Sunday, April 26, 2009


Un nuevo enfoque sobre el 11 de septiembre


por David Ray Griffin*

El profesor David Ray Griffin es una distinguida personalidad en el movimiento por la verdad sobre el 11 de septiembre en los EEUU y viene de realizar una gira en Europa dando varias conferencias que ha contado con numeroso público y que reproducimos aquí a continuación. El profesor Griffin hace un balance de cómo ha evolucionado la visión en su país acerca del 11/S: numerosas asociaciones profesionales se han creado y han realizado estudios, análisis e investigaciones científicas que demuestran la gran mentira de la versión oficial del presidente Bush de estos atentados. El FBI por su lado ha indicado no contar con ningún elemento permitiendo de acusar a Osama Bin Laden como responsable. También se ha demostrado que las pretendidas llamadas telefónicas de los pasajeros hechas desde los aviones secuestrados nunca existieron. La versión gubernamental no tiene ya ninguna consistencia.



He titulado mi conferencia «Un nuevo enfoque sobre el 11 de septiembre». Al sugerir que es hora ya de ver aquellos hechos con nuevos ojos, estoy pensando sobre todo en los que decidieron, desde hace mucho tiempo, que los atentados del 11 de septiembre se desarrollaron de la manera en que los describe la administración Bush-Cheney, y como se afirmó en los informes oficiales; estoy pensando en los que creen que el Movimiento por la Verdad sobre el 11 de septiembre, que pone en duda aquella versión de los hechos, se compone de adeptos de la teoría de la conspiración, desprovistos de toda capacidad de juicio objetivo. Esas personas, en su mayoría periodistas, que se han forjado su opinión desde hace tiempo, son impermeables a cualquier argumento que presente nuestro Movimiento. Se conforman con levantar los ojos al cielo y continuar su camino.

Pero nuestro Movimiento, al igual que los elementos con los que contamos, ha evolucionado considerablemente en estos tres últimos años. Rechazar de entrada nuestros argumentos, sin tomarse el tiempo necesario para examinarlos, no es un acto racional. Hoy más que nunca resulta inconcebible el levantar los ojos al cielo sin demostrar la naturaleza irracional de aquellos a los que se trata de desacreditar llamándolos «adeptos de la teoría de la conspiración».

Mi conferencia se dirige también, aunque indirectamente, a mis amigos, miembros del Movimiento por la Verdad. Algunos de ellos estiman, efectivamente, que como Bush y Cheney ya no están en funciones y como la administración Obama ha revocado algunas de las políticas basadas en los hechos del 11 de septiembre, ya no es tan importante que se sepa la verdad. Otros, al ver que la administración Obama sigue partiendo del principio que fue al-Qaeda quien atacó los Estados Unidos el 11 de septiembre, han llegado a la conclusión que no hay esperanza alguna de que se sepa la verdad y que lo mejor que podemos hacer es rendirnos.
Quiero decirles a todos ellos que la búsqueda de la verdad es ahora más importante que nunca, ya que muchas políticas, empezando por la guerra en Afganistán, no han sido modificadas. Además, la actual coyuntura, en la que los cambios políticos vienen a agregarse a la evolución de nuestro Movimiento, nos ofrece actualmente, por vez primera, una posibilidad razonable de obtener una verdadera investigación.

Entraré ahora en el tema de mi conferencia. ¿Por qué los adeptos de la teoría oficial de la conspiración tendrían que aceptar echar una nueva mirada al 11 de septiembre. Y estoy utilizando con toda intención el término «adeptos de la teoría oficial de la conspiración». Muy a menudo, la gente que cree en la teoría oficial sobre el 11 de septiembre llama desdeñosamente a los miembros del Movimiento por la Verdad «adeptos de la teoría de la conspiración», lo cual no es racional. Se habla de conspiración cuando varias personas conspiran en secreto para cometer un acto ilegal, como un asalto contra un banco o cualquier tipo de estafa.

Creer en una teoría de la conspiración, cuando se trata de un hecho, significa simplemente creer que ese hecho es resultado de una conspiración. Según la interpretación del 11 de septiembre que hizo el tándem Bush-Cheney, y que se convirtió en versión oficial, los atentados fueron resultado de una conspiración entre Osama Ben Laden y 19 miembros de al-Qaeda. Esa versión oficial es, por consiguiente, una teoría de conspiración.

Eso quiere decir que cada cual defiende su propia teoría de la conspiración sobre el 11 de septiembre. El debate sobre el 11 de septiembre no es, por consiguiente, un debate entre adeptos y antiadeptos de la teoría de la conspiración. Se trata simplemente de un debate entre quienes aceptan la teoría de la conspiración de la administración Bush-Cheney y los que se inclinan por una teoría alternativa, según la cual el 11 de septiembre fue producto de una conspiración en el seno de esa administración.

Los defensores de la teoría oficial de la conspiración no pueden por tanto, de manera racional, rechazar la teoría alternativa simplemente porque se trate de una teoría de la conspiración. La única interrogante racional que hay que plantearse es la siguiente: ¿Cuál es la teoría que mejor se sostiene en base a elementos probatorios?

Quiero precisar que cuando utilizo el término «teoría oficial de la conspiración» no lo hago de forma peyorativa. No hay nada de malo en el hecho de creer en esa teoría. Yo mismo la acepté, al principio. El problema es saber si usted cree en ella verdaderamente, si usted está tan convencido de la teoría oficial que eso le impide ver de manera objetiva los elementos que puedan contradecirla.

Razones para ver con escepticismo la teoría de la conspiración de Bush-Cheney Hoy más que nunca resulta irracional seguir creyendo en la teoría oficial de la conspiración, ya que disponemos de muchos elementos nuevos en comparación con el momento en que se grabó esa teoría en las mentes.
No sabíamos en aquel entonces, por ejemplo, que la administración nos iba a contar mentiras enormes, que provocarían a su vez millones de víctimas, entre ellas miles de americanos. Y mucho antes de mentir sobre las armas de destrucción masiva en Irak, la Casa Blanca había ordenado a la Agencia de Protección del Medio Ambiente, justo después del 11 de septiembre, que mintiera sobre la calidad del aire en el lugar donde se encontraba el World Trade Center.

El resultado es que alrededor del 60% de las personas que participaron en las operaciones de salvamento o de limpieza de los escombros hoy en día están enfermas, cuando no están muertas, y que la cantidad que va a morir como consecuencia de diversas enfermedades va a ser probablemente superior al número de víctimas que dejaron los propios hechos del 11 de septiembre. Ante tales hechos, sería difícil afirmar que la administración Bush-Cheney no estaba moralmente implicada en la organización del 11 de septiembre y en la disimulación de estos.

Tenemos también otras razones, poco conocidas en aquel entonces, que nos llevan a ser escépticos en cuanto a los informes oficiales. La mayoría de la gente creyó que la Comisión Investigadora sobre el 11 de septiembre se encontraba bajo la dirección de sus dos copresidentes: Thomas Kean, ex gobernador republicano, y Lee Hamilton, ex miembro demócrata del Congreso. Por consiguiente, aquella Comisión Investigadora parecía independiente, y no partidista. Pero la Comisión estuvo en realidad bajo la dirección de Philip Zelikow.

Fue Zelikow quien dirigió el equipo de 85 personas y quien se encargó de elaborar el Informe de la Comisión Investigadora sobre el 11/9. Y Zelikow era ante todo un miembro de la administración Bush-Cheney, cercano en particular a Condoleezza Rice, con quien coescribió un libro. Gracias a un libro de Philip Shenon, periodista del New York Times, sobre la Comisión Investigadora, ahora sabemos que Zelikow se mantenía en contacto con Rice, al igual que con Karl Rove, por aquel entonces secretario adjunto de la Casa Blanca. Shenon revela que, incluso antes de que el equipo comenzara su trabajo, Zelikow ya tenía trazadas las grandes líneas del Informe, y hasta había escrito los «títulos y subtítulos de los capítulos y títulos de secciones». Shenon nos dice también que Kean y Hamilton se habían puesto de acuerdo con Zelikow para que el equipo no conociera la existencia de aquel plan preestablecido.

En el libro que escribieron juntos sobre la Comisión Investigadora, Kean y Hamilton acusan a los «partidarios de la teoría de la conspiración» de que no basan sus teorías en los hechos sino que parten de sus teorías para buscar hechos que las corroboren. Kean y Hamilton afirman que, por el contrario, la Comisión Investigadora se basó en hechos probatorios y no en una conclusión: «Estábamos allí para oponer una teoría o una interpretación del 11 de septiembre a otra», escribieron. Admitieron, sin embargo que Zelikow atribuyó «el tema de al-Qaeda a [uno de los miembros del equipo]», a quien se le pidió «contar la historia de la más lograda operación de al-Qaeda: los atentados del 11 de septiembre». Si eso no es partir de una teoría, ¿de qué otra forma se le pueda llamar?

Si la Comisión Investigadora no fue independiente de la administración Bush-Cheney, ¿qué se puede decir entonces del NIST (el Instituto Nacional de Normas y Tecnologías), que redactó los informes oficiales sobre la destrucción del World Trade Center? El NIST es una agencia del ministerio americano de Comercio. Era, por consiguiente, una agencia que dependía, en aquel entonces, de la administración Bush-Cheney y se encontraba bajo la dirección de una persona nombrada por aquella administración.

Un ex empleado del NIST reveló recientemente que este organismo fue «ampliamente desviado del campo científico hacia el campo político». Los científicos que trabajaban para el NIST, afirma esa persona, «perdieron [su] independencia científica, y no eran más que ‘ejecutantes’». Y agrega: «Todo lo que producían los ejecutantes pasaba por el filtro de la dirección, y se evaluaba según criterios políticos, antes de la publicación.»

Además, según esa persona, los informes del NIST sobre el World Trade Center también tuvieron que ser sometidos a la aprobación de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y del Buró de Administración y Presupuesto –«brazo del Buró Ejecutivo del presidente»–, quien a su vez «había delegado especialmente a una persona para que supervisara nuestro trabajo.

Los informes del NIST, que afirman que las Torres Gemelas y el edificio 7 se derrumbaron sin ayuda de explosivos, son más informes políticos que científicos –lo cual confirma cualquier examen serio. No se concibe que los autores, personas que ostentan diplomas de física y de ingeniería, pudieran creer realmente lo que allí escribieron.

El nuevo rostro del Movimiento por la Verdad

Si el disponer de nuevos elementos sobre la administración Bush-Cheney y sobre los informes oficiales que acreditan su teoría de la conspiración nos conduce a un nuevo enfoque de lo sucedido el 11 de septiembre, lo mismo sucede con la evolución del Movimiento por la Verdad. Al principio, la imagen que se daba de ese Movimiento era la de «una banda de chiquillos en Internet». Posteriormente, yo me uní al Movimiento con la publicación de mi libro El nuevo Pearl Harbor, y la imagen se convirtió en «una banda de chiquillos en Internet, más un teólogo menopáusico». En el Guardian, George Monbiot los llama «brutos» e «idiotas».

En Counterpunch y The Nation, Alexander Cockburn los designa como «conspiracionistas dementes» (término que se edulcoró al llevarlo al francés, en Le Monde diplomatique, mediante la expresión «adeptes de la conspiration») [Esta última expresión es la que hemos traducido aquí al español como “adeptos de la teoría de la conspiración”. Nota de la Red Voltaire.] que nada saben del «mundo real», y menos aún de la historia militar. Carentes de «toda comprensión de las pruebas», agrega, representan «el predominio de la magia sobre el sentido común [y] la razón».

Si algunos de nuestros detractores me han descrito como el jefe de este Movimiento (…) –Monbiot me designó como su «sumo sacerdote» , otro como su «gurú»– es el objetivo era presentarlo al gran público como un movimiento religioso (o incluso una especie de secta), que se componía de gente que no sabe nada del mundo real. Uno de esos críticos expresó: «Como teólogo, Griffin no está calificado para hablar de otra cosa que de mitos y fábulas». A lo cual respondí yo que, en ese caso, yo estaba perfectamente calificado para hablar de la teoría oficial de la conspiración. Sin embargo, el Movimiento padece aún de esa imagen ante el gran público, y todavía se le describe como una agrupación dirigida por gente que no tienen ninguna capacidad en los sectores que tienen que ver con este asunto.

Aunque, como cualquier caricatura, esta en particular haya tenido algo de cierto, esa imagen es hoy totalmente errónea. El liderazgo intelectual del Movimiento está ahora en manos de los científicos y profesionales que indudablemente conocen el mundo real. Muchos de esos profesionales se han reagrupado en asociaciones, dedicadas a la investigación de la verdad sobre el 11 de septiembre.

Varios científicos crearon, hace algunos años, el Panel Científico por una Investigación sobre el 11/9. Más recientemente, principalmente físicos y químicos crearon los Universitarios por la Verdad y la Justicia sobre el 11/9. A raíz de esto nuestros detractores declararon que si nuestras afirmaciones sobre el World Trade Center resultaban ser justificadas, serían objeto de publicaciones en revistas científicas con la aprobación de colegas. Durante el año concluido, científicos afiliados a los Universitarios por la Verdad y la Justicia publicaron 3 artículos en revistas de ese tipo (que cuentan con un comité de lectura).

El principal autor del más reciente de esos artículos, publicado en el Open Chemical Physics Journal, es Niels Harrit, profesor de química en la Universidad de Copenhague. Esos científicos encontraron en el polvo del World Trade Center elementos químicos que no deberían estar allí, de ser cierta la teoría oficial según la cual los edificios se derrumbaron únicamente debido a la acción de los incendios y de la gravedad.

Cuando físicos y químicos se unieron al Movimiento, algunos críticos dijeron: «En realidad, ellos no determinan nada. Las razones del derrumbe de las torres del WTC son cosa de ingenieros, y no hay ninguno en ese Movimiento.» Así era en 2005. Al año siguiente, el arquitecto Richard Gage creó la asociación «Arquitectos e Ingenieros por la Verdad sobre el 11/9», y ahora más de 600 de esos especialistas han firmado su petición, llamando a la apertura de una nueva investigación. Son personas que conocen bien los grandes edificios de estructura de acero del mundo real, y que saben que la teoría oficial del derrumbe de las Torres Gemelas y del edificio 7 sobre sí mismos, prácticamente a la velocidad de caída libre, simplemente no puede ser cierta.

Por ejemplo, Jack Keller, profesor emérito de ingeniería civil en la Universidad de UTA, que obtuvo el reconocimiento especial de la revista Scientific American, declaró, refiriéndose al derrumbe del edificio 7: «Es claramente el resultado de una demolición controlada.» Similar juicio emitieron dos profesores eméritos de ingeniería estructural del Instituto Fédéral Suizo de Tecnología, al igual que cientos de ingenieros y arquitectos.

Los bomberos disponen conocimientos a nivel de expertos sobre lo sucedido el 11 de septiembre en Nueva York. El año pasado crearon la asociación de Bomberos por la Verdad sobre el 11/9. Y demuestran por qué no son creíbles los informes del NIST sobre el World Trade Center.

Además, existe ahora una asociación de Veteranos por la Verdad, a la que pertenecen varios ex oficiales [de las fuerzas armadas]. Y me imagino que sepan mucho más que Alexander Cockburn sobre el mundo militar real. Otra asociación, en otro sector vinculado [a lo sucedido el 11 de septiembre], cuenta entre sus miembros a numerosos ex pilotos de líneas aéreas y [ex pilotos] militares. Para ellos, la versión oficial, que explica por qué los aviones de pasajeros no fueron interceptados el 11 de septiembre, resulta inverosímil. Ellos concentraron su atención en lo sucedido en el Pentágono y señalaron numerosas razones por las cuales la versión oficial sobre ese hecho no resulta creíble.

La más reciente de esas asociaciones de profesionales reagrupa a los oficiales de inteligencia. Uno de los primeros en unirse a ella fue William Christison, ex cuadro de la CIA. (…) Veamos lo que escribió en 2006:

«Durante cuatro años y medio me negué categóricamente a prestar atención seriamente a las teorías de la conspiración alrededor del 11 de septiembre… Pero, durante los seis últimos meses, y luego de muchas dudas, cambié de opinión. … En este momento, pienso que existen pruebas convincentes de que esos atentados no se desarrollaron de la manera en que la administración y la Comisión Investigadora quisieron hacérnoslo creer.»

La espina dorsal del Movimiento por la Verdad la conforman actualmente asociaciones de científicos, de arquitectos, de ingenieros, de bomberos, de pilotos, de oficiales militares y de inteligencia. Y existen otras más. El año pasado se crearon asociaciones de Profesionales de la Salud, de Abogados, de Responsables Religiosos y, muy recientemente, la asociación de Responsables Políticos por la Verdad sobre el 11/9. Esta última cuenta en sus filas con ex miembros y miembros en funciones del Parlamento Europeo, de los parlamentos de Japón, Italia, Reino Unido, Nueva Zelanda y Suecia, así como un ex gobernador estadounidense. Parece que los que piensan que el Movimiento se compone de dementes, idiotas o gente bruta van tener que revisar esa opinión, si quieren que su opinión se corresponda con el mundo real.

La situación actual es la siguiente (y si tienen ustedes que recordar una sola frase de esta conferencia, esa frase es la que sigue): Entre los expertos de los sectores vinculados que han estudiado el asunto, el peso de la opinión científica y profesional inclina actualmente la balanza del lado del Movimiento por la Verdad sobre el 11/9. Más de mil se han expresado públicamente sobre la teoría oficial, y prácticamente ningún científico o profesional de los sectores vinculados ha apoyado abiertamente esa teoría –con excepción de los que no son independientes y cuya carrera se vería amenazada si se negaran a hacerlo. Este último punto es importante ya que, como señaló Sinclair Lewis: «Es difícil hacerle comprender algo a alguien cuando su salario lo obliga a no comprender.» Con excepción de esas personas, prácticamente todos los expertos de los sectores vinculados que han estudiado cuidadosamente la cuestión rechazan la teoría oficial de la conspiración. Por consiguiente, es hora de que los periodistas, y todos en general, echen una nueva mirada sobre el 11 de septiembre.

Nuevos elementos

Los periodistas dicen a menudo que no pueden trabajar con «historia antigua». Necesitan nuevos elementos. El caso es que la cantidad de nuevos elementos justifica ampliamente un nuevo enfoque sobre el 11 de septiembre. Son tantos que solamente puedo mencionar algunos.

Sorprendentemente, algunos de esos elementos han sido proporcionados por el FBI. Aunque inicialmente fue la principal agencia encargada de crear y defender la versión oficial, recientes revelaciones que hacen planear la duda sobre esa versión se deben precisamente al FBI.

Un ejemplo de ello tiene que ver con uno de los pilares centrales de la teoría oficial de la conspiración: la afirmación de que los atentados se realizaron por orden de Osama Ben Laden. Esa afirmación se utiliza aún para justificar la acción militar americana en Afganistán, acción para la cual el presidente Obama pidió el apoyo sin reservas de los europeos. Pero si ustedes visitan el sitio [Most Wanted Terrorists] dedicado a Osama Ben Laden, descubrirán que los atentados del 11 de septiembre no aparecen entre los hechos por los cuales se busca a este hombre. Un miembro del Movimiento por la Verdad se puso en contacto con el Cuartel General del FBI para pedirle una explicación. Un responsable de relaciones públicas le respondió: «No disponemos de ninguna prueba formal que permita vincular a Ben Laden con el 11 de septiembre».

Otro ejemplo tiene que ver con las llamadas telefónicas desde los aviones, que permitieron que se supiera en tierra que los aviones habían sido secuestrados. Alrededor de quince personas declararon que sus familiares las habían llamado desde sus teléfonos celulares (o móviles). Desde el vuelo UA93 –que parecía haberse estrellado en Pensilvania– se realizaron una docena de llamadas con teléfonos celulares. Deena Burnett declaró haber recibido 3 o 4 llamadas de su marido, Tom Burnett. Ella sabía que él estaba utilizando su móvil porque, según declaró al FBI, reconoció el número que se veía en la pantalla de su propio teléfono.

La mayor parte de esas llamadas se realizaron, supuestamente, mientras que los aviones a 10 000, incluso a 12 000 metros de altitud.
Los pilotos y los científicos del Movimiento señalan, sin embargo, que, teniendo en cuenta la tecnología telefónica disponible en el año 2001, era imposible poder realizar una llamada desde un avión en vuelo a gran altitud. Los defensores de la versión oficial, como Popular Mechanics, afirmaron lo contrario. Pero el propio FBI les opuso un serio desmentido.

En 2006, durante el juicio contra Zacarias Moussaoui, el supuesto 20º pirata, se le solicitó al FBI que presentara pruebas sobre las llamadas [telefónicas] realizadas desde los 4 aviones de pasajeros. Su informe indica que de las 37 llamadas provenientes del vuelo UA93, sólo 2 se hicieron desde un móvil, en momentos en que el avión –a punto de estrellarse– se encontraba a muy baja altitud. En otras palabras, el FBI apoyo de forma implícita la tesis del Movimiento por la Verdad, según la cual era imposible realizar llamadas con teléfonos celulares desde un avión a gran altitud. Un duro golpe para Popular Mechanics.

Lo importante, sin embargo, es que el FBI afirma actualmente que Deena Burnett y todos los que decían haber recibido llamadas desde teléfonos celulares se equivocaron. Pero, ¿cómo pudo Deena Burnett equivocarse si reconoció varias veces el número de Tom que se veía en la pantalla de su propio teléfono? El FBI, que había recogido su testimonio sin discutirlo, no responde a esa pregunta. La única explicación posible parece ser, sin embargo, que las llamadas que recibió Deena eran falsas. La tecnología que permite falsear las llamadas ya existía en aquel entonces. Algunos aparatos permiten falsificar cualquier número. Sin contar que la tecnología de transformación de la voz estaba lo bastante adelantada como para engañar incluso a la esposa del individuo que supuestamente estaba realizando la llamada. Al poner en duda el origen de esas llamadas telefónicas, el FBI admitió implícitamente que estas podían haber sido falsificadas. Y si las llamadas desde teléfonos celulares fueron falsificadas, se puede suponer que todas lo fueron igualmente.

El informe del FBI sobre las llamadas provenientes del vuelo AA77 contradice más seriamente aún la versión oficial. Las más importantes de todas las «llamadas desde los aviones» fueron las de Barbara Olson, una presentadora de la CNN muy conocida y esposa de Ted Olson, fiscal general del ministerio de Justicia. Fue Ted Olson quien representó a Bush y Cheney ante la Corte Suprema, en el litigio sobre los resultados del escrutinio en La Florida, cuando la elección presidencial del 2000. El 11 de septiembre, Ted Olson declaró a la CNN y al FBI que su esposa Barbara, quien se encontraba a bordo del vuelo AA77 –el que supuestamente se había estrellado contra el Pentágono–, lo había llamado dos veces afirmando que piratas que los piratas, armados de cuchillos y de cuchillas para cortar papel o cartón, habían secuestrado el avión.

Esas llamadas fueron muy importantes porque eso implicaba que el vuelo AA77 estaba todavía en vuelo –en vez de haberse estrellado en Ohio, o en un Estado vecino, como pensaban algunos. Eso significaba también que podía tratarse del avión que iba a estrellarse contra el Pentágono. Y, sobre todo, la idea de que musulmanes hubieran asesinado a Barbara Olson sería manipulada como argumento a favor de la supuesta guerra contra el terrorismo.

Pero, durante el juicio contra Moussaoui, el FBI no confirmó las declaraciones de Ted Olson sobre aquellas llamadas. Su informe sobre las llamadas del vuelo AA77 no mencionan las de Barbara Olson. El informe dice que ella «trató» de hacer una llamada, que «no tuvo éxito», y que, de hecho, [la llamada] duró «0 segundos». Esa historia resulta increíble. El FBI forma parte del ministerio de Justicia. El informe del FBI fechado en 2006 señala, sin embargo, que las dos llamadas mencionados por el ex fiscal general de ese mismo misterio nunca existieron. Eso nos deja solamente dos posibilidades: O Ted Olson inventó esa historia, o fue engañado, al igual que Deena Burnett y otras personas. En ambos casos, uno de los elementos que sirven de fundamento a la teoría oficial de la conspiración se basa en esas mentiras.

¿Cuántas personas creerían aún la versión oficial si supieran que el FBI la contradice de varias maneras? Seguramente serían pocas. Esto ilustra lo que intento demostrar: la mayoría de los que siguen creyendo en la teoría oficial de la conspiración, la versión Bush-Cheney, ignoran decenas de hechos que la contradicen.

El edificio 7 del World Trade Center

Voy ilustrar este punto, para terminar, referiéndome al derrumbe del edificio 7 del WTC. El movimiento considera desde hace mucho tiempo que este es el talón de Aquiles de la teoría oficial de la conspiración, por varias razones: ningún avión se estrelló contra el edificio 7; los incendios afectaron solamente algunos pisos; y se derrumbó sobre sí mismo, prácticamente a la velocidad de una caída libre, exactamente como en un tipo de demolición controlada que se conoce con el nombre de implosión, en la cual el edificio se retrae sobre sí mismo y termina convertido en un compacto montón de escombros. Está claro que los defensores de la versión oficial no quieren que alguien se interese por el derrumbe de ese inmueble. El Informe de la Comisión Investigadora ni siquiera lo menciona. Ese derrumbe raramente apareció en televisión antes del año 2008, cuando el NIST por fin publicó un informe sobre él, informe que había rechazado año tras año publicándolo sólo cuando la administración Bush-Cheney se preparaba para partir.

El informe del NIST sobre el edificio 7 será el tema de mi próximo libro. Ese informe revela, involuntariamente, que no es posible defender la teoría oficial, según la cual ese inmueble se derrumbó solamente por causa de los incendios. Para lograr lo imposible, el NIST tuvo que ignorar diferentes tipos de pruebas físicas [halladas] en el polvo del WTC, como la presencia de partículas que solamente pudieron formarse a muy altas temperaturas –en varias veces superiores a las provocadas por un incendio. Ese polvo también contiene elementos que no pueden ser otra cosa que residuos de nadotermita, clasificada como altamente explosiva. Contiene incluso una sustancia termítica activa, descubierta por el físico Steven Jones, que no es otra cosa nanotermita [unreacted].

Esa es la conclusión del nuevo artículo al que me referí anteriormente, cuyo principal autor, Niels Harrit, es experto en nanoquímica.

Cuando se le preguntó al NIST si se había realizado la búsqueda de rastros de explosivos en el polvo del WTC, la respuesta fue negativa. Al ser interrogado sobre las razones de que no se realizara esa búsqueda, Michael Newman, vocero del NIST, respondió: «Porque no había prueba alguna.» Ante tan oscura respuesta, el periodista preguntó: «Pero, ¿cómo saben ustedes que no hay pruebas si no las buscan?» Nueva respuesta, tan oscura como la anterior: «Si se busca algo que no está, se despercia el tiempo… y el dinero de los contribuyentes».

El NIST también ignoró, o deformó, los testimonios en los que se hablaba de explosiones en el edificio 7. El más importante era el de Barry Jennings, del Buró de Vivienda de la ciudad de Nueva York. En el momento del impacto contra la torre norte, a la 8h46, Jennings corrió, naturalmente, hacia su oficina, en el piso 23 del edificio 7, donde también se encontraba el Buró de Manejo de Situaciones de Urgencia del alcalde Giuliani. Pero cuando Jennings y Michael Hess, el consejero de negocios de Giuliani, llegaron allí, cerca de las 9h, ya todo el mundo se había ido. Llamaron para saber lo que tenían que hacer, y les dijeron que salieran del edificio inmediatamente. Como no funcionaba el ascensor, los dos corrieron hacia abajo por las escaleras. Al llegar al piso 6, una enorme explosión levantó el piso bajo sus pies. Al subir de nuevo al piso 8, Jennigs romper un cristal para pedir auxilio, y en ese momento pudo ver las Torres Gemelas, aún en pie.

Sin embargo, cuando Giuliani contó lo que su amigo Michael Hess había vivido aquel día, escribió que la enorme cosa que Hess y Jennings llamaron una explosión no era sino el efecto producido por los escombros del derrumbe de la torre norte, que no se derrumbó hasta las 10h28. Así que Giuliani sitúa ese episodio por lo menos una hora más tarde que Jennings. La versión de Giuliani se convirtió en la versión oficial. El NIST la defendió en su informe del año 2005 sobre las Torres Gemelas, al igual que en 2008 en un reportaje de la BBC sobre el edificio 7.

Jennings contó su historia en una entrevista concedida a los realizadores de Loose Change Final Cut. Pero, antes de la difusión del film, pidió que se retirara la entrevista, por miedo a perder su empleo. Más tarde, sin embargo, volvió a contarla en una entrevista concedida a la BBC. Pero la BBC reinsertó su testimonio en la cronología oficial, haciendo creer así que la enorme explosión que describía Jennings se debía en realidad a los «escombros de un rascacielos que se derrumba». La BBC incluso hace creer que Jennings estaba solo, aunque éste último dice varias veces «nosotros», al hablar de sí mismo y de Hess.

El programa de la BBC se transmitió en julio de 2008. El NIST, cuya cronología sigue la BBC, publicó al mes siguiente la primera versión de su informe sobre el edificio 7. Sólo 2 días antes de la publicación, Barry Jennings, que tenía 53 años, murió de forma misteriosa. Los que trataron de obtener más información no lograron saber nada más, aparte de que su muerte se produjo en el hospital.

Sea cual sea la causa de su fallecimiento, lo cierto es que se produjo en el momento preciso. Cuando el NIST publicó su informe, ya Jennings no estaba presente para hablar del asunto. Y la BBC pudo transmitir una segunda versión de su documental, esta vez con el testimonio de Michael Hess, vicepresidente (desde 2002) de la firma de consultoría del ex alcalde Giuliani. De forma nada sorprendente, Hess apoya la cronología que defienden Giuliani, el NIST y la BBC, así como sus afirmaciones de que no hubo ninguna explosión en el edificio 7.

La entrevista de Barry Jennings a los realizadores de Loose Change Final Cut, en la que contradice esa cronología, está disponible en Internet (ver Testimonio de Barry Jennings). El caso de Jennings ilustra perfectamente la amenaza que la verdad sobre el edificio 7 representa para la teoría oficial de la conspiración.

Como quiera que sea, existen otras razones por las cuales el edificio 7 constituye efectivamente el talón de Aquiles de esa teoría. Dije, hace un momento, que el edificio 7 se había derrumbado prácticamente a la velocidad de una caída libre. En la primera versión de su informe, publicado en 2008, el NIST afirmaba que el derrumbe había durado mucho más tiempo que si se hubiera producido a la velocidad de una caída libre. Y también explicaba por qué, según su teoría del «derrumbe progresivo», la caída libre absoluta habría sido imposible. Pero David Chandler, un profesor de física, hizo un video que muestra el inmueble derrumbándose en caída libre absoluta durante más de 2 segundos. Chandler confrontó al NIST exponiéndole su trabajo durante un debate público, que se transmitió en vivo.

Sorprendentemente, en su informe final publicado en noviembre, el NIST admite que el edificio 7 se derrumbó en caída libre durante más de 2 segundos. Pero no por ello modificó su teoría. En su informe final, el NIST admite entonces la caída libre como un hecho empírico, a la vez que elabora una teoría que simplemente no concuerda con la caída libre. Esa contradicción constituye la más importante autodestrucción de la teoría oficial de la conspiración, según la cual un grupo de terroristas musulmanes ocasionó el derrumbe de 3 inmuebles del WTC estrellando aviones de pasajeros contra 2 de ellos.

Conclusión

Concluiré dirigiéndome a los miembros del Movimiento por la Verdad sobre el 11 de septiembre –tanto a los viejos como a los nuevos. Yo les diría que hoy más que nunca es necesario redoblar nuestros esfuerzos por lograr que se sepa la verdad. Tenemos un nuevo presidente en la Casa Blanca. Sugiero que nos dirijamos principalmente a él. Él prometió que basará su política en la ciencia y en la inteligencia. Es un político, pero también es abogado y un hombre de fe, y tiene que saber que son muy numerosas las asociaciones de profesionales que les están pidiendo que autorice una nueva investigación.

Además de proseguir nuestras actividades, tenemos también que hacer todo lo posible conseguir que más científicos, abogados, militares, oficiales de los órganos de inteligencia y, sobre todo, más responsables políticos se unan a nosotros, porque es eso lo que necesitamos: ganarnos el apoyo de responsables políticos a través del mundo para que nos ayuden a obtener una nueva investigación, realmente independiente, y que se revele la verdad sobre el 11 de septiembre, para que las políticas basadas en la teoría del complot desarrollada por la administración Bush-Cheney sean definitivamente abolidas.

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la traducción al francés de ReOpen911.info

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David Ray Griffin, es profesor emérito de filosofía de las religiones y de teología en la Claremont School of Theology y la Claremont Graduate University.
Es también codirector del Center for Process Studies, que divulga y desarrolla la corriente filosófica de Alfred North Whitehead, basada en las ciencias.
Griffin ha publicado 34 libros, entre ellos 7 sobre el 11 de septiembre, 3 de los cuales han sido traducidos al francés: Le Nouveau Pearl Harbor, Omission & manipulations de la Commission d’enquête (premio de la Fundación Helios en 2006) y La Faillite des médias (medalla de bronce en la categoría Actualidades del Independent Publisher Book Awards en 2008).
Su más reciente obra es The New Pearl Harbor Revisited: 9/11, the Cover-Up, and the Exposé, elegido en noviembre del año 2008 como «Selección de la Semana» por Publishers Weekly (el equivalente estadounidense de Livres Hebdo).
Sus 2 próximos libros estarán dedicados al 11 de septiembre y tendrán por título: Oussama ben Laden: Dead or Alive? y The Mysterious Collapse of World Trade Center 7: Why the Final Official Report about 9/11 is Unscientific and False.

 David Ray Griffin

Professeur émérite de philosophie des religions à l’université de Claremont (Californie).


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