Thursday, September 17, 2009


La degradación panista

ÁLVARO DELGADO

Con motivo de la publicación de su segundo libro, Volver a empezar. Un llamado a la perseverancia desde la Democracia Cristiana, que comenzará a circular en estos días bajo el sello de Grijalbo, el exdirigente panista Manuel Espino revela en entrevista con Proceso que en 2006 habló con 10 gobernadores priistas para convencerlos de apoyar a Calderón en lugar de respaldar a López Obrador. Y, en el marco del 70 aniversario de ese partido, dice que este es el momento de volver a la doctrina y refundar el PAN terminando con la corrupción, los fraudes electorales y las campañas sucias que practica –en las cuales reconoce haber participado–, al igual que con las “acciones facciosas y segregacionistas” que ha impuesto Felipe Calderón…

Las prácticas de corrupción, impunidad, represión, fraudes electorales, campañas sucias, imposiciones y otros vicios que caracterizan al Partido Acción Nacional (PAN) y sus gobiernos sólo se explican por el abandono del ejercicio congruente de la política y por la consolidación de un pragmatismo extremo, reconoce Manuel Espino.
En el marco de los 70 años de la fundación del PAN, que se cumplen este miércoles 16 tras la peor derrota de su historia, Espino plantea la “refundación” del partido que presidió para cumplir con el objetivo fundamental de generar ciudadanía, más allá de ganar elecciones.
El controvertido exdirigente panista, confrontado con la facción que encabeza Felipe Calderón, irrumpe con un nuevo libro, Volver a empezar. Un llamado a la perseverancia desde la Democracia Cristiana, editado por Grijalbo, en el que plantea retornar a los principios fundacionales del PAN y deponer el pragmatismo.
En amplia entrevista, Espino inclusive distingue entre el “pragmatismo ramplón” de Germán Martínez y Juan Camilo Mouriño –ya fallecido–, que condujo a derrotas, y el que él practicó con gobernadores priistas para hacer ganar a Felipe Calderón en 2006, cuando –acepta– el PAN recurrió a una campaña sucia que polarizó a la sociedad.
“Reconozco que se dio esa campaña y que luego me la atribuyeron cuando eso afectaba al equipo de campaña. Por cuidar a mi candidato y las posibilidades de éxito, acepté culpas que no eran mías”, dice Espino. “No se valen campañas de denostación, de desprestigio, y eso hicimos”.
En una actitud autocrítica para sustentar su llamado a regresar al PAN a sus orígenes –“tengo que corregir mis propios errores dentro de mi trayectoria”–, plantea también la necesidad de reconsiderar el rechazo del PAN a temas como el aborto, las familias no tradicionales, los homosexuales y las lesbianas.
“Me parece que a ratos el PAN ha tenido una actitud injusta e inhumana con esas personas. Podemos no estar a favor del aborto, pero no se justifica condenar a tres años de cárcel a una mujer que aborta”, expresa.
Y agrega que, aun cuando hay mujeres que abortan por haber sido violadas, son expuestas al escarnio y a la persecución en estados gobernados por el PAN: “Yo no estoy de acuerdo con lo que hicieron los panistas en Guanajuato, por ejemplo, porque eso no es humano”.
Presidente de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), Espino reprueba, así mismo, los recurrentes ataques de sus correligionarios al Estado laico: “Un mandatario, si es católico o profesa algún credo religioso, no debe andarlo exhibiendo en el desempeño de su función pública, porque genera confusión y debilita al Estado laico, en el que yo creo”.
Allegado a Vicente Fox, quien como presidente de México ostentó su condición de católico militante, como cuando se postró para besar el anillo papal de Karol Wojtyla, Espino califica esa conducta de “grave error personal”.
–No fue sólo personal, dado que era jefe de Estado.
–El Estado no se equivocó, se equivocó el mandatario, la persona, se equivocó Vicente Fox. Y eso fue, de alguna manera, un agravio, aunque sea menor, al Estado. Si recibe al Papa como jefe de Estado debe prevalecer el protocolo del jefe de Estado y, ya en privado, si quiere rezar y besarle la mano es otra cosa.
Resume: “Ese tipo de temas los planteo en el libro, porque percibo un partido entumecido, que no es capaz de reflexionar en sus tesis originales, y trato de sacudir la esclerosis que padecen algunos partidos de la democracia cristiana –incluido el PAN– que, por pereza, comodidad o conveniencia política hacen a un lado las ideas, las tesis doctrinarias”.
–Ahora en el PAN todos hablan de volver a los orígenes…
–Pero hablar de retornar a los orígenes y seguirse comportando como priistas es retórica, igual que hablar de unidad pero autorizar y promover acciones que dividen. Es retórica ofrecer victorias y ni siquiera ocuparse de estrategias exitosas para evitar derrotas.
El exdirigente panista aborda en su libro, igualmente, la carencia de líderes con consistencia política, “que al primer revés abandonan el barco y la tripulación”, alegando apego a la cultura de la dimisión. “Es falso y grotesco que en la democracia cristiana haya eso. Queremos dirigentes que, en la adversidad, no se arredren”.
–¿Se refiere a Germán Martínez?
–Sin lugar a dudas. Pero como él hemos tenido muchos otros en estados y municipios. Hemos tenido dirigentes que se prestan al cochupo, que abusan del cargo directivo para poner a sus amigos, compadres y parientes en posiciones de privilegio o para hacerse ellos mismo de una candidatura. Esos no son los líderes que queremos en la democracia cristiana.
Refundación
Volver a empezar es el segundo libro de Espino, quien hace un año publicó también Señal de alerta, donde acusó a los “capos del calderonismo” de pretender apoderarse del control del PAN y de pactar con políticos como Manlio Fabio Beltrones, a quien hizo aparecer en la portada saludando, casi sometiendo, a Felipe Calderón.
A diferencia de Señal de alerta, en Volver a empezar, Espino no hace imputaciones directas a panistas, sino que privilegia las ideas de pensadores de la democracia cristiana, como Carlos Castillo Peraza, quien el pasado miércoles 9 cumplió nueve años de fallecido sin que, al parecer, nadie en el PAN se acordara del aniversario.
En entrevista el jueves 3 de septiembre, un día después de que Calderón encabezó un acto político en Palacio Nacional con motivo de la entrega del Tercer Informe de Gobierno, Manuel Espino manifiesta que el aniversario del PAN y el inicio de la presidencia de César Nava abren la oportunidad para transformar el partido, sobre todo después de la gestión de Germán Martínez.
“Estoy confiado en que Nava va a cerrar en definitiva el triste capítulo”, dice, y advierte que el desempeño de la dirigencia del PAN no se debe medir por los triunfos electorales, sino por la reconciliación interna. “Si eso lo logramos en la presidencia de César, será un gran avance hacia nuestro propio origen”.
–¿Se trata de una refundación?
–Sí, una especie de refundación, sin menospreciar lo que hemos aprendido y logrado durante 70 años. Creo que el 70 aniversario significa una nueva oportunidad para el PAN y los panistas de darnos la mano, haciendo a un lado los agravios, los resentimientos… que los ha habido. Es la mejor ocasión para volver a empezar.
“Ojalá que esa actitud de César, que la veo sincera, se refleje en las acciones, en los hechos y en las decisiones, y ojalá que esa misma actitud permee en el gobierno federal para que terminen las acciones facciosas y segregacionistas que existen, no de manera fortuita, sino por línea, por instrucción, directriz, por orden expresa de la autoridad.”
–¿De Calderón?
–Sin lugar a dudas. Espero que el presidente también sea sensible a la necesidad de retomar el humanismo, el espíritu de solidaridad entre quienes podemos pensar diferente, y reconozcamos que somos parte de un mismo proyecto en beneficio de la nación.
Según Espino, en el PAN y en sus gobiernos hay un problema de congruencia: “Germán llegó a la presidencia del PAN hablando de unidad, y se mantuvo año y medio haciendo, alentando y diciendo cosas que dividían”.
Y añade: “Es un poco lo que ha pasado con el gobierno federal: Desde el primer día, el presidente de México habló de unidad, pero desde el gobierno se han permitido cosas que han agredido a la oposición, que han dificultado la unidad, el acuerdo y el consenso”.
Evoca el mensaje de Calderón en el Palacio Nacional, particularmente el llamado a la unidad y al cambio: “Escuché que es la hora de cambiar, y yo diría: Es la hora de volver a empezar, pero que sea en serio. No podemos seguir convocando a la unidad, pero ser la causa de acciones y de procesos que lastiman la confianza y que dificultan esa unidad”.
Sobre Nava, a cuya candidatura única se opuso y aun se reunió con él la víspera de la elección para mandarlo “olímpicamente al carajo”, Espino aprecia un esfuerzo de inclusión, que ya se tradujo en otra reunión privada y en nombramientos de algunos de quienes fueron colaboradores de Espino, quien dice mantener su “permanente exigencia de congruencia”.
Pragmatismo bueno
El PAN se ha impuesto, continúa, un pragmatismo extremo que mandó “de vacaciones” a la doctrina, como proclamó Vicente Fox.
“¡Se acabaron las vacaciones! No más pragmatismo, no más actitud facciosa. ¡Volvamos a ser lo que siempre fuimos!”, exclama Espino, quien distingue entre el pragmatismo que hubo en las elecciones de Chiapas, donde él repartió propaganda del PRI, y el de los comicios de Yucatán, donde intervino Mouriño.
En Chiapas, recuerda, el candidato del PAN renunció a favor del candidato del PRI por “una decisión del equipo del presidente electo”, y Espino fue para aclarar que no era una cesión al PRI, sino a favor del candidato. “Era un poquito tratar de salvar algo del PAN”.
Contrasta este caso con el de Yucatán. “¡Yo no fui el que echó a perder la campaña exitosa! Fue Juan Camilo Mouriño, fue Jorge Manzanera Quintana. Íbamos muy bien. Yo estuve un mes permanentemente ahí. Fui al registro del candidato a gobernador de Baja California, y en ese descuido se metieron por la puerta de atrás, cambiaron la estrategia, los métodos, la publicidad, agredieron a la candidata del PRI, y eso le dio la vuelta a la campaña. ¡Ese es pragmatismo ramplón e incongruente con lo que es el PAN, y nos ha hecho perder espacios!”.
En cuanto a las gestiones que hizo ante gobernadores priistas para que movieran sus maquinarias electorales a favor de Calderón en 2006, Espino las define como “un pragmatismo que no agravia principios”, porque buscó el voto útil. “Estaba yo tratando de convencerlos de que era mejor Calderón que Andrés Manuel López Obrador”.
–¿A cambio de qué?
–¡De nada! ¡No hubo negociación! Yo fui a generar una reflexión: “Tu candidato no va a ganar. Escoge: Felipe o El Peje”. Punto. No hubo una negociación de esto a cambio de aquello, jamás la hubo.
En el caso de Mario Marín, de Puebla, envuelto en un escándalo tras violar los derechos humanos de la periodista Lydia Cacho por encargo de Kamel Nacif, dice que su caso se resolvería en el ámbito judicial, no en los espacios del Ejecutivo y el Legislativo.
“Yo le dije: ‘Lo que te pido es que le ayudes a tu estado a tener un presidente de la República que sea el mejor posible, y en este momento el mejor posible es Calderón’. No fui a ofrecerle ni impunidad ni apoyo, absolutamente nada. Lo planteo en el libro: El pragmatismo sin principios, por intereses partidistas, que no atiende al interés superior, es totalmente deleznable.”
Reitera que habló con 10 gobernadores del PRI “porque son los que mueven la maquinaria” electoral, pero no para ofrecerles un acuerdo. “Les hice ver el riesgo que implicaba que ganara López Obrador”.
–¿Por qué riesgo?
–Era mi convicción y quería hacer ganar a mi candidato.
–Eso no se hace de gratis.
–Pues mira, a lo mejor soy muy pendejo, pero yo no cobro por hacer política, no cobro por hacer acuerdos, y como presidente del PAN jamás lo hice.
Admite, eso sí, que en esa campaña y en las subsecuentes se emplearon técnicas de propaganda que polarizan a la sociedad, como lo refiere en su nuevo volumen.
“No se justifica, bajo ninguna circunstancia, que un partido que está en la responsabilidad de gobierno agreda a la oposición, porque eso esteriliza la política. Eso hizo el PAN y eso ha hecho en reiteradas ocasiones”, expone, y asegura que, siendo presidente del partido, manifestó, internamente, su desacuerdo con esa estrategia.
Sin embargo, “tuve que apechugar, pero no estoy obligado a que, sólo porque apechugué siendo el dirigente del partido, lo tenga que seguir haciendo. En el libro también hago un llamado a la congruencia en las campañas. Tenemos que ser los principales promotores de campañas de diálogo, de debate, de propuesta, no de denostación”.
Identificado con el sector más conservador del PAN y aun como miembro de El Yunque –hecho que él niega–, Espino afirma que hay muchos panistas que, estando concientes del alto nivel de pragmatismo que padece el PAN, coinciden en el empeño de regresar al partido al cauce de las ideas, la doctrina, la reflexión y la práctica congruente de la política. En el PAN, advierte, es preciso contrarrestar la corrupción, tema que también analiza en Volver a empezar. “Si ya incurrimos en prácticas inmorales y de corrupción, es hora de cambiar y volver al origen”, enfatiza.
Lo mismo, continúa, debe hacerse ante los actos de defraudación electoral que se producen en el PAN y que quedan en la impunidad, como ocurrió, afirma, en el Comité Ejecutivo Nacional presidido por Germán Martínez. “Las actitudes fraudulentas en mi partido no fueron poquitas, sino muchas, como el intento de fraude contra (Javier) Corral”, especifica.
Y sentencia: “Los que la han hecho la deben pagar. Sería muy lamentable que la inmoralidad se recompense con cargos públicos. Sería muy lamentable que la incongruencia se recompense con candidaturas y posiciones de privilegio. No sería ético, porque alienta la impunidad”.

Este reportaje se publicó en la edición 1715 de la revista Proceso que empezó a circular el domingo 13 de septiembre.

"... hecho que él niega..."

"Acción Nacional es un equívoco"

CARLOS ARRIOLA*

Tal es el título que el católico ultraortodoxo Jesús Guiza y Acevedo utilizó para su libro (Ed. Polis, 1966), cuando renunció a 25 años de militancia en el PAN, a pesar de haber sido un distinguido miembro fundador. Guiza y Acevedo fue, además, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y autor de numerosos libros y artículos.
El texto citado es una de las diatribas más violentas escritas contra el PAN. A pesar de las descalificaciones y denuestos, Guiza identifica, temprana y acertadamente, algunos problemas congénitos al partido. Cabe mencionar dos: “Acción Nacional declara no ser de izquierda, ni de derecha, quiere ser sólo de hoy, y rechaza cualquier continuidad histórica”. Y en efecto, el PAN, al igual que muchos otros partidos de derecha en el mundo, intenta negar su filiación histórica con los conservadores del siglo XIX. El rechazo oficial nunca impidió que varios de sus líderes, como Efraín González Luna, candidato presidencial en 1952, defendiera en la revista del partido el pasado colonial y a Lucas Alamán. Felipe Calderón, a la sazón presidente del PAN, vitoreó a Agustín de Iturbide un 15 de septiembre en el Ángel de la Independencia.
A pesar de estas manifestaciones, la línea oficial fue la señalada por Guiza y Acevedo: ser sólo de hoy. El esfuerzo por ignorar un pasado rico en enseñanzas trajo aparejado un desconocimiento de la naturaleza de los problemas actuales del país que resumieron y simplificaron en la falta de democracia. Esta actitud se tradujo en sus plataformas electorales, durante seis décadas, caracterizadas más por posiciones éticas que políticas. La tónica cambió con Fox, ya que las plataformas, incluyendo la última, parecen haber sido redactadas por agencias de publicidad abocadas al hoy, hoy, hoy.
La segunda crítica importante de Guiza y Acevedo también fue pertinente: “Acción Nacional no es sólo un equívoco. Es, también, un retraimiento, una vacilación en cuanto a las formas o formalidades de su actividad política y una vituperable, execrable traición en cuanto al fondo. Es rémora y pala (en su acepción de engaño), pero pala de ‘palero’”.
El motivo inmediato del enojo del autor fue la participación del PAN, con Adolfo Christlieb, en la reforma electoral de 1963 que estableció los diputados de partido (el PAN obtuvo 18 de un total de 183) y el reconocimiento, por vez primera, del triunfo en las urnas del presidente Díaz Ordaz. Ello implicaba el reconocimiento de facto de la legitimidad del régimen revolucionario. Este fue el motivo de fondo que resultó inaceptable para el ultramontano escritor que, al igual que muchos otros panistas de la primera hora, concebían al PAN más como un movimiento antisistema que como un partido político de oposición, tal y como lo pensó Gómez Morín. Resabios de esta actitud antisistema se manifestaron cuando Luis H. Álvarez luchó arduamente en el Consejo Nacional, durante 18 meses, para que después de una década se aceptara recibir el financiamiento público que la reforma de Reyes Heroles otorgó a los partidos.
Desde la otra acera, la liberal, don Daniel Cosío Villegas también denunció el equívoco que significaba el PAN, desde una perspectiva política. En su famoso ensayo La crisis de México, publicado casi 20 años antes que el de Guiza y Acevedo, escribió: Para combatir la corrupción “que ha rajado el tronco de la Revolución Mexicana”, hay que considerar la posibilidad de la alternancia política y de que Acción Nacional llegara al poder. Esta eventualidad lo aterra, ya que estima que la Iglesia, “con su incurable oscurantismo”, perseguiría a los liberales e impediría resolver los problemas del país. Pero más le preocupaba la incapacidad del PAN para gobernar: “Acción Nacional se desplomaría al hacerse gobierno… no cuenta ni con principios ni hombres… se ha gastado en una labor de denuncia, pero poco o nada ha dicho sobre cómo organizaría las instituciones del país”.
El PAN nada decía porque el poderoso núcleo católico, que había expulsado de Acción Nacional a uno de sus primeros diputados, el liberal Aquiles Elorduy, por defender el laicismo educativo, aún se concebía como movimiento antisistema y soñaba con sustituir al régimen de la Revolución. Por supuesto que Gómez Morín mantuvo a raya a los ultras, aunque les concedió la cabeza de Elorduy y un buen número de puestos dirigentes a los militantes provenientes de la Acción Católica, como Alfonso Ituarte Servín y José González Torres, que sucedieron a Gómez Morín después del período de Gutiérrez Lascuráin.
El libro de Guiza y Acevedo fue el epitafio de los que aún pensaban en el PAN como movimiento antisistema. La Iglesia y los empresarios se habían acomodado cabalmente en el nuevo régimen (el reinado de Ortiz Mena) y el PAN se había consolidado como partido de “leal” oposición sin que el adjetivo se emplee con connotaciones peyorativas. Las reformas electorales de 1963 y 1978 le permitieron aumentar sustancialmente el número de diputados federales y locales, y el avance democrático, tanto del gobierno como de los gobernados, le facilitaron que ganara numerosas presidencias municipales importantes. Sin embargo, subsistió un equívoco fundamental: ¿el partido realmente se proponía y se preparaba para conquistar el poder?
Nada indica que haya sido el caso, ya que en los actos iniciales para conmemorar los 50 años del partido, en febrero de 1989, su presidente Luis H. Álvarez se vio obligado a sostener: no tenemos por qué “tener miedo” de luchar por el poder… “Acción Nacional tiene que asumir el riesgo de ejercer responsablemente la cuota de poder que sus electores le dieron”. Esta actitud condicionó el triunfo del PAN en el año 2000 y ha sido fuente de ambigüedades e indecisiones.
El poder ha revelado la estatura del PAN. En tan sólo nueve años mostraron que desconocían la naturaleza del poder, sus exigencias y servidumbres, así como la condición humana. Más aún, su ignorancia acerca de los problemas del país, de los intereses en juego y de las fuerzas políticas les hizo pensar, en un primer momento, que tenían carta blanca para proceder, a falta de programas, de acuerdo a sus ocurrencias. Pasada la euforia inicial, llegó el segundo tiempo y toparon con pared. Desde entonces se encuentran en un callejón sin salida, pasmados y en ocasiones aterrorizados. No se equivocó Cosío Villegas en 1947 al profetizar que el PAN se “desplomaría al llegar al poder”, lo que no implica su desaparición. Tampoco erró Guiza y Acevedo al sostener que el PAN es un “equívoco”. Cuando César Nava habla de “reinventar” al PAN les otorga la razón. l

* Investigador de El Colegio de México y autor del libro El miedo a gobernar. La verdadera historia del PAN (Océano, 2009).


La deuda del PAN con la cultura

CARLOS LARA*

El Partido Acción Nacional llega a sus 70 años de vida con la propuesta legislativa más pobre de su historia en materia de cultura: En tan sólo cinco líneas expresa una deshilvanada iniciativa sin diagnóstico ni análisis.
Y es que la deuda que el partido fundado por Manuel Gómez Morín y otros intelectuales tiene con la cultura se debe en parte al desánimo de sus militantes por desarrollar esta actividad, por el desinterés de la propia institución por fomentarla y, como tercer factor, al abandono del partido de sus mejores talentos a lo largo de su historia, por motivos de carácter ideológico.
Las mentes más brillantes terminaron realizando una labor intelectual destacada –generalmente en el campo de las letras– fuera del PAN. Fue el caso de la generación incómoda expulsada en los años sesenta, integrada por Hugo Gutiérrez Vega, Manuel Rodríguez Lapuente, los hermanos Ignacio y Carlos Arriola y Alejandro Avilés.
Otros optaron por renunciar, como el artífice de la reproyección de principios de doctrina de 1965, Efraín González Morfín; el historiador del PAN y padre del actual presidente de México, Luis Calderón Vega; y quien redimensionara e internacionalizara al partido –además de dotarlo de sus actuales fundaciones de estudio y análisis–, Carlos Castillo Peraza. Y recientemente, el destacado parlamentario y sociólogo José Francisco Paoli Bolio, quien el pasado 20 de agosto envió su renuncia al Comité Ejecutivo Nacional del PAN.
La propuesta legislativa del PAN (2009-2012) en materia de cultura, titulada “Promovemos la cultura y el arte”, plantea en tan sólo cinco líneas favorecer, apoyar e incentivar a los creadores artísticos a través de una “Ley de Fomento al Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural para que mediante mecanismos fiscales y mecenazgos se apoye con recursos públicos y privados a los artistas, creadores e investigadores”.
Una propuesta así debería incluirse en una ley general de cultura, o bien en la actual Ley del ISR. Más aún: Olvida el PAN que ya en otras legislaturas ha propuesto el tema del mecenazgo por separado (véase la plataforma legislativa 1994-1997), en la que propuso un proyecto de ley de mecenazgo y fundaciones, a fin de que la sociedad civil impulse la creación cultural a través de bonificaciones fiscales. Un proyecto que finalmente fue dese­chado antes de ser presentado al pleno del Congreso. Su propuesta de “Ley de Fomento al Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural con mecanismos fiscales y mecenazgo” no precisa su característica de ley federal; no dice qué pasaría con la actual Ley sobre Monumentos, y evade el tema relativo a los “mecanismos fiscales” (hay que recordar que el IETU, promovido y aprobado por el mismo partido, desaparece los regímenes especiales y exenciones fiscales). Si este impuesto se queda como único, el apoyo a la creación que se pretende será imposible.
Todo lo anterior resulta lamentable, teniendo en cuenta que el PAN lleva 30 años presentado plataformas legislativas. La intención de Castillo Peraza en 1979, al elaborar la primera de ellas, era precisamente mostrar un diagnóstico, un análisis y una propuesta al electorado.
La gestión cultural de Gómez Morín
Existe la creencia de que el PAN no estableció desde su fundación iniciativas de carácter cultural, pero Gómez Morín fundó y colaboró estrechamente en proyectos que siguen teniendo vigencia. Una de las gestiones culturales más importantes y menos conocida es el impulso de las primeras giras de la Orquesta Sinfónica de México (OSM) de Carlos Chávez.
Lo hizo como parte de su anhelada descentralización cultural en 1937, esto es, antes incluso que la organización del PAN (1939). La red de promotores que conformó en el país para impulsar la OSM se integró con destacados miembros fundadores de la naciente estructura del PAN. En Guadalajara, por ejemplo, se apoyó en los abogados Efraín y Víctor González Luna; en Monterrey, en José G. Martínez y Bernardo Elosúa Frías; en Querétaro, con Luis Álvarez y Carlos Septién García; en Michoacán, con Miguel Estrada Iturbide y Miguel Bernal Jiménez; en San Luis Potosí, con Isaac Guzmán Valdivia; en Tampico, con Samuel Melo Ostos, y en Torreón, con Salvador de Lara y Domingo Valdez Villarreal.
Resulta lamentable que ni los propios panistas ahora sepan que antes de fundar el partido, Gómez Morín había echado a andar la primera organización musical del país. Un desconocimiento sobre la labor cultural del PAN comparable a otro en la actualidad: muchos panistas desconocen que el recientemente legislado derecho de acceso a la cultura en México fue planteado ya por Adolfo Christlieb Ibarrola en los años setenta y retomado por Castillo Peraza –cuyo noveno aniversario de muerte se cumplió el pasado miércoles 9– en la primera plataforma legislativa del PAN en 1979.
La “generación Mexicanto”
Existe una generación denominada por Castillo Peraza la generación tardía, la que no llegó en su tiempo, al mando de Manuel Clou­thier y con Francisco Barrio y Vicente Fox.
Esa generación cubrió en cierta forma el enorme hueco que dejó la generación incómoda. Esta generación fue duramente atacada bajo el mote de “neopanistas” por sus ideas pragmáticas, aunque pese a todo siguió adelante hasta conquistar el poder.
La salida del PAN de la generación incómoda abrió una profunda grieta que vinieron a revestir grupos ajenos a la doctrina del partido. La salida de esta brillante cantera hizo al PAN presa fácil de diversos grupos empresariales con intereses ajenos a su doctrina, pues se fueron quienes pudieron apuntalar un proyecto cultural dentro del partido. Esto tiene un antecedente memorable: el de José Vasconcelos, el único hombre que ha sido capaz de desarrollar una política cultural en el país. De esto da cuenta Emmanuel Carballo en Protagonistas de la literatura mexicana (1994); al preguntar a Vasconcelos sobre su distanciamiento con el PAN, éste respondió: “los fifís de la política nunca me quisieron, es más, me echaron de la oposición”.
La cultura está tan mal concebida en el PAN, que en una de las entregas del periodista Álvaro Delgado a este semanario, el entonces presidente del PAN, Manuel Espino, manifestó que existe un “consejo nacional de intelectuales”, refiriéndose a lo que en realidad es el Consejo de Cultura, integrado en su mayoría por personajes del espectáculo y de la farándula, como Maribel Fernández La Pelangocha, Isabel Martínez La Tarabilla, Pompín Iglesias, Evita Muñoz Chachita, Irma Lozano y el mago Ednovi.
Llama la atención el caso del compositor David Filio –compañero de bohemia del actual presidente de la nación–, pues ha sido el inspirador de la que podríamos llamar la generación Mexicanto, puesto que la música de este virtuoso dueto amenizaba los encuentros de la Secretaría Juvenil del partido, cuando Felipe Calderón era su jefe juvenil nacional. Pertenecerían a ella el actual presidente del partido, César Nava; su antecesor, Germán Martínez; el subsecretario de Energía, Jordi Herrera; la exdiputada federal Karla Rochín; el exsecretario general José Espina; los exdiputados Cristian Castaño y Tarsicio Rodríguez; y por supuesto, Margarita Zavala.
Pero el presente y el futuro de la cultura en el PAN deben construirse más allá de una generación inspirada en Mexicanto y en el elenco de su Consejo de Cultura. Se deberían recuperar de la memoria histórica los mejores referentes.
Nadie puede desarrollar lo que no ha concebido. En esa condición llega el PAN a sus 70 años en materia de cultura. De continuar así después de este aniversario reflexivo, esta vez, como dijera Castillo Peraza, “recordar no será volver a vivir, sino comenzar a morir de nuevo”. l

* Militante del PAN y asesor cultural en la Cámara de Diputados.




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