Thursday, April 23, 2009


La convulsión de un gato moribundo

RAMI SCHWARTZ

No se vaya con la finta del rebote en las expectativas. Nada ha cambiado, si acaso, todo ha empeorado. Más quiebras, más cierres, más desempleo, menos comercio, menos riqueza y, sin embargo, el índice Nasdaq acaba de tener las seis mejores sesiones consecutivas en su historia. Del entre la primera y segunda quincena de marzo ha ganado el 15.6 por ciento. Cualquier manejador de fondos se daría por bien servido obteniendo un resultado así para todo un año. Y no falta quienes ya han echado las campanas al vuelo, diciendo que ya tocamos fondo, que lo peor de la crisis ya pasó. Las posibilidades que esto sea cierto son mucho muy reducidas. Lo que estamos viendo no es sino una convulsión previa a la muerte, como cuando el gato comienza a estirar la pata.

Echar las campanas a vuelo es muy arriesgado, sobre todo con el historial de volatilidad en los últimos meses. El Índice Dow Jones, que llegó a los 14,165 puntos el 9 de octubre del 2007, había caído a 6,594 puntos para el 5 de marzo del 2009, una pérdida del 53.4 por ciento. Pero esta no es toda la historia. De agosto del 2008 a octubre del 2008, en dos meses, el Dow cayó de más de 11 mil puntos a 7,774, una caída de 30 por ciento. A partir de este piso de 7,774 del 8 de octubre, la bolsa subió 24.2% en tan solo un mes ya que el 8 de noviembre había regresado a los 9,654 puntos. Pero a finales de noviembre volvió a caer a 7,449 puntos, una baja de 22.8 por ciento en menos de dos semanas. El Dow comenzó a subir en diciembre y principios del año y para el 9 de enero había regresado a los 9,088 puntos y a partir de entonces ¡cataplum! todo febrero a la baja hasta el 6 de marzo que llegó a los 6,594 puntos para una pérdida del 27.4 por ciento. Ahora, en unos cuantos días, el Dow Jones ha subido nuevamente más del 13 por ciento.

Este mismo ejercicio se puede hacer para la Bolsa Mexicana de Valores que sigue como espejo lo que sucede a la bolsa de Nueva York. Aquí, si acaso, las fluctuaciones han sido más pronunciadas pues a ellas hay que sumar otra variable, el tipo de cambio, que ha perdido más del 30 por ciento de su valor. Es decir, la bolsa no ha bajado 43 por ciento al pasar de 33 mil a 19 mil puntos porque cuando estaba en 33 mil puntos y el dólar a 11 pesos, el índice estaba en 3,300 dólares y hoy día el índice ha bajado a 19 mil puntos y el dólar está a 14.50, es decir, hoy cotiza en 1,352 dólares por lo que la pérdida no es 43 por ciento, sino 60 por ciento. Hay días que la bolsa mexicana ha bajado seis con una devaluación de cuatro por ciento del dólar para una suma de 10 por ciento. Nunca se había visto tanta volatilidad como ahora.

Por lo tanto no nos debe sorprender si la bolsa de Nueva York sigue subiendo y sobrepasa los 8,500 puntos (o si la mexicana llega a los 23 mil), mucho menos si lo hace a una velocidad inusitada. Lo más probable es que tras esa subida, vuelva a darse una nueva caída que renueve el pesimismo de la misma forma que esta subida ha renovado el optimismo. Así funciona ese casino de la avaricia que es el mercado de valores, donde los tiburones mercadean con las emociones de las masas que vulnerables, volubles y manipulables, son presa fácil.

Además, todavía no llega el verdadero alud de malas noticias. Lo que hemos visto hasta el momento es la punta del iceberg, pero en los próximos años van a haber muchas más noticias que contribuyan al pesimismo que al optimismo, que es gasolina necesaria para que las cosas sigan subiendo. Por ejemplo, aquí en México ahora sí ya no hay forma de decir que no estamos en recesión. El sistema de indicadores compuestos adelantado registró en diciembre su séptima caída al hilo, lo que significa que la economía mexicana entró en recesión desde junio del 2008 aunque bien pudo haber sido en abril. A casi un año de distancia, las autoridades siguen sin reconocer que estamos en recesión. De un pico de 120.6 en la actividad económica en marzo del 2008, para diciembre ya había caído a 107.3 lo que es un 11 por ciento menos de actividad económica.

Lo mismo en los Estados Unidos que en el resto del mundo, hay muchísimas malas noticias por venir que hacen muy arriesgado pronosticar que esta crisis ya tocó fondo. Ni se han estabilizado los inventarios, ni han terminado los despidos, ni se han declarado en quiebra todos los que ya son inviables, ni han terminado los rescates; en fin, no hay elementos objetivos que nos permitan visualizar a este como el punto de inflexión, de hecho. Todo parece indicar que se trata de una convulsión o el rebote de un gato muerto.

En otras palabras, las malas noticias económicas apenas comienzan, una de las peores es precisamente la enorme volatilidad y desconfianza en los mercados financieros y por lo tanto es muy aventurado pronosticar que porque las bolsas han brincado recientemente ya se toco el piso de la crisis y que la recuperación está por llegar.

Con tanta volatilidad y tantas malas noticias en el horizonte, hay que ser más conservador que nunca en materia de inversiones y gastos. Sólo los amantes del peligro extremo o los apostadores y especuladores deben participar en esta locura, sin sustento económico ni real, en este sobresalto del gato que yace moribundo.


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