Reflexiones del compañero Fidel
No sería honesto de mi parte guardar silencio después del discurso de Obama la tarde del 23 de mayo ante la Fundación Cubano-Americana, creada por Ronald Reagan. Lo escuché, como hice con el de McCain y el de Bush. No guardo rencor hacia su persona, porque no ha sido responsable de los crímenes cometidos contra Cuba y la humanidad. Si lo defendiera, les haría un enorme favor a sus adversarios. No temo por ello criticarlo y expresar con franqueza mis puntos de vista sobre sus palabras.
¿Qué afirmó?
"A través de mi vida ha habido injusticia y represión en Cuba, y nunca durante mi vida el pueblo ha conocido la verdadera libertad, nunca en la vida de dos generaciones ha conocido el pueblo de Cuba una democracia¼ no hemos visto elecciones durante 50 años¼ Nosotros no vamos a soportar estas injusticias, juntos vamos a buscar la libertad para Cuba," les expresa a los anexionistas y continúa: "Esa es mi palabra. Ese es mi compromiso. ¼ es hora de que el dinero estadounidense haga que el pueblo cubano sea menos dependiente del régimen de Castro. Voy a mantener el embargo¼ "
El contenido de las palabras de este fuerte candidato a la Presidencia de Estados Unidos, me exonera de la necesidad de explicar el porqué de esta reflexión.
El propio José Hernández, uno de los directivos de la Fundación Cubano-Americana al que Obama elogia en su discurso, era el propietario del fusil automático de calibre 50, mirilla telescópica y rayos infrarrojos capturado por casualidad junto a otras mortíferas armas, durante su transportación por mar hacia Venezuela, donde la Fundación proyectó asesinar al que esto escribe en una reunión internacional que tuvo lugar en Margarita, estado venezolano de Nueva Esparta.
El grupo de Pepe Hernández deseaba volver al pacto con Clinton, a quien el clan de Mas Canosa traicionó, ofreciéndole mediante fraude la victoria a Bush en el 2000 porque había prometido asesinar a Castro, algo que todos aceptaron gustosos. Son rejuegos políticos propios del sistema decadente y contradictorio de Estados Unidos.
El discurso del candidato Obama se puede traducir en una fórmula de hambre para la nación, las remesas como limosnas, y las visitas a Cuba en propaganda para el consumismo y el modo de vida insostenible que lo sustenta.
¿Cómo va a enfrentar el gravísimo problema de la crisis alimentaria? Los granos hay que distribuirlos entre los seres humanos, los animales domésticos y los peces, que de año en año son cada vez más pequeños y más escasos en los mares sobreexplotados por los grandes arrastreros a los que ningún organismo internacional fue capaz de frenar. No es fácil producir carne a partir del gas y el petróleo. El propio Obama sobreestima las posibilidades de la tecnología en la lucha contra el cambio climático, aunque está más consciente que Bush de los riesgos y del escaso tiempo disponible. Podría asesorarse con Gore, que es también demócrata y dejó de ser candidato, porque conoce bien el ritmo acelerado en que se incrementa el calentamiento. Su cercano rival político aunque no aspirante, Bill Clinton, experto en leyes extraterritoriales como la Helms-Burton y la Torricelli, puede asesorarlo en un tema como el bloqueo, que prometió erradicar y nunca cumplió.
¿Cómo se expresó en su discurso de Miami el que sin duda es, desde el punto de vista social y humano, el más avanzado candidato a la postulación presidencial en Estados Unidos? "Durante 200 años" —dijo— "Estados Unidos ha dejado en claro que no vamos a soportar la intervención en nuestro hemisferio, sin embargo debemos ver que hay una intervención importante, el hambre, la enfermedad, la desesperación. Desde Haití hasta Perú podemos hacer algo mejor las cosas y debemos hacerlo, no podemos aceptar la globalización de los estómagos vacíos¼ " ¡Magnífica definición de la globalización imperialista: la de los estómagos vacíos! Debemos agradecérselo; pero hace 200 años Bolívar luchó por la unidad de América Latina y hace más de 100 años Martí dio su vida combatiendo contra la anexión de Cuba a Estados Unidos. ¿Dónde están las diferencias entre lo que proclamó Monroe y lo que dos siglos después proclama y reivindica Obama en su discurso?
"Tendremos un enviado especial de la Casa Blanca, como lo hizo Bill Clinton" —expresó casi al concluir— "¼ vamos a ampliar el Cuerpo de Paz y les vamos a pedir a más jóvenes que hagan que nuestros vínculos con las gentes se hagan más fuertes y quizás más importantes. Podemos forjar el futuro, y no dejar que el futuro nos forje a nosotros." Es una bella frase, porque admite la idea, o al menos el temor, de que la historia hace a los personajes y no al revés.
Los Estados Unidos de hoy no tienen nada que ver con la declaración de principios de Filadelfia formulada por las 13 colonias que se rebelaron contra el colonialismo inglés. Hoy constituyen un gigantesco imperio, que no pasaba en aquel momento por la mente de sus fundadores. Nada cambió sin embargo para los indios y los esclavos. Los primeros fueron exterminados a medida que la nación se extendía; los segundos continuaron siendo objeto de subastas en los mercados —hombres, mujeres y niños— durante casi un siglo, a pesar de que "todos los hombres nacen libres e iguales", como afirma la declaración. Las condiciones objetivas en el planeta favorecieron el desarrollo de ese sistema.
Obama en su discurso atribuye a la Revolución Cubana un carácter antidemocrático y carente de respeto a la libertad y los derechos humanos. Es exactamente el argumento que, casi sin excepción, utilizaron las administraciones de Estados Unidos para justificar sus crímenes contra nuestra patria. El bloqueo mismo, por sí solo, es genocida. No deseo que los niños norteamericanos se eduquen en esa bochornosa ética.
La revolución armada en nuestro país no habría sido tal vez necesaria sin la intervención militar, la Enmienda Platt y el coloniaje económico que esta trajo a la isla.
La Revolución fue producto del dominio imperial. No se nos puede acusar de haberla impuesto. Los cambios verdaderos pudieron y debieron originarse en Estados Unidos. Sus propios obreros, hace más de un siglo, lanzaron la demanda de las ocho horas, hija de la productividad del trabajo.
Lo primero que los líderes de la Revolución Cubana aprendimos de Martí fue creer y actuar en nombre de una organización fundada para llevar a cabo una revolución. Siempre dispusimos de facultades previas y, una vez institucionalizada, fuimos elegidos con la participación de más del 90 por ciento de los electores, como es ya costumbre en Cuba, y no la ridícula participación que muchas veces, como en Estados Unidos, no llega al 50 por ciento de los electores. Ningún otro país pequeño y bloqueado como el nuestro habría sido capaz de resistir tanto tiempo, a base de ambición, vanidad, engaño o abusos de autoridad, un poder como el de su vecino. Afirmarlo constituye un insulto a la inteligencia de nuestro heroico pueblo.
No cuestiono la aguda inteligencia de Obama, su capacidad polémica y su espíritu de trabajo. Domina las técnicas de comunicación y está por encima de sus rivales en la competencia electoral. Observo con simpatía a su esposa y sus niñas, que lo acompañan y animan todos los martes; es sin duda un cuadro humano agradable. No obstante, me veo obligado a varias delicadas preguntas, aunque no pretendo respuestas, únicamente consignarlas.
1º ¿Es correcto que el Presidente de Estados Unidos ordene el asesinato de cualquier persona en el mundo, sea cual fuere el pretexto?
2º ¿Es ético que el Presidente de Estados Unidos ordene torturar a otros seres humanos?
3º ¿Es el terrorismo de estado un instrumento que debe utilizar un país tan poderoso como Estados Unidos para que exista la paz en el planeta?
4º ¿Es buena y honorable una Ley de Ajuste que se aplica como castigo a un solo país, Cuba, para desestabilizarlo, aunque cueste la vida a niños y madres inocentes? Si es buena, ¿por qué no se aplica el derecho automático de residencia a los haitianos, dominicanos y demás países del Caribe, y se hace lo mismo con los mexicanos, centroamericanos y suramericanos, que mueren como moscas en el muro de la frontera mexicana o en aguas del Atlántico y el Pacífico?
5º ¿Puede Estados Unidos prescindir de los inmigrantes, que cultivan vegetales, frutas, almendras y otras exquisiteces para los norteamericanos? ¿Quién barrería sus calles, prestaría servicios domésticos y realizarían los peores y menos remunerados trabajos?
6º ¿Son justas las redadas de indocumentados que afectan incluso a niños nacidos en Estados Unidos?
7º ¿Es moral y justificable el robo de cerebros y la continua extracción de las mejores inteligencias científicas e intelectuales de los países pobres?
8º Usted afirma, como recordé al inicio de esta reflexión, que su país advirtió hace tiempo a las potencias europeas que no admitiría intervenciones en el hemisferio, y a la vez reitera la demanda de ese derecho, reclamando al mismo tiempo el de intervenir en cualquier parte del mundo con el apoyo de cientos de bases militares, fuerzas navales, aéreas y espaciales distribuidas en el planeta. Le pregunto, ¿es esa la forma en que Estados Unidos expresa su respeto por la libertad, la democracia y los derechos humanos?
9º ¿Es justo atacar sorpresiva y preventivamente sesenta o más oscuros rincones del mundo, como los llama Bush, sea cual fuere el pretexto?
10º ¿Es honorable y cuerdo invertir millones de millones de dólares en el complejo militar industrial para producir armas que pueden liquidar varias veces la vida en la Tierra?
Usted debiera conocer, antes de juzgar a nuestro país, que Cuba, con sus programas de educación, salud, deportes, cultura y ciencias, aplicados no sólo en su propio territorio sino también en otros países pobres del mundo, y la sangre derramada en solidaridad con otros pueblos, a pesar del bloqueo económico y financiero y las agresiones de su poderoso país, constituye una prueba de que puede hacerse mucho con muy poco. Ni a nuestra mejor aliada, la URSS, le fue permitido trazar nuestro destino.
Para cooperar con otros países, Estados Unidos sólo puede enviar profesionales vinculados a la disciplina militar. No puede hacerlo de otra forma, porque carece de personal en número suficiente dispuesto a sacrificarse por otros y ofrecer apoyo significativo a un país con dificultades, aunque en Cuba hemos conocido y han cooperado con nosotros excelentes médicos norteamericanos. Ellos no tienen la culpa porque la sociedad no los educa masivamente en ese espíritu.
La cooperación de nuestro país nunca la hemos subordinado a requisitos ideológicos. Se la ofrecimos a Estados Unidos cuando el Katrina golpeó duramente la ciudad de Nueva Orleans. Nuestra brigada médica internacionalista lleva el nombre glorioso de Henry Reeve, un joven nacido en ese país que luchó y murió por la soberanía de Cuba en la primera guerra por nuestra independencia.
Nuestra Revolución puede convocar a decenas de miles de médicos y técnicos de la salud. Puede convocar de forma igualmente masiva a maestros y ciudadanos dispuestos a marchar a cualquier rincón del mundo, para cualquier noble propósito. No para usurpar derechos ni conquistar materias primas.
En la buena voluntad y disposición de las personas hay infinitos recursos que no se guardan ni caben en las bóvedas de un banco. No emanan de la política cínica de un imperio.
¿Qué afirmó?
"A través de mi vida ha habido injusticia y represión en Cuba, y nunca durante mi vida el pueblo ha conocido la verdadera libertad, nunca en la vida de dos generaciones ha conocido el pueblo de Cuba una democracia¼ no hemos visto elecciones durante 50 años¼ Nosotros no vamos a soportar estas injusticias, juntos vamos a buscar la libertad para Cuba," les expresa a los anexionistas y continúa: "Esa es mi palabra. Ese es mi compromiso. ¼ es hora de que el dinero estadounidense haga que el pueblo cubano sea menos dependiente del régimen de Castro. Voy a mantener el embargo¼ "
El contenido de las palabras de este fuerte candidato a la Presidencia de Estados Unidos, me exonera de la necesidad de explicar el porqué de esta reflexión.
El propio José Hernández, uno de los directivos de la Fundación Cubano-Americana al que Obama elogia en su discurso, era el propietario del fusil automático de calibre 50, mirilla telescópica y rayos infrarrojos capturado por casualidad junto a otras mortíferas armas, durante su transportación por mar hacia Venezuela, donde la Fundación proyectó asesinar al que esto escribe en una reunión internacional que tuvo lugar en Margarita, estado venezolano de Nueva Esparta.
El grupo de Pepe Hernández deseaba volver al pacto con Clinton, a quien el clan de Mas Canosa traicionó, ofreciéndole mediante fraude la victoria a Bush en el 2000 porque había prometido asesinar a Castro, algo que todos aceptaron gustosos. Son rejuegos políticos propios del sistema decadente y contradictorio de Estados Unidos.
El discurso del candidato Obama se puede traducir en una fórmula de hambre para la nación, las remesas como limosnas, y las visitas a Cuba en propaganda para el consumismo y el modo de vida insostenible que lo sustenta.
¿Cómo va a enfrentar el gravísimo problema de la crisis alimentaria? Los granos hay que distribuirlos entre los seres humanos, los animales domésticos y los peces, que de año en año son cada vez más pequeños y más escasos en los mares sobreexplotados por los grandes arrastreros a los que ningún organismo internacional fue capaz de frenar. No es fácil producir carne a partir del gas y el petróleo. El propio Obama sobreestima las posibilidades de la tecnología en la lucha contra el cambio climático, aunque está más consciente que Bush de los riesgos y del escaso tiempo disponible. Podría asesorarse con Gore, que es también demócrata y dejó de ser candidato, porque conoce bien el ritmo acelerado en que se incrementa el calentamiento. Su cercano rival político aunque no aspirante, Bill Clinton, experto en leyes extraterritoriales como la Helms-Burton y la Torricelli, puede asesorarlo en un tema como el bloqueo, que prometió erradicar y nunca cumplió.
¿Cómo se expresó en su discurso de Miami el que sin duda es, desde el punto de vista social y humano, el más avanzado candidato a la postulación presidencial en Estados Unidos? "Durante 200 años" —dijo— "Estados Unidos ha dejado en claro que no vamos a soportar la intervención en nuestro hemisferio, sin embargo debemos ver que hay una intervención importante, el hambre, la enfermedad, la desesperación. Desde Haití hasta Perú podemos hacer algo mejor las cosas y debemos hacerlo, no podemos aceptar la globalización de los estómagos vacíos¼ " ¡Magnífica definición de la globalización imperialista: la de los estómagos vacíos! Debemos agradecérselo; pero hace 200 años Bolívar luchó por la unidad de América Latina y hace más de 100 años Martí dio su vida combatiendo contra la anexión de Cuba a Estados Unidos. ¿Dónde están las diferencias entre lo que proclamó Monroe y lo que dos siglos después proclama y reivindica Obama en su discurso?
"Tendremos un enviado especial de la Casa Blanca, como lo hizo Bill Clinton" —expresó casi al concluir— "¼ vamos a ampliar el Cuerpo de Paz y les vamos a pedir a más jóvenes que hagan que nuestros vínculos con las gentes se hagan más fuertes y quizás más importantes. Podemos forjar el futuro, y no dejar que el futuro nos forje a nosotros." Es una bella frase, porque admite la idea, o al menos el temor, de que la historia hace a los personajes y no al revés.
Los Estados Unidos de hoy no tienen nada que ver con la declaración de principios de Filadelfia formulada por las 13 colonias que se rebelaron contra el colonialismo inglés. Hoy constituyen un gigantesco imperio, que no pasaba en aquel momento por la mente de sus fundadores. Nada cambió sin embargo para los indios y los esclavos. Los primeros fueron exterminados a medida que la nación se extendía; los segundos continuaron siendo objeto de subastas en los mercados —hombres, mujeres y niños— durante casi un siglo, a pesar de que "todos los hombres nacen libres e iguales", como afirma la declaración. Las condiciones objetivas en el planeta favorecieron el desarrollo de ese sistema.
Obama en su discurso atribuye a la Revolución Cubana un carácter antidemocrático y carente de respeto a la libertad y los derechos humanos. Es exactamente el argumento que, casi sin excepción, utilizaron las administraciones de Estados Unidos para justificar sus crímenes contra nuestra patria. El bloqueo mismo, por sí solo, es genocida. No deseo que los niños norteamericanos se eduquen en esa bochornosa ética.
La revolución armada en nuestro país no habría sido tal vez necesaria sin la intervención militar, la Enmienda Platt y el coloniaje económico que esta trajo a la isla.
La Revolución fue producto del dominio imperial. No se nos puede acusar de haberla impuesto. Los cambios verdaderos pudieron y debieron originarse en Estados Unidos. Sus propios obreros, hace más de un siglo, lanzaron la demanda de las ocho horas, hija de la productividad del trabajo.
Lo primero que los líderes de la Revolución Cubana aprendimos de Martí fue creer y actuar en nombre de una organización fundada para llevar a cabo una revolución. Siempre dispusimos de facultades previas y, una vez institucionalizada, fuimos elegidos con la participación de más del 90 por ciento de los electores, como es ya costumbre en Cuba, y no la ridícula participación que muchas veces, como en Estados Unidos, no llega al 50 por ciento de los electores. Ningún otro país pequeño y bloqueado como el nuestro habría sido capaz de resistir tanto tiempo, a base de ambición, vanidad, engaño o abusos de autoridad, un poder como el de su vecino. Afirmarlo constituye un insulto a la inteligencia de nuestro heroico pueblo.
No cuestiono la aguda inteligencia de Obama, su capacidad polémica y su espíritu de trabajo. Domina las técnicas de comunicación y está por encima de sus rivales en la competencia electoral. Observo con simpatía a su esposa y sus niñas, que lo acompañan y animan todos los martes; es sin duda un cuadro humano agradable. No obstante, me veo obligado a varias delicadas preguntas, aunque no pretendo respuestas, únicamente consignarlas.
1º ¿Es correcto que el Presidente de Estados Unidos ordene el asesinato de cualquier persona en el mundo, sea cual fuere el pretexto?
2º ¿Es ético que el Presidente de Estados Unidos ordene torturar a otros seres humanos?
3º ¿Es el terrorismo de estado un instrumento que debe utilizar un país tan poderoso como Estados Unidos para que exista la paz en el planeta?
4º ¿Es buena y honorable una Ley de Ajuste que se aplica como castigo a un solo país, Cuba, para desestabilizarlo, aunque cueste la vida a niños y madres inocentes? Si es buena, ¿por qué no se aplica el derecho automático de residencia a los haitianos, dominicanos y demás países del Caribe, y se hace lo mismo con los mexicanos, centroamericanos y suramericanos, que mueren como moscas en el muro de la frontera mexicana o en aguas del Atlántico y el Pacífico?
5º ¿Puede Estados Unidos prescindir de los inmigrantes, que cultivan vegetales, frutas, almendras y otras exquisiteces para los norteamericanos? ¿Quién barrería sus calles, prestaría servicios domésticos y realizarían los peores y menos remunerados trabajos?
6º ¿Son justas las redadas de indocumentados que afectan incluso a niños nacidos en Estados Unidos?
7º ¿Es moral y justificable el robo de cerebros y la continua extracción de las mejores inteligencias científicas e intelectuales de los países pobres?
8º Usted afirma, como recordé al inicio de esta reflexión, que su país advirtió hace tiempo a las potencias europeas que no admitiría intervenciones en el hemisferio, y a la vez reitera la demanda de ese derecho, reclamando al mismo tiempo el de intervenir en cualquier parte del mundo con el apoyo de cientos de bases militares, fuerzas navales, aéreas y espaciales distribuidas en el planeta. Le pregunto, ¿es esa la forma en que Estados Unidos expresa su respeto por la libertad, la democracia y los derechos humanos?
9º ¿Es justo atacar sorpresiva y preventivamente sesenta o más oscuros rincones del mundo, como los llama Bush, sea cual fuere el pretexto?
10º ¿Es honorable y cuerdo invertir millones de millones de dólares en el complejo militar industrial para producir armas que pueden liquidar varias veces la vida en la Tierra?
Usted debiera conocer, antes de juzgar a nuestro país, que Cuba, con sus programas de educación, salud, deportes, cultura y ciencias, aplicados no sólo en su propio territorio sino también en otros países pobres del mundo, y la sangre derramada en solidaridad con otros pueblos, a pesar del bloqueo económico y financiero y las agresiones de su poderoso país, constituye una prueba de que puede hacerse mucho con muy poco. Ni a nuestra mejor aliada, la URSS, le fue permitido trazar nuestro destino.
Para cooperar con otros países, Estados Unidos sólo puede enviar profesionales vinculados a la disciplina militar. No puede hacerlo de otra forma, porque carece de personal en número suficiente dispuesto a sacrificarse por otros y ofrecer apoyo significativo a un país con dificultades, aunque en Cuba hemos conocido y han cooperado con nosotros excelentes médicos norteamericanos. Ellos no tienen la culpa porque la sociedad no los educa masivamente en ese espíritu.
La cooperación de nuestro país nunca la hemos subordinado a requisitos ideológicos. Se la ofrecimos a Estados Unidos cuando el Katrina golpeó duramente la ciudad de Nueva Orleans. Nuestra brigada médica internacionalista lleva el nombre glorioso de Henry Reeve, un joven nacido en ese país que luchó y murió por la soberanía de Cuba en la primera guerra por nuestra independencia.
Nuestra Revolución puede convocar a decenas de miles de médicos y técnicos de la salud. Puede convocar de forma igualmente masiva a maestros y ciudadanos dispuestos a marchar a cualquier rincón del mundo, para cualquier noble propósito. No para usurpar derechos ni conquistar materias primas.
En la buena voluntad y disposición de las personas hay infinitos recursos que no se guardan ni caben en las bóvedas de un banco. No emanan de la política cínica de un imperio.
Fidel Castro Ruz
Mayo 25 de 2008
10 y 35 p.m.
THE EMPIRE’S HYPOCRITICAL POLITICS
REFLECTIONS BY COMRADE FIDEL
It would be dishonest of me to remain silent after hearing the speech Obama delivered on the afternoon of May 23 at the Cuban American National Foundation created by Ronald Reagan. I listened to his speech, as I did McCain’s and Bush’s. I feel no resentment towards him, for he is not responsible for the crimes perpetrated against Cuba and humanity. Were I to defend him, I would do his adversaries an enormous favor. I have therefore no reservations about criticizing him and about expressing my points of view on his words frankly.
What were Obama’s statements?
"Throughout my entire life, there has been injustice and repression in Cuba. Never, in my lifetime, have the people of Cuba known freedom. Never, in the lives of two generations of Cubans, have the people of Cuba known democracy. (…) This is the terrible and tragic status quo that we have known for half a century – of elections that are anything but free or fair (…) I won't stand for this injustice, you won't stand for this injustice, and together we will
stand up for freedom in Cuba," he told annexationists, adding: "It's time to let Cuban American money make their families less dependent upon the Castro regime. (…) I will maintain the embargo."
The content of these declarations by this strong candidate to the U.S. presidency spares me the work of having to explain the reason for this reflection.
José Hernandez, one of the Cuban American National Foundation directives who Obama praises in his speech, was none other than the owner of the 50-calibre automatic rifle, equipped with telescopic and infrared sights, which was confiscated, by chance, along with other deadly weapons while being transported by sea to Venezuela, where the Foundation had planned to assassinate the writer of these lines at an international meeting held in Margarita, in the Venezuelan state of Nueva Esparta.
Pepe Hernández’ group wanted to renegotiate a former pact with Clinton, betrayed by Mas Canosa’s clan, who secured Bush’s electoral victory in 2000 through fraud, because the latter had promised to assassinate Castro, something they all happily embraced. These are the kinds of political tricks inherent to the United States’ decadent and contradictory system.
Presidential candidate Obama’s speech may be formulated as follows: hunger for the nation, remittances as charitable hand-outs and visits to Cuba as propaganda for consumerism and the unsustainable way of life behind it.
How does he plan to address the extremely serious problem of the food crisis? The world’s grains must be distributed among human beings, pets and fish, which become smaller every year and more scarce in the seas that have been over-exploited by the large trawlers which no international organization could get in the way of. Producing meat from gas and oil is no easy feat. Even Obama overestimates technology’s potential in the fight against climate change, though he is more conscious of the risks and the limited margin of time than Bush. He could seek the advice of Gore, who is also a democrat and is no longer a candidate, as he is aware of the accelerated pace at which global warming is advancing. His close political rival Bill Clinton, who is not running for the presidency, an expert on extra-territorial laws like the Helms-Burton and Torricelli Acts, can advice him on an issue like the blockade, which he promised to lift and never did.
What did he say in his speech in Miami, this man who is doubtless, from the social and human points of view, the most progressive candidate to the U.S. presidency? "For two hundred years," he said, "the United States has made it clear that we won't stand for foreign intervention in our hemisphere. But every day, all across the Americas, there is a different kind of struggle --not against foreign armies, but against the deadly threat of hunger and thirst, disease and
despair. That is not a future that we have to accept --not for the child in
Port au Prince or the family in the highlands of Peru. We can do better. We
must do better. (…) We cannot ignore suffering to our south, nor stand for the globalization of the empty stomach." A magnificent description of imperialist globalization: the globalization of empty stomachs! We ought to thank him for it. But, 200 years ago, Bolivar fought for Latin American unity and, more than 100 years ago, Martí gave his life in the struggle against the annexation of Cuba by the United States. What is the difference between what Monroe proclaimed and what Obama proclaims and resuscitates in his speech two centuries later?
"I will reinstate a Special Envoy for the Americas in my White House who will work with my full support. But we'll also expand the Foreign Service, and open more consulates in the neglected regions of the Americas. We'll expand the Peace Corps, and ask more young Americans to go abroad to deepen the trust and the ties among our people," he said near the end, adding: "Together, we can choose the future over the past." A beautiful phrase, for it attests to the idea, or at least the fear, that history makes figures what they are and not all the way around.
Today, the United States have nothing of the spirit behind the Philadelphia declaration of principles formulated by the 13 colonies that rebelled against English colonialism. Today, they are a gigantic empire undreamed of by the country’s founders at the time. Nothing, however, was to change for the natives and the slaves. The former were exterminated as the nation expanded; the latter continued to be auctioned at the marketplace —men, women and children—for nearly a century, despite the fact that "all men are born free and equal", as the Declaration of Independence affirms. The world’s objective conditions favored the development of that system.
In his speech, Obama portrays the Cuban revolution as anti-democratic and lacking in respect for freedom and human rights. It is the exact same argument which, almost without exception, U.S. administrations have used again and again to justify their crimes against our country. The blockade, in and of itself, is an act of genocide. I don’t want to see U.S. children inculcated with those shameful values.
An armed revolution in our country might not have been needed without the military interventions, Platt Amendment and economic colonialism visited upon Cuba.
The revolution was the result of imperial domination. We cannot be accused of having imposed it upon the country. The true changes could have and ought to have been brought about in the United States. Its own workers, more than a century ago, voiced the demand for an eight-hour work shift, which stemmed from the development of productive forces.
The first thing the leaders of the Cuban revolution learned from Martí was to believe in and act on behalf of an organization founded for the purposes of bringing about a revolution. We were always bound by previous forms of power and, following the institutionalization of this organization, we were elected by more than 90 percent of voters, as has become customary in Cuba, a process which does not in the least resemble the ridiculous levels of electoral participation which, many a time, as in the case of the United States, stay short of 50 percent of the voters. No small and blockaded country like ours would have been able to hold its ground for so long on the basis of ambition, vanity, deceit or the abuse of power, the kind of power its neighbor has. To state otherwise is an insult to the intelligence of our heroic people.
I am not questioning Obama’s great intelligence, his debate skills or his work ethic. He is a talented orator and is ahead of his rivals in the electoral race. I feel sympathy for his wife and little girls, who accompany him and give him encouragement every Tuesday. It is indeed a touching human spectacle. Nevertheless, I am obliged to raise a number of delicate questions. I do not expect answers; I wish only to raise them for the record.
1) Is it right for the president of the United States to order the assassination of any one person in the world, whatever the pretext may be?
2) Is it ethical for the president of the United States to order the torture of other human beings?
3) Should state terrorism be used by a country as powerful as the United States as an instrument to bring about peace on the planet?
4) Is an Adjustment Act, applied as punishment on only one country, Cuba, in order to destabilize it, good and honorable, even when it costs innocent children and mothers their lives?
If it is good, why is this right not automatically granted to Haitians, Dominicans, and other peoples of the Caribbean, and why isn’t the same Act applied to Mexicans and people from Central and South America, who die like flies against the Mexican border wall or in the waters of the Atlantic and the Pacific?
5) Can the United States do without immigrants, who grow vegetables, fruits, almonds and other delicacies for U.S. citizens? Who would sweep their streets, work as servants in their homes or do the worst and lowest-paid jobs?
6) Are crackdowns on illegal residents fair, even as they affect children born in the United States?
7) Are the brain-drain and the continuous theft of the best scientific and intellectual minds in poor countries moral and justifiable?
8) You state, as I pointed out at the beginning of this reflection, that your country had long ago warned European powers that it would not tolerate any intervention in the hemisphere, reiterating that this right be respected while demanding the right to intervene anywhere in the world with the aid of hundreds of military bases and naval, aerial and spatial forces distributed across the planet. I ask: is that the way in which the United States expresses its respect for freedom, democracy and human rights?
9) Is it fair to stage pre-emptive attacks on sixty or more dark corners of the world, as Bush calls them, whatever the pretext may be?
10) Is it honorable and sound to invest millions and millions of dollars in the military industrial complex, to produce weapons that can destroy life on earth several times over?
Before judging our country, you should know that Cuba, with its education, health, sports, culture and sciences programs, implemented not only in its own territory but also in other poor countries around the world, and the blood that has been shed in acts of solidarity towards other peoples, in spite of the economic and financial blockade and the aggression of your powerful country, is proof that much can be done with very little. Not even our closest ally, the Soviet Union, was able to achieve what we have.
The only form of cooperation the United States can offer other nations consist in the sending of military professionals to those countries. It cannot offer anything else, for it lacks a sufficient number of people willing to sacrifice themselves for others and offer substantial aid to a country in need (though Cuba has known and relied on the cooperation of excellent U.S. doctors). They are not to blame for this, for society does not inculcate such values in them on a massive scale.
We have never subordinated cooperation with other countries to ideological requirements. We offered the United States our help when hurricane Katrina lashed the city of New Orleans. Our internationalist medical brigade bears the glorious name of Henry Reeve, a young man, born in the United States, who fought and died for Cuba’s sovereignty in our first war of independence.
Our revolution can mobilize tens of thousands of doctors and health technicians. It can mobilize an equally vast number of teachers and citizens, who are willing to travel to any corner of the world to fulfill any noble purpose, not to usurp people’s rights or take possession of raw materials.
The good will and determination of people constitute limitless resources that cannot be kept and would not fit in a bank’s vault. They cannot spring from the hypocritical politics of an empire.
What were Obama’s statements?
"Throughout my entire life, there has been injustice and repression in Cuba. Never, in my lifetime, have the people of Cuba known freedom. Never, in the lives of two generations of Cubans, have the people of Cuba known democracy. (…) This is the terrible and tragic status quo that we have known for half a century – of elections that are anything but free or fair (…) I won't stand for this injustice, you won't stand for this injustice, and together we will
stand up for freedom in Cuba," he told annexationists, adding: "It's time to let Cuban American money make their families less dependent upon the Castro regime. (…) I will maintain the embargo."
The content of these declarations by this strong candidate to the U.S. presidency spares me the work of having to explain the reason for this reflection.
José Hernandez, one of the Cuban American National Foundation directives who Obama praises in his speech, was none other than the owner of the 50-calibre automatic rifle, equipped with telescopic and infrared sights, which was confiscated, by chance, along with other deadly weapons while being transported by sea to Venezuela, where the Foundation had planned to assassinate the writer of these lines at an international meeting held in Margarita, in the Venezuelan state of Nueva Esparta.
Pepe Hernández’ group wanted to renegotiate a former pact with Clinton, betrayed by Mas Canosa’s clan, who secured Bush’s electoral victory in 2000 through fraud, because the latter had promised to assassinate Castro, something they all happily embraced. These are the kinds of political tricks inherent to the United States’ decadent and contradictory system.
Presidential candidate Obama’s speech may be formulated as follows: hunger for the nation, remittances as charitable hand-outs and visits to Cuba as propaganda for consumerism and the unsustainable way of life behind it.
How does he plan to address the extremely serious problem of the food crisis? The world’s grains must be distributed among human beings, pets and fish, which become smaller every year and more scarce in the seas that have been over-exploited by the large trawlers which no international organization could get in the way of. Producing meat from gas and oil is no easy feat. Even Obama overestimates technology’s potential in the fight against climate change, though he is more conscious of the risks and the limited margin of time than Bush. He could seek the advice of Gore, who is also a democrat and is no longer a candidate, as he is aware of the accelerated pace at which global warming is advancing. His close political rival Bill Clinton, who is not running for the presidency, an expert on extra-territorial laws like the Helms-Burton and Torricelli Acts, can advice him on an issue like the blockade, which he promised to lift and never did.
What did he say in his speech in Miami, this man who is doubtless, from the social and human points of view, the most progressive candidate to the U.S. presidency? "For two hundred years," he said, "the United States has made it clear that we won't stand for foreign intervention in our hemisphere. But every day, all across the Americas, there is a different kind of struggle --not against foreign armies, but against the deadly threat of hunger and thirst, disease and
despair. That is not a future that we have to accept --not for the child in
Port au Prince or the family in the highlands of Peru. We can do better. We
must do better. (…) We cannot ignore suffering to our south, nor stand for the globalization of the empty stomach." A magnificent description of imperialist globalization: the globalization of empty stomachs! We ought to thank him for it. But, 200 years ago, Bolivar fought for Latin American unity and, more than 100 years ago, Martí gave his life in the struggle against the annexation of Cuba by the United States. What is the difference between what Monroe proclaimed and what Obama proclaims and resuscitates in his speech two centuries later?
"I will reinstate a Special Envoy for the Americas in my White House who will work with my full support. But we'll also expand the Foreign Service, and open more consulates in the neglected regions of the Americas. We'll expand the Peace Corps, and ask more young Americans to go abroad to deepen the trust and the ties among our people," he said near the end, adding: "Together, we can choose the future over the past." A beautiful phrase, for it attests to the idea, or at least the fear, that history makes figures what they are and not all the way around.
Today, the United States have nothing of the spirit behind the Philadelphia declaration of principles formulated by the 13 colonies that rebelled against English colonialism. Today, they are a gigantic empire undreamed of by the country’s founders at the time. Nothing, however, was to change for the natives and the slaves. The former were exterminated as the nation expanded; the latter continued to be auctioned at the marketplace —men, women and children—for nearly a century, despite the fact that "all men are born free and equal", as the Declaration of Independence affirms. The world’s objective conditions favored the development of that system.
In his speech, Obama portrays the Cuban revolution as anti-democratic and lacking in respect for freedom and human rights. It is the exact same argument which, almost without exception, U.S. administrations have used again and again to justify their crimes against our country. The blockade, in and of itself, is an act of genocide. I don’t want to see U.S. children inculcated with those shameful values.
An armed revolution in our country might not have been needed without the military interventions, Platt Amendment and economic colonialism visited upon Cuba.
The revolution was the result of imperial domination. We cannot be accused of having imposed it upon the country. The true changes could have and ought to have been brought about in the United States. Its own workers, more than a century ago, voiced the demand for an eight-hour work shift, which stemmed from the development of productive forces.
The first thing the leaders of the Cuban revolution learned from Martí was to believe in and act on behalf of an organization founded for the purposes of bringing about a revolution. We were always bound by previous forms of power and, following the institutionalization of this organization, we were elected by more than 90 percent of voters, as has become customary in Cuba, a process which does not in the least resemble the ridiculous levels of electoral participation which, many a time, as in the case of the United States, stay short of 50 percent of the voters. No small and blockaded country like ours would have been able to hold its ground for so long on the basis of ambition, vanity, deceit or the abuse of power, the kind of power its neighbor has. To state otherwise is an insult to the intelligence of our heroic people.
I am not questioning Obama’s great intelligence, his debate skills or his work ethic. He is a talented orator and is ahead of his rivals in the electoral race. I feel sympathy for his wife and little girls, who accompany him and give him encouragement every Tuesday. It is indeed a touching human spectacle. Nevertheless, I am obliged to raise a number of delicate questions. I do not expect answers; I wish only to raise them for the record.
1) Is it right for the president of the United States to order the assassination of any one person in the world, whatever the pretext may be?
2) Is it ethical for the president of the United States to order the torture of other human beings?
3) Should state terrorism be used by a country as powerful as the United States as an instrument to bring about peace on the planet?
4) Is an Adjustment Act, applied as punishment on only one country, Cuba, in order to destabilize it, good and honorable, even when it costs innocent children and mothers their lives?
If it is good, why is this right not automatically granted to Haitians, Dominicans, and other peoples of the Caribbean, and why isn’t the same Act applied to Mexicans and people from Central and South America, who die like flies against the Mexican border wall or in the waters of the Atlantic and the Pacific?
5) Can the United States do without immigrants, who grow vegetables, fruits, almonds and other delicacies for U.S. citizens? Who would sweep their streets, work as servants in their homes or do the worst and lowest-paid jobs?
6) Are crackdowns on illegal residents fair, even as they affect children born in the United States?
7) Are the brain-drain and the continuous theft of the best scientific and intellectual minds in poor countries moral and justifiable?
8) You state, as I pointed out at the beginning of this reflection, that your country had long ago warned European powers that it would not tolerate any intervention in the hemisphere, reiterating that this right be respected while demanding the right to intervene anywhere in the world with the aid of hundreds of military bases and naval, aerial and spatial forces distributed across the planet. I ask: is that the way in which the United States expresses its respect for freedom, democracy and human rights?
9) Is it fair to stage pre-emptive attacks on sixty or more dark corners of the world, as Bush calls them, whatever the pretext may be?
10) Is it honorable and sound to invest millions and millions of dollars in the military industrial complex, to produce weapons that can destroy life on earth several times over?
Before judging our country, you should know that Cuba, with its education, health, sports, culture and sciences programs, implemented not only in its own territory but also in other poor countries around the world, and the blood that has been shed in acts of solidarity towards other peoples, in spite of the economic and financial blockade and the aggression of your powerful country, is proof that much can be done with very little. Not even our closest ally, the Soviet Union, was able to achieve what we have.
The only form of cooperation the United States can offer other nations consist in the sending of military professionals to those countries. It cannot offer anything else, for it lacks a sufficient number of people willing to sacrifice themselves for others and offer substantial aid to a country in need (though Cuba has known and relied on the cooperation of excellent U.S. doctors). They are not to blame for this, for society does not inculcate such values in them on a massive scale.
We have never subordinated cooperation with other countries to ideological requirements. We offered the United States our help when hurricane Katrina lashed the city of New Orleans. Our internationalist medical brigade bears the glorious name of Henry Reeve, a young man, born in the United States, who fought and died for Cuba’s sovereignty in our first war of independence.
Our revolution can mobilize tens of thousands of doctors and health technicians. It can mobilize an equally vast number of teachers and citizens, who are willing to travel to any corner of the world to fulfill any noble purpose, not to usurp people’s rights or take possession of raw materials.
The good will and determination of people constitute limitless resources that cannot be kept and would not fit in a bank’s vault. They cannot spring from the hypocritical politics of an empire.
Fidel Castro Ruz
May 25, 2008
10:35 p.m.
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