Sunday, April 26, 2009


Amores caribeños

Guillermo Almeyra


Hay gente que se conforma con poco. Acostumbrados a ser tratados por Washington con latigazos y palazos, se alegran muchísimo cuando les dicen que no son pequeños sino compañeros, cuando les dan la mano y les sonríen, cuando el presidente estadunidense de turno, modestamente, se mete para la foto entre quienes, sin embargo, sigue considerando sus subordinados. Las buenas maneras y la cortesía inteligente les ocultan que todo sigue igual, porque hay uno que es más igual que los otros.

Como dijo Cristina Fernández: Barack Obama es producto de un proceso, no sujeto del mismo. El desastre político, moral y económico de las clases dominantes en Estados Unidos, en particular desde las presidencias de Clinton y Bush, produjo un deslizamiento social y político que no acaba aún de dar sus frutos. El presidente afroestadunidense nuevo en política fue una expresión de eso. Pero no hay que olvidar el día sin inmigrantes (una especie de huelga general masiva, sin precedentes desde hacía más de medio siglo), ni el hecho de que uno de cada tres negros esté preso o haya sido apenas liberado, ni que 500 mil estadunidenses estén entre rejas por narcotráfico ni que en Estados Unidos se construyan más cárceles que escuelas y sea el país del mundo con mayor número de presos. Recordemos que Franklin D. Roosevelt, empujado por la crisis (y por el grave y amenazante descontento social), tuvo que hacer, a la vez, el New Deal en lo interno y la Política del Buen Vecino, en América Latina, llegando a viajar a Argentina en los años 30 para tratar de apaciguar la oposición de gobiernos ni siquiera nacionalistas y progresistas que, ante los movimientos sociales y las rebeliones políticas, no podían seguir aceptando la política yanqui del Gran Garrote.

El misterio de por qué está Obama en el cargo del enano Bush y de por qué todos los gobiernos, hasta el de Calderón y el de Perú, tienen que pedir el fin del bloqueo a Cuba sólo existe para quienes sólo ven las personalidades y las instituciones, y no el movimiento profundo de la sociedad real. Si una fábrica de ventanas es ocupada en Chicago por sus trabajadores (inmigrados), con el apoyo de los sindicatos y hasta de Obama, es porque hay una ola de fondo que presiona sobre la costra institucional y que podría estallar el año próximo, si antes el gobierno de Obama (el del establishment capitalista) no consigue estabilizar mínimamente la economía y frenar la desocupación creciente. El problema entonces no es Obama, a pesar de su inteligencia, habilidad y simpatía. Él es representante de un sistema que hace y hará de todo para sobrevivir, y si arroja lastre por sobre la borda para no irse a pique no es porque haya cambiado su esencia sino porque se ve obligado a hacerlo por la desfavorable relación de fuerzas sociales. Ni los intereses estadunidenes, ni el imperialismo, ni el capitalismo dejaron de existir. Además, salvo los gobiernos de Bolivia y de Venezuela (y en parte de Ecuador) ninguno de los demás del ALBA, ni mucho menos de UNASUR, son anticapitalistas. Cristina Fernández y Lula dan dinero público a los bancos y a las grandes empresas, tal como hace Obama. O sea, tratan de salvar a los capitalistas, no de construir una alternativa, y de conciliar con el capital financiero y con las trasnacionales, es decir, con los culpables de la crisis, y mantienen las políticas neoliberales con algún maquillaje social mínimo. En Trinidad y Tobago se reunieron en realidad los representantes de un pasado en crisis (Obama y quienes concilian con Washington) con los de un futuro que todavía no toma formas claras, y eso no es poco y es lo nuevo.

La crisis continuará y afectará duramente la economía de Venezuela, Bolivia, Ecuador, países capitalistas con gobiernos antimperialistas y movimientos sociales objetivamente anticapitalistas. Si los cambios políticos no se profundizasen y afianzasen, entre las clases dominantes locales y el imperialismo podrían tratar de estrangular los procesos de cambio social. La derecha se está organizando y apoyando en vastos sectores de clase media, atemorizados y deseosos de orden, en Uruguay, Chile, Argentina, incluso Brasil, y los gobiernos capitalistas y neoneoliberales progresistas, que no son ni chicha ni limonada, no ofrecen garantía de continuidad. O los trabajadores, unidos a los sectores pobres y más avanzados de las clases medias, van más allá de esos gobiernos y ofrecen su alternativa antiimperialista y de cambio social, o la derecha puede intentar una revolución conservadora y reaccionaria construyendo un bloque social con las clases medias más acomodadas, como intenta hacer en Chile y en Argentina.

La idealización de Obama, el enamoramiento tropical, son algo peligroso. Porque incluso si Obama levantase el bloqueo a Cuba, la entrada en la isla de grandes capitales estadunidenses y de cientos de miles de extranjeros fortalecería a los sectores cubanos burocráticos partidarios de la vía china (mercado y gobierno duro) y una profunda división social del pueblo cubano, con la consiguiente despolitización, si junto con el levantamiento del bloqueo no se diese un salto en Cuba hacia la autogestión y la democratización de la vida política y del control popular sobre la burocracia y los privilegiados de todo tipo. Y en los demás países, mientras se siga pagando al capital financiero una deuda insoportable y financiando a las trasnacionales que mandan sus ganancias al exterior ¿cómo se puede hablar de independencia y soberanía?

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