Lula, en la cumbre
MIGUEL ANGEL GRANADOS CHAPA
Si hubo una batalla entre México y Brasil por el liderazgo de América Latina, ha sido ganada por el gigante sudamericano, encabezado por el presidente Lula. Temido por su pasado como inflexible luchador sindical, apenas fue elegido presidente de la república Luis Inazio da Silva se tornó en campeón de la moderación, no la basada en componendas que traicionan los principios para acomodarse, sino la que se ejerce en un estilo terso que busca convencer y conciliar antes que reñir…
Se encontró con el presidente Obama en Washington el 14 de marzo, en preparación de la V Cumbre de las Américas, que se efectuaría cinco semanas después en Puerto España. Por la concordia que se estableció entre ambos, por la similitud de sus metas, por su estilo suave, se convirtieron en las figuras señeras de la reunión americana en Trinidad y Tobago.
Desde su encuentro en el salón Oval de la Casa Blanca, Lula había hecho saber al presidente de Estados Unidos que la nueva relación de Washington con el sur del continente debía basarse en el diálogo con todos, especialmente con los países con que el gobierno de Bush entró en conflicto. Anunció su propósito de pugnar por la reincorporación de Cuba al seno de las Américas, y de mediar entre Venezuela y Bolivia, por un lado, y Estados Unidos por el otro, para distender las relaciones entre esos países. Lo consiguió. Sin duda inspirado por el dirigente brasileño, el presidente Hugo Chávez depuso su modo rijoso y altanero, empeorado a menudo por su vulgaridad, y lo sustituyó por una sonrisa amistosa con que rubricó su deseo de ser amigo de Obama. Y éste caminó hacia la fila donde se hallaba el presidente Evo Morales para estrecharle la mano, con una deferencia comprensible por sus semejanzas: los dos han llegado a sus cargos rompiendo un prejuicio de siglos, y a despecho de su condición étnica. Chávez mostró su nueva disposición regalando a Obama un ejemplar del libro de Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina y, lo que es más sustantivo, designando embajador a su excanciller en camino hacia la normalización de las relaciones diplomáticas.
Entre Lula y Chávez ha surgido una relación productiva, no dañada por el radicalismo del venezolano. Sin ánimo paternal, pero sí amistoso, el presidente brasileño se esfuerza por respetar los arrebatos de su vecino y procurar hacerlos entender por los demás. No disputan el liderazgo sureño, que corresponde inequívocamente a Lula, por más que el activismo del venezolano lo muestra a la cabeza de los países más radicales. Pero cuando se trata de adoptar una posición común, ha prevalecido la prudencia del brasileño.
La diplomacia encabezada por uno y otro refleja su personalidad y el grado de su maduración. Por ejemplo, Chávez ha entablado una peligrosa relación con el gobierno de Teherán. Sin tener él mismo antecedentes racistas, judeofóbicos, se afana en mostrarse anuente a los ardores del presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, contra el Estado de Israel. Llevado así por la corriente, expulsó a principios de este año al embajador de Israel en Caracas, por el ataque a Gaza y en defensa "del heroico pueblo palestino", y desató con ello una ominosa serie de expresiones antijudías en su país.
Lula, en cambio, no se deja arrastrar por prejuicios ni por intereses contrarios a los de su país. Acaba de dar una muestra de ello frente al propio dirigente iraní, a quien recibirá en breve, como parte del ensanchamiento y profundización de sus relaciones internacionales. Pero hizo a su inminente visitante una advertencia inequívoca, relacionada con su inquina antiisraelí. Como lo ha hecho repetidamente desde que asumió el poder en 2005, Ahmadinejad lanzó una nueva fulminación contra Israel, en la cumbre de la ONU contra el racismo. Aprovechó el foro ginebrino para insistir en el sobado argumento de que la creación del Estado de Israel se fundó en el desplazamiento de los palestinos (a los que el Irán de los ayatolas no ha tendido jamás la mano, como no sea para armar a sus facciones ultrarradicales) y negando las dimensiones y la trascendencia del Holocausto.
Las delegaciones europeas, prevenidas de la intemperancia del presidente persa, lo dejaron hablando solo. Se retiraron del salón en el Palacio de las Naciones, para no compartir ni siquiera como escuchas las atrocidades verbales de Ahmadinejad. A la distancia, pero de inmediato, Brasil reaccionó en igual sentido pero con mayor énfasis. Emitió un comunicado de condena a las expresiones del líder iraní, a fin de evitar malas interpretaciones debido a la inminencia de la visita de éste. Para subrayar su distanciamiento, el miércoles 22 el embajador de Irán en Brasilia debió acudir a Itaramatí, la célebre sede de la eficaz diplomacia brasileña, para que explicara los dichos del presidente y para escuchar el desacuerdo brasileño. Se prevé que cuando Ahmadinejad llegue a Brasil el 9 de mayo el propio Lula le hará saber su desagrado por su posición. Quedará así claro que el racismo iraní, su belicismo contra Israel, no tiene eco alguno en Brasilia.
Requerido cotidianamente para ejercer la diplomacia personal, Lula viajó el miércoles 22 a Buenos Aires, para un encuentro con la presidenta Cristina Fernández. El tema de su conversación fueron las dificultades del comercio entre los dos países. Su posición fue la típica de un conciliador, de quien prefiere atenuar las diferencias en vez de ahondarlas. Llegó "con un mensaje de comprensión a las barreras proteccionistas que aplicó Argentina ante la crisis mundial, pero también con una crítica a las recetas contrarias a la libertad de comercio" (El País, 24 de abril).
El lunes 27 de abril estará en Asunción, donde se reunirá con Fernando Lugo, el obispo-presidente a quien del pasado lo asaltan las tribulaciones de la paternidad irresponsable. Desde su moderación, Lula ha dictaminado respecto de este caso: "No veo ningún problema político grave, ni institucional. Lugo asumió su primer hijo y dará explicaciones por los otros (que se le atribuyen). No veo razones para que se cree un ambiente político negativo en Paraguay ni para que se alteren las relaciones con Brasil. El problema religioso él lo explicará…".
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