laredo. Uno no podía dormir tranquilo pensando que, en cualquier momento, podían entrar a la casa”.
Mauro agrega que lo que lo empujó a tomar la decisión de dejar Nuevo Laredo fue cuando se enteró de que el hijo de un amigo suyo, que habían matado meses antes, fue secuestrado.
“Eso fue lo que me llevó a irme a un país que no es el mío, sin papeles, a endrogarme con una casa que tengo que pagar durante 30 años, y a empezar a cambiar mis hábitos de vida. Vendí lo que tenía en Nuevo Laredo. Además, me ha costado trabajo acostumbrarme a la vida en Estados Unidos”, señala.
Añade que lo más difícil para las familias que viven ahora en ciudades texanas, es el alto costo de la vida. “Ellos tienen una mentalidad muy abierta hacia las drogas y el sexo. Muchos tamaulipecos dicen que ya no aguantan; que mejor se van a regresar, aunque los maten… Además, no creo que las cosas vayan a cambar en Nuevo Laredo”.
“!Ya vámonos...!”
Igual que Mauro, Carlos cruza la frontera todos los días para trabajar en Nuevo Laredo.
“Desde hace años, mi familia y yo teníamos planes de vivir algún día en Estados Unidos, pero la violencia en Nuevo Laredo adelantó esos planes. Pensábamos que lo ideal era trabajar en Estados Unidos y vivir en Nuevo Laredo. Nos gustaba la manera de vivir aquí, la convivencia, la gente y todo eso y, además, ganar dólares y gastar en pesos”, dice.
Sin embargo, dice que, como la mayoría de los habitantes de Nuevo Laredo, él empezó a vivir en carne propia los embates de la delincuencia organizada contra la población.
Cuenta que en 2001varios sujetos armados le robaron su camioneta, una pick up del año. Posteriormente, dice, uno de sus amigos, compañero de trabajo, fue ejecutado.
“Pero lo que impactó más a mi familia y a mi fue lo ocurrido una madrugada, cuando ya estábamos dormidos. Cerca de la casa, hubo una balacera, en la que una patrulla quedó totalmente destruida. A raíz de ese incidente, mi hija casi no podía dormir y nosotros quedamos tan atemorizados que no la dejábamos salir ni siquiera a jugar en el patio de la casa”, señala.
Carlos confiesa que al darse cuenta del impacto emocional que arrastraban acudieron con una psicóloga, quien les hizo ver que la niña sólo reflejaba el temor que ellos mismos le transmitían.
Explica:
“Fue entonces cuando empezamos a analizar la posibilidad de irnos a vivir al otro lado. Pero aun así lo pensábamos, porque era volver a empezar de nuevo: a comprar una casa, adquirir de un crédito a 30 años, cuando en Nuevo Laredo ya teníamos deudas”.
Indica que la situación se agravó cuando se empezaron a presentar los asaltos casa por casa en la Colonia Madero, donde él vivía, y dijo a su familia: ¡Ya vámonos; ¿qué hacemos aquí?”.
Carlos y su familia tienen ya dos años de vivir y trabajar en Laredo.
“Ahora, sólo soy yo el que toma el riesgo de cruzar todos los días a Nuevo Laredo. Ya estoy tranquilo al saber que mi esposa y mis dos hijos están allá, donde también puede haber peligro, pero menos que acá. Muchos tamaulipecos comentan que están temporalmente en Texas, con la esperanza de que se solucione el problema y regresar a Nuevo Laredo”, dice.
“Pero ya son tantos tamaulipecos que la colonia donde vivimos la llaman `Little Madero`. Un 50% de las personas que viven ahí son las que salieron huyendo de la violencia en Nuevo Laredo. Incluso, hace poco hicieron una fiesta en la que nos reunimos todos, y la llamaron `la fiesta de los refugiados`”
Otro caso es el de Mirna. Ella perdió a su marido hace tres años, lo asesinaron frente a ella.
Después de ese incidente, Mirna decisión abandonar Nuevo Laredo. Sin documentos migratorios y sin recursos para rentar un departamento, cruzó la frontera y actualmente vive de “arrimada” con una amiga en un maltrecho trailer house, en la colonia Zapata, Texas.
“Desde entonces paso apuros algunos días y otros no”, dice la mujer que dejó a su hija en Nuevo Laredo, al cuidado de una tía.
Menciona: “Muchas personas han llegado aquí igual que yo: a pasar apuros, a vivir como si estuviéramos en una colonia marginada de Nuevo Laredo, pero lo que buscamos en ponernos a salvo porque en Nuevo Laredo las cosas si están difíciles”.
Mirna vive al día. Trabaja limpiando casas, una labor que, dice, cada vez es más difícil, debido a que el departamento de Migración de Estados Unidos realiza campañas para detectar a los ilegales.
Monday, May 26, 2008
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