Bolivia conoció en el pasado otra revolución, otros gobiernos nacionalistas, grandes movimientos de masas, experiencias de poder dual (COB-MNR, sindicatos-gobierno, milicias obreras y campesinas-Estado), reformas agrarias impuestas por la ocupación de las tierras por los campesinos e incluso, brevemente, otro presidente indígena, el Tata Manuel Belzu, el que echó del país al embajador inglés montado al revés en una mula. Pero nunca, jamás, los movimientos sociales durante diez años seguidos conquistaron primero las calles (en la guerra del agua y en la del gas) para tomar después las instituciones mediante mayorías electorales siempre crecientes y, por último, refundar el Estado mediante una Asamblea Constituyente, y refrendar la conquista del Estado plurinacional y de las autonomías y los derechos indígenas y comunitarios (además de los regionales) mediante unas elecciones en las que participaron más de 90 por ciento de los electores.
Este proceso revolucionario no se explica sólo por Evo Morales, aunque éste lo canalice, respalde y dirija, sino que la importancia de la figura de Evo, por el contrario, se explica por el proceso mismo, que lo empuja y al cual obedece pero en el cual también se monta. Evo pasó así en pocos años de ser uno de los diputados indígenas, con menos de 4 por ciento de los votos, a sacar en las elecciones presidenciales de 2002 20.9 de los sufragios (el MAS obtendría 11.9) para obtener en las de 2005, de las que salió victorioso, 53.74, pero sin tener mayoría absoluta en el Congreso, y ahora, en las elecciones generales de 2009, casi 11 puntos más que en las anteriores (cerca de 65 por ciento) y el control absoluto de la Asamblea Nacional, donde el MAS ocupa dos tercios de los puestos.
Con las movilizaciones constantes unidas con medidas nacionalistas y de corte social desarmó, desgastó y desorganizó a una oposición oligárquica que intentó incluso atentados magnicidas y perpetró matanzas de campesinos, y le ganó parte de sus bases en las clases medias urbanas y rurales, al extremo de que la Media Luna conservadora está reducida ahora al Beni y Santa Cruz. La alianza social entre campesinos pobres, clases urbanas trabajadoras y sectores más pobres y nacionalistas de las clases medias urbanas (simbolizada por el presidente aymara y el vicepresidente k’ara, mestizo e intelectual) se ha fortalecido, hasta ahora detrás del proyecto indígena y nacional. Pero García Linera no ha abandonado su idea de construir el capitalismo andino en lo que queda del ayllu aymara, comunitario y con la protoburguesía aymara y de pollera
mientras el MAS piensa en cambio en un desarrollismo democrático, basado en la industrialización y la exportación de materias primas mineras o agrícolas (soya), como pensaba en el pasado el viejo nacionalismo e incluso el Movimiento Nacionalista Revolucionario en 1952.
¿Qué hará hoy la derrotada derecha, racista, clasista, violentamente opuesta a los sindicatos y al movimiento indígena? Ha perdido fuerza política e institucional, pero mantiene su fuerza económica y su alianza con la Iglesia, la embajada yanqui, y su control de los medios (que no impidió sin embargo el alud de votos por Evo, ni en Bolivia ni en el exterior, pues en Buenos Aires los emigrados hicieron colas de 15 cuadras desde las 3 de la mañana para votar por su gobierno). Le queda entonces el sabotaje desde Perú y desde Chile, donde probablemente venza este domingo el pinochetista Sebastián Piñera, ese Berlusconi en tamaño bolsillo. O, nuevamente, la preparación de un atentado aunque, dada la relación de fuerzas actual, les resultaría sumamente peligroso porque incendiaría el polvorín social.
¿Qué hará en cambio el gobierno, y sobre todo el MAS, ahora que no tienen la traba institucional del sabotaje de la derecha en el Senado y pueden aplicar y modificar la Constitución, las nuevas leyes, aprobar otras más, llevar a cabo una amplísima reforma agraria? ¿Darán las tierras a los campesinos y comunidades para que cultiven alimentos y construyan poderes locales autónomos y autogestionarios, pluriculturales y democráticos? ¿O buscarán obtener divisas destinando las tierras ociosas arrancadas al latifundio a la producción capitalista de soya para la exportación? ¿Promoverán cultivos alternativos para el consumo popular, ya que cuentan con campesinos especializados y movilizados, o importarán alimentos, a costa de los recursos naturales, exportando más gas, más minerales, más petróleo? ¿Desarrollarán una industria con intensidad en capital, para un mercado débil, de pocos millones de personas, o promoverán las industrias intensivas en mano de obra y el mercado interno y las agroindustrias campesinas? La idea de tender un puente hacia el MAS y los puestos estatales a la derecha derrotada ¿no ayudará a ésta a reorganizarse y corromper una parte del MAS, que no es un partido de combate sino una mezcla entre una agencia de colocaciones a todos los niveles del aparato estatal y un pool de organizaciones corporativas, con intereses a veces contrapuestos y sin iniciativa política frente al Poder Ejecutivo?
La victoria del pueblo más politizado de nuestro continente ha sido enorme. Ésta es la ocasión para volver a golpear en caliente y aplicar la Constitución en el aspecto agrario y en la democratización de la justicia. No hay que dejar que los derrotados levanten cabeza y hay que preparar a los vencedores a la idea de que la lucha no ha terminado en las urnas, sino que comienza ahora, en la refundación del país. ¡Viva Evo! ¡Viva el pueblo boliviano!¡Hacia una alternativa anticapitalista y autogestionaria por el camino de la democracia y de la descolonización!
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