Monday, August 04, 2008
PROXENETAS MEXICANOS
Fin de una historia de abusos
leticia puente beresford y carolina velásquez
Primera Parte
México D.F. (apro-cimac).- El pasado jueves 24, el diario estadunidense The New York Times publicó en sus páginas interiores una nota sobre el caso de una familia de mexicanos, oriundos del estado de Tlaxcala, que durante 13 años –de 1991 a 2004—se dedicó a trata de mujeres con fines de explotación sexual comercial.
Según la información difundida por el periódico, una de las cabezas de la organización, Consuelo Carreto Valencia compareció ante los tribunales estadunidenses y se declaró culpable del presunto delito de trata en comercio sexual, por lo que, de acuerdo con el la legislación penal de aquel país, podría enfrentar una sentencia de al menos 14 años de prisión.
De 61 años de edad, la mujer fue detenida en México en febrero de 2004 y extraditada a Estados Unidos en enero pasado, acusada de los presuntos delitos de conspiración, trata sexual y contrabando. Este asunto es uno de los casos de trata de personas más importantes que ha llegado a las cortes estadunienses desde que entró en vigor el Acta para la Protección de Víctimas de Trata.
La historia se remonta a 2004, cuando la policía neoyoquina detuvo, en una redada, a varios integrantes de la organización de proxenetas, entre ellos a dos hijos de Consuelo, Gerardo y Josué Flores Carreto, así como a Edith Mosquera de Flores, dueña del prostíbulo ubicado en el barrio de Queens, donde los Carreto obligaban a prostituirse a una decena de mujeres internadas ilegalmente en Estados Unidos.
Según las investigaciones realizadas por la policía estadunidense, la familia Carreto reclutaba a sus víctimas en zonas rurales pobres del centro de México, además de Tenancingo y la Ciudad de México.
Con base en los propios testimonios de las víctimas, que obran en el expediente, se sabe ahora que los hijos y sobrinos de Consuelo Carreto enganchaban a mujeres con un nivel pobre de educación con la promesa de matrimonio o las deslumbraban con costosos regalos. Una vez que tenían bajo control la situación, las llevaban a vivir a la casa paterna o en departamentos siempre vigilados.
Cuando estos métodos no funcionaban, los Carreto recurrían al secuestro, la violación y la violencia para someter a sus víctimas.
De acuerdo con el relato de las víctimas, Consuelo y María de los Ángeles Velázquez, se hacían cargo de las víctimas: las mantenían incomunicadas y cuidaban a los hijos que las jóvenes tuvieron con sus hijos.
Antes de llegar a Estados Unidos, las mujeres fueron obligadas a ejercer la prostitución en distintos puntos del territorio nacional: Tenancingo, DF. Puebla, Irapuato y Tijuana. De este último punto, los Carreto cruzaban la frontera hasta llegar a Nueva York.
Ahí, se les obligaba a “atender” a un promedio de 30 hombres al día. Por cada sesión de sexo, cobraban de 25 a 35 dólares, de los cuales nunca vieron un centavo. Una parte iba a parar a manos de los Carreto y, la otra, a la dueña del prostíbulo.
La investigación de la policía permitió saber que Consuelo recibía de 800 a mil 600 dólares semanales.
La investigación
En el juicio contra los Carreto testificaron nueve víctimas y un “testigo cooperante” íntimamente ligado a la familia mexicana de proxenetas, quien muchas veces la hizo de custodio de las víctimas, así como de acompañante de los acusados durante los “enganches”.
Adicionalmente, el 4 de enero de 2004, los agentes del Inmigration and Customs Enforcement (ICE), del Departamento de Seguridad Interna de Estados Unidos, inspeccionaron los dos departamentos en los que vivían los miembros de la familia Carreto y sus víctimas, en Queens, NY.
Ahí, los agentes encontraron un número considerable de evidencias: libretas con números y direcciones de burdeles, casas de masaje y centros de alterne, precios y ganancias por el “trabajo” que realizaban sus víctimas, bolsas de dormir, registros telefónicos, condones, lubricantes y artículos para uso sexual, cartas, fotografías y recibos de transferencias monetarias.
Un día después de la inspección fueron arrestados Josué y Gerardo Flores Carreto, así como Daniel Pérez Alonso. Y en febrero de 2004, autoridades mexicanas detuvieron a Consuelo Carreto Valencia y María de los Ángeles Velázquez Reyes, en Tenancingo, México. Luego, Edith Mosquera de Flores, dueña del burdel, se declaró culpable de beneficiarse económicamente de la prostitución forzada.
Entre las acusaciones que se adjudican a la familia destacan: conspiración, trata con fines de explotación sexual, trabajos forzados, tráfico ilegal para prostitución, conspiración para importar extranjeros con propósitos inmorales, trata y tráfico de personas.
Proxenetas mexicanos
leticia puente beresford y carolina velázquez
México, D.F. (apro-cimac).- Con nombres ficticios, estos son los testimonios de cinco de las víctimas de una familia de mexicanos, oriundos del estado de Tlaxcala, que durante 13 años –de 1991 a 2004—se dedicó a la trata de mujeers con fines de explotación sexual comercial.
En 1998, Claudia, de 17 años, conoció a Josué Flores en Tenancingo, México. Josué se presentó bajo el nombre de “Raúl” y la sedujo con promesas de amor y matrimonio.
Tres años más tarde, en 2001, Josué se casó con ella e inmediatamente después la llevó a un hotel, donde la mantuvo encerrada durante dos semanas. Claudia sólo podía salir acompañada de él o su primo (Eliú). Posteriormente, Josué la llevó a casa de su madre Consuelo.
Claudia tuvo un hijo con Josué. Y cada vez que ella intentaba escapar, la madre y la cuñada la retenían, la golpeaban y la amenazaban con quitarle al niño para siempre.
Inicialmente, Josué utilizó el chantaje como medio para convencerla de que se prostituyera. “Lo harás si realmente me amas”, le decía. Luego, utilizó la violencia física y las amenazas.
Una vez dominada su víctima, Josué obligó a Claudia a prostituirse en Irapuato, el DF y Puebla. En 2003, Claudia cruzó la frontera ilegalmente junto con su cuñada, María de los Ángeles Velásquez.
Ya en Queens Claudia fue obligada a “atender” a un promedio de 20 hombres al día. Nunca vio un centavo. Josué la amenazó con matarla si intentaba escapar.
El caso de Petra no es muy distinto: Petra fue seducida por Gerardo Flores Carreto, quien la llevó a casa de su madre Consuelo en Tenancingo, Tlaxcala. Una vez ahí, Gerardo le prometió que le compraría dos casas en México, una para ella y otra para su familia. Tiempo después, en junio de 2003, Gerardo, en complicidad con su amigo, Daniel Pérez Alonso, la llevó a Estados Unidos. Como en los otros casos, cruzaron la frontera con la ayuda de “polleros”.
Petra creía que iba a trabajar como mesera o en una lavandería, sin embargo, una vez en Nueva York, Gerardo y Daniel la convencieron para que se prostituyera, bajo el argumento de que tenían que pagar urgentemente la deuda que habían adquirido con los polleros que los ayudaron a cruzar la frontera.
Un caso más: A los 15 años, María, originaria de una pequeña comunidad de Puebla, fue a la Ciudad de México a trabajar como sirvienta. Un domingo asistió a un baile y ahí conoció a Daniel Pérez, quien dos semanas después la llevó a la casa de su “hermano” en Tenancingo, bajo la promesa de que esa noche regresarían al DF. Sin embargo, nunca regresaron: María fue encerrada y ultrajada por su captor.
Después de aproximadamente dos meses, Daniel le dijo a María que tenía que ejercer la prostitución. Ella se negó y escapó. Se refugió en la casa de su hermana, en la Ciudad de México. Sin embargo, Daniel la encontró, le dijo que había cambiado, que la trataría bien, y la convenció para que volviera con él. Luego, la llevó a un departamento que compartía con Josué en el DF, donde la mantuvo incomunicada y, posteriormente, la forzó a prostituirse.
Igual que en los dos casos anteriores, María llegó a Estados Unidos sin documentos. Fue severamente golpeada y amenazada cuando no llevaba dinero suficiente o si se negaba a trabajar o intentaba guardar algo de dinero para sí. Dos veces quedó embarazada y en ambas ocasiones la obligaron a abortar. La vida de María era controlada completamente por la familia Carreto.
Lupe es otra víctima. Tenía 14 años cuando fue a visitar a su prima a Tenancingo, y ahí conoció a Gerardo Flores Carreto y al primod e éste, Cándido.
Al final del día, Gerardo invitó a Lupe a casa de su mamá. Esa noche, la violó. Tiempo después Gerardo fue al pueblo de Lupe y convenció a sus papás de que se casaría con ella. Nunca lo hicieron, pero sí tuvieron una hija, Gladis, que vivió con Consuelo Carreto
A Lupe la llevaron a Tijuana, donde la obligaron a prostituirse y a mantener relaciones con más de 30 hombres al día. Vivió en esas condiciones durante cinco años. Gerardo le prometió que una vez que naciera el bebé no volvería a ser prostituta, pero luego la llevó a Estados Unidos a “trabajar”.
Una vez más fue forzada a prostituirse y a enviar aproximadamente mil dólares semanales a la familia de Gerardo. El abuso y las amenazas fueron las mismas que en los casos mencionados.
Cristina es una mexicana que tenía varios años trabajando en un billar que frecuentaba la familia Carreto.
Daniel Pérez la sedujo y varias veces le pidió que se prostituyera para él. Le decía que necesitaba dinero desesperadamente para enviar a su hermana y su madre enferma. Prometía que sería por un periodo corto de tiempo hasta que pudiera “ofrecerle lo que ella realmente merecía”. Cristina se negó.
En conversaciones posteriores, Pérez reconoció ante Cristina que tenía a mujeres trabajando en la prostitución (tres en México y una en EU), con el argumento de que ese era su “trabajo”.
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