Saturday, September 19, 2009



Naomi Klein

Cuando escuché que el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF, por sus siglas en inglés) se enfocaba, a modo celebratorio, sobre Tel Aviv, me avergoncé de Toronto, la ciudad en la que vivo. Inmediatamente pensé en Mona Al Shawa, una activista palestina por los derechos de la mujer que conocí en un reciente viaje a Gaza. Teníamos más esperanza durante los ataques, me dijo. Entonces, al menos creíamos que las cosas cambiarían.

Al Shawa explicó que mientras las bombas israelíes caían durante los pasados meses de diciembre y enero, los pobladores de Gaza estaban pegados a sus televisores. Lo que vieron, además de la matanza, fue un mundo que se alzaba indignado: protestas globales, hasta 100 mil personas en las calles de Londres, un grupo de mujeres judías en Toronto que ocupaban el consulado de Israel. La gente lo llamó crímenes de guerra, recordó Al Shawa. Sentimos que no estábamos solos en el mundo. Si los pobladores de Gaza sobrevivían, parecía que su sufrimiento podría ser el catalizador del cambio.

Pero hoy, dijo Al Shawa, esa esperanza es una amarga memoria. La indignación internacional se evaporó. Gaza desapareció de las noticias. Y parece que todas esas muertes –hasta mil 400– no fueron suficientes para que se hiciera justicia. Israel hasta se rehúsa a cooperar con una misión de investigación de Naciones Unidas encabezada por el respetado juez sudafricano Richard Goldstone.

En la primavera, mientras la misión de Goldstone estaba en Gaza recopilando demoledores testimonios, el Festival Internacional de Cine de Toronto estaba haciendo las últimas selecciones finales para su sección de Tel Aviv, agendada para coincidir con el centenario de la ciudad israelí. Hay muchos que quisieran hacernos creer que no hay conexión entre el deseo de Israel de evitar el escrutinio de sus acciones en los territorios ocupados y los relucientes estrenos en Toronto. Estoy segura de que el codirector del TIFF, Cameron Bailey, lo cree. Está equivocado.

Durante más de un año, los diplomáticos israelíes han hablado abiertamente acerca de su nueva estrategia para contrarrestar el creciente enojo global provocado por el desafío israelí de la ley internacional. Argumentan que ya no es suficiente simplemente invocar a Sderot cada vez que alguien mencione Gaza. El reto también es cambiar el tema a tópicos más agradables: cine, arte, derechos de los homosexuales, enfatizar las cosas que comparte Israel con lugares como París, Nueva York y Toronto. Luego del ataque a Gaza, conforme aumentaban las protestas, le metieron el acelerador a esta estrategia. Enviaremos al extranjero a reconocidos novelistas y escritores, compañías teatrales, exhibiciones, le dijo Arye Mekel, subdirector general de asuntos culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel, a The New York Times. De esta manera, muestras la cara más bonita de Israel, para que no piensen en nosotros solamente en el contexto de la guerra. Y el Tel Aviv de onda, cosmopolita –que durante todo el verano ha estado celebrando su centenario con fiestas en la playa en Nueva York, Viena y Copenhagen, patrocinadas por Israel– es el mejor embajador.

Toronto ya había tenido una probada de esta nueva misión cultural. Hace un año, Amir Gissin, cónsul general de Israel en Toronto, explicó que la campaña de la Marca Israel incluiría, según un reporte en Canadian Jewish News, una importante presencia israelí en el próximo Festival Internacional de Cine en Toronto, con numerosas celebridades del entretenimiento israelíes, de Hollywood y Canadá, prometió Gissin. Confío en que todo lo que planeamos hacer ocurrirá. Y así ha sido.

Seamos claros: nadie afirma que el gobierno israelí está a cargo, en secreto, de la sección dedicada a Tel Aviv en el TIFF, y que le susurra al oído a Bailey cuáles películas programar. El punto es que la decisión del festival de darle un lugar destacado, poniendo a Tel Aviv como una ciudad joven y dinámica que, como Toronto, celebra su diversidad, se ajusta a las declaradas metas de propaganda israelí. Gal Uchovsky, uno de los directores incluidos en la sección, es citado en el catálogo del festival diciendo que Tel Aviv es un refugio al cual [los israelíes] pueden huir cuando quieren olvidarse de las guerras y las cargas cotidianas.

En parte en respuesta, Udi Aloni, el maravilloso cineasta israelí cuya película Local angel se estrenó en el TIFF, envió al festival un mensaje en video, en el cual reta a sus programadores a resistirse contra el escapismo político y en vez ir a los lugares donde es difícil ir. Es irónico que la programación de Tel Aviv en el TIFF esté en una sección específica, esté en un reflector, porque celebrar esa ciudad de modo aislado –sin mirar a Gaza, sin mirar lo que hay del otro lado de los altos muros de concreto, los alambres de púas y los retenes– oscurece mucho más de lo que ilumina. Hay algunas maravillosas películas israelíes incluidas en la programación. Merecen ser exhibidas como parte normal del festival. Merecen ser liberadas de este marco altamente politizado.

Fue en este contexto que un pequeño grupo de cineastas, escritores y activistas, incluida yo, redactamos la Declaración de Toronto: No hay Celebración Bajo la Ocupación (torontodeclaration.blogspot.com). Fue firmada por Danny Glover, Viggo Mortensen, Howard Zinn, Alice Walker, Jane Fonda, Eve Ensler, Ken Loach y más de mil personas. Entre ellas está el respetado director palestino Elia Suleiman, así como muchos cineastas israelíes.

Los contrataques –encabezados por el Centro Simon Wiesenthal y la extremista Jewish Defense League (Liga de Defensa Judía)– han sido predecibles y también ingeniosos. La afirmación que más se repite es que los signatarios de la carta son censores que llaman a boicotear el festival. De hecho, muchos de los signatarios tienen programadas muy esperadas películas en el festival de este año, y no lo estamos boicoteando: nos oponemos a la sección del reflector sobre Tel Aviv. Más ingeniosa estuvo la afirmación de que al rehusarnos a celebrar a Tel Aviv como simplemente otra metrópolis buena onda, ponemos en duda el derecho a existir de la ciudad. (El actor republicano Jon Voight hasta acusó a Jane Fonda de apoyar a aquellos que buscan la destrucción de Israel.) La carta no hace eso. En vez, es un sencillo mensaje de solidaridad, uno que dice: este año no tenemos ganas de celebrar con Israel. También es una pequeña manera de decirle a Mona Al Shawa y a millones de palestinos que viven bajo ocupación y estado de sitio que no los hemos olvidado.

Copyright 2009 Naomi Klein.

La columna fue publicada en The Nation.

Traducción: Tania Molina Ramírez.

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