Sunday, August 16, 2009





Así que parece que después de todo no vamos a tener una segunda Gran Depresión. ¿Qué nos salvó? La respuesta, básicamente, es el Gran Gobierno. Solo para dejar algo en claro; la situación económica sigue siendo terrible, es más, peor de lo que casi todos pensaron no hace mucho.

La nación ha perdido 6,7 millones de empleos desde que comenzó la recesión. Una vez que tengamos en cuenta la necesidad de encontrar empleo para una población creciente en edad laboral, probablemente tengamos nueve millones de empleos menos de los que debiéramos tener.

Y el mercado laboral aún no ha cambiado su tendencia --ese ligero descenso en la tasa de desempleo del mes pasado probablemente haya sido un error estadístico. Aún no hemos llegado al punto en que las cosas realmente empiecen a mejorar; por el momento, lo único que podemos celebrar son los indicios de que las cosas están empeorando más lentamente.

Sin embargo, por todo eso, el último aluvión de informes económicos sugiere que la economía ha retrocedido varios pasos del borde del abismo.

Hace unos pocos meses la posibilidad de caer al abismo parecía demasiado real. El pánico financiero de fines de 2008 fue tan grave, en cierto sentido, como el pánico bancario de principios de la década de 1930, y durante un tiempo los indicadores económicos claves --comercio mundial, producción industrial mundial, incluso los precios de la bolsa-- estaban cayendo tan o más rápidamente que en 1929-1930. Pero en la década de 1930 las curvas de tendencia seguían cuesta abajo. Esta vez, la caída parece estar terminando al cabo de solo un año terrible.

Entonces, ¿qué nos salvó de una total repetición de la Gran Depresión? La respuesta casi seguramente radica en el papel muy diferente desempeñado por el gobierno.

Con toda probabilidad, el aspecto más importante del papel del gobierno en esta crisis no es lo que ha hecho, sino lo que no ha hecho: a diferencia del sector privado, el gobierno federal no ha reducido el gasto a medida que han disminuido sus ingresos. (Los gobiernos estatales y locales han sido una historia diferente.) Los ingresos por impuestos están muy por debajo, pero los cheques de la Seguridad Social se siguen emitiendo. Medicare aún paga las facturas del hospital; los empleados federales, desde los jueces a los guardabosques y los soldados aún reciben su salario.

Todo esto ha ayudado a sustentar la economía en su momento de crisis en una forma que no sucedió en 1930, cuando el gasto federal era un porcentaje mucho menor del PIB. Y sí, eso significa que los déficits presupuestarios --que son una mala cosa en tiempos normales-- en realidad son ahora una ventaja.

Además de tener este efecto estabilizador “automático”, el gobierno ha intervenido para rescatar al sector financiero. Uno puede decir (yo lo haría) que el rescate de las firmas financieras debió haber sido manejado de mejor manera, que los contribuyentes han pagado demasiado y recibido muy poco. Pero es posible estar insatisfecho, incluso enfadado, acerca de la manera en que han funcionado los rescates financieros aunque se reconozca que sin estos rescates las cosas hubieran sido mucho peores.

El asunto es que en esta oportunidad, a diferencia de la década de 1930, el gobierno no adoptó una actitud de lavarse las manos mientras gran parte del sistema bancario se desplomaba. Y esa es otra razón por la que no estamos viviendo en la Gran Depresión II.

Por último y probablemente menos importante, pero de ninguna manera triviales, están los esfuerzos deliberados del gobierno por dinamizar la economía. Desde el inicio argumenté que la Ley de Recuperación y de Reinversión, conocida como el plan de estímulo de Obama, era demasiada pequeña. No obstante, estimados razonables sugieren que están trabajando ahora alrededor de un millón de norteamericanos adicionales que los que hubieran estado empleados sin ese plan --una cifra que crecerá con el tiempo-- y que el estímulo ha desempeñado un papel significativo en sacar a la economía de su caída libre.

En resumen, el gobierno ha desempeñado un papel estabilizador crucial en esta crisis económica. Ronald Reagan estaba equivocado: a veces el sector privado es el problema. Y el gobierno es la solución.

¿Y no se alegran ustedes que en este momento el gobierno esté dirigido por gente que no odia al gobierno?

No sabemos cuáles hubieran sido las políticas económicas de una administración McCain-Palin. Sin embargo, sí sabemos lo que los republicanos en la oposición han estado diciendo --y se reduce a exigir que el gobierno deje de impedir el avance de una posible depresión.

No estoy hablando solo de una oposición al estímulo. Los más importantes republicanos quieren eliminar también los estabilizadores automáticos. En marzo, John Boehner, el líder de la minoría en la Cámara de Representantes, declaró que como las familias están sufriendo, “es hora de que el gobierno les apriete el cinturón y demuestre al pueblo norteamericano que ‘aguantemos’.” Afortunadamente, su consejo fue ignorado.

Aún estoy muy preocupado por la economía. Me temo que aún existe una sustancial posibilidad de que el desempleo permanezca alto por un tiempo muy largo. Pero parece que hemos evitado lo peor: la catástrofe total ya no parece probable.

Y la razón es el Gran Gobierno, dirigido por gente que comprende sus virtudes.

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