Sunday, August 03, 2008



Naief Yehya
naief.yehya@gmail.com


VIDAS PARALELAS


La caída de Saddam fue provocada por su desquiciada ambición bélica; por comenzar una delirante guerra contra Irán y, tras una década de destrucción y terror, por invadir Kuwait. Irak no logró derrotar a Irán, a pesar de contar con el apoyo de las potencias occidentales, tener un arsenal relativamente moderno que incluía armas químicas, tener acceso a información de los servicios de espionaje estadunidenses (incluyendo imágenes de satélite) y no tener que rendir cuentas a una población subyugada, indoctrinada por la dictadura e incapaz de expresar su desaprobación por la guerra.

Hoy otro régimen se colapsa por su delirante ambición bélica: por lanzar una “guerra contra el terror” planetaria, que comenzó en Afganistán, y que ha durado más de siete años, y por una guerra e invasión contra Irak. Este régimen no está ganando sus guerras a pesar de contar con la más alta tecnología bélica y no tener que rendir cuentas a una población distraída, manipulada y enajenada. Y así como Hussein no ganó una guerra e inmediatamente comenzó otra, este régimen prepara un grand finale, en la forma de una guerra contra Irán.

TRÁGICOS BUFONES


El equipo Bush, en sus últimos y lamentables meses en la Casa Blanca, sigue empleando todos los recursos a su disposición para crear las condiciones para una nueva guerra: buscar aliados (como la siempre servil Britania, Israel con su bombas atómicas y probablemente las islas Palau) y presentar una apariencia de apoyo popular. Las razones de Bush y del primer ministro israelí Ehud Olmert son obvias: ambos son líderes incompetentes y caídos en desgracia que la historia convertirá en trágicos bufones, en símbolos de ambición desmedida, corrupción, torpeza política y crueldad sin límites. ¿Qué más les queda que tratar de terminar sus carreras con un acto espectacular?

RAZONES

La intención del gobierno de Bush es clara. Una vez que se han firmados los contratos de las petroleras occidentales con el régimen iraquí (como comentamos en este espacio), y que se ha demostrado, sin lugar a dudas, que la guerra fue peleada por la ambición de controlar la región de Golfo Pérsico y el Mar Caspio (al instalar regímenes amigables y contar con un continente de tropas estadunidenses en el centro de la región), el costo humano, monetario y moral de la guerra ha sido olvidado. Por tanto, la nueva obsesión de la alianza entre neocones y petroleros son los yacimientos iraníes. Tampoco podemos perder de vista que al eliminar a Hussein, Irán terminó de consolidar un poder regional sin precedentes, ya que Irak dejó de ser una especie de muralla en contra del poder persa chiíta. Desde la caída de Saddam, chiítas persas y árabes se han unido, convirtiéndose en un potencial peligro de inestabilidad para el mundo árabe.

PROPAGANDA BURDA

Pero a Bush y su equipo no les queda mucho tiempo, por lo que no pueden darse el lujo de emplear mecanismos propagandísticos sutiles, así que han vuelto a bombardear masivamente al público con simples falacias: Irán desarrolla armas de destrucción masiva (que oportunamente estarán listas, según la cadena cbs , el año próximo), Ahmadinejad ha amenazado con borrar a Israel del mapa (algo que jamás dijo y que fue resultado de una mala traducción que se sigue repitiendo en todos los medios), Irán provee armas y entrenamiento a los insurgentes iraquíes que “tienen sangre estadunidense en las manos”.

LA FANTASÍAS DE CONQUISTA DE ARIK

Las intenciones militares de Israel tampoco son sutiles. Recientemente ese país ha realizado aparatosos juegos de guerra a mil 500 kilómetros de su territorio, con cientos de aviones, para poner en evidencia su poderío (como si realmente fuera necesario) e incluso se cree que su reciente bombardeo de una presunta planta nuclear en construcción, en Siria, fue sólo un pretexto para mandar un mensaje a Teherán. Ahora bien, con todo su armamento y poder, Israel no tomaría solo la decisión de atacar a Irán. Cuando Ariel Sharon asumió el puesto de ministro de la Defensa en 1981 (un año antes de la matanza de Sabra y Chatila, la cual él permitió), le concedió una entrevista al periodista Uri Avnery, durante la cual le confió que existía un plan para que Israel aprovechara la muerte de Khomeini para atacar e invadir Irán en una operación relámpago, para luego entregar el país a Estados Unidos (quienes pondrían las armas para la operación). El plan no logró conquistar las fantasías de la Casa Blanca de entonces.

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