Eppur si muove: la izquierda anticapitalista en Francia e Italia
Massimo Modonesi
A pesar de la derechización sancionada por las victorias electorales de Berlusconi y Sarkozy, las izquierdas anticapitalistas italiana y francesa se mueven. En Francia, la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) acepta disolverse para promover la formación de un partido anticapitalista plural. En Italia, el Partido de la Refundación Comunista rechaza disolverse en un indefinido partido de izquierda y relanza su acción política en el terreno del conflicto social. Iniciativas distintas, pero orientadas en la misma dirección.
Después de décadas de relativa marginalidad, la LCR aumentó sensiblemente su presencia a partir de las elecciones de 2002, cuando su joven candidato Olivier Besancenot obtuvo 4 por ciento y se convirtió en un fenómeno mediático y en referente de una nueva generación de militantes radicales. Este mismo resultado obtenido en 2007 mostró la existencia de una izquierda radical al margen de las fuerzas tradicionales de la izquierda francesa.
Ante resultados que rebasaban el horizonte de una pequeña organización trotskista, sus dirigentes propusieron la conformación de un partido anticapitalista diferenciado del “social-liberalismo” del Partido Socialista (PS) y de la inercia nostálgica y pragmática del Partido Comunista. En enero pasado, el congreso de la LCR llamó a la convergencia a los individuos y organizaciones en lucha contra el neoliberalismo que se reconocieran anticapitalistas. A lo largo del año se formaron numerosos comités en los cuales confluyeron militantes de la LCR y de grupos menores, así como un número sorprendente de nuevos activistas.
El proceso concluirá en enero próximo con la disolución de la LCR y la fundación del nuevo partido-movimiento, cuyo nombre y forma quedan por definirse, pero cuyas coordenadas se han ya perfilado: prioridad a las luchas sociales frente a las elecciones, independencia del PS, postura anticapitalista centrada en las clases trabajadoras y enriquecida por posturas feministas, ecologistas, antirracistas y altermundistas.
El PRC, después de la derrota de las elecciones de 2008, optó por un giro a la izquierda tras un dramático enfrentamiento en su reciente congreso. Desde su fracasada participación en el gobierno Prodi, en Refundación se levantó la fronda en contra del grupo dirigente formado alrededor de Fausto Bertinotti. Criticando la línea que llevó al partido a su mínimo histórico a nivel electoral y lo alejó de las luchas sociales, los disidentes se opusieron a la propuesta de disolver Refundación en un nuevo partido que uniera a las organizaciones situadas a la izquierda del Partido Democrático (PD).
El congreso, por pocos votos de diferencia, eligió sorpresivamente a Paolo Ferrero como secretario general en lugar del candidato oficial y aprobó un documento que marca una discontinuidad fundamental con el pasado reciente: fin de todo acercamiento al PD, negativa a toda hipótesis de disolución, apuesta por el conflicto social, vínculo privilegiado con sujetos en lucha por encima de las alianzas con agrupaciones partidarias y prioridad a las relaciones con fuerzas comunistas y anticapitalistas a escala nacional e internacional.
Más allá del entusiasmo que las anima, los límites de estas iniciativas de renovación de la izquierda radical europea no pueden soslayarse. El clima no es favorable y, aunque el otoño se anuncie caliente, las luchas sociales no han logrado tomar un vuelo político que detenga las ofensivas patronales sostenidas por los gobiernos de derecha.
A pesar de sus derrotas y divisiones, los partidos social-liberales (PS y PD) cuentan con sólida presencia institucional y siguen siendo referente de amplios sectores medios y populares moderados, atrincherados y siempre más despolitizados. El riesgo de que las izquierdas antisistémicas se vean reducidas a un papel testimonial es real. Sin embargo, varias consideraciones soportan la oportunidad de mantener, reformular y reforzar una postura política radical.
Las estrategias moderadas tanto en Italia como en Francia han sido derrotadas en las urnas y en el terreno de la acción política. La intensidad de las ofensivas derechistas está destinada a suscitar crecientes movimientos de resistencia, en el interior de los cuales, sin pretensión hegemónica, puede prosperar la reconstrucción de culturas políticas radicales que se nutran de las luchas sociales y las retroalimenten. Adicionalmente, considerando las señales a escala mundial, no está garantizada la normal y ordinaria administración de la dinámica gobierno-oposición leal y de conflicto-negociación y, por lo tanto, es oportuno desarrollar hipótesis radicales para enfrentar eventuales circunstancias de crisis.
Por último, no sólo es legítimo, sino profundamente necesario, sostener lecturas críticas y profundas de la reestructuración capitalista y desarrollar su contraparte, movimientos antagonistas que frenen la privatización del mundo, nutran contraculturas solidarias y vislumbren alternativas a pequeña, mediana y gran escala. En esta lógica se colocan las recientes iniciativas de las izquierdas anticapitalistas italiana y francesa, sin nostalgia, sin liturgias ni sectarismos, sin la ansiedad del inmediatismo electoral o del impacto mediático promoviendo, desde el antagonismo, la politización y la radicalización de la resistencia y la construcción de otro mundo, posible y necesario.
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