El golpe de Estado del 13 de mayo de 1958
Cuando el stay-behind llevó a De Gaulle al poder
por Thierry Meyssan*
Año 1958, la Francia de la IV República está empantanada en la guerra de Argelia. Ante la amenaza de un nuevo Frente Popular, conformado en la metrópoli por radicales, socialistas y comunistas, y la posible toma del poder en Argelia por parte del FLN, Estados Unidos opta por la intervención. Conforme al plan de una agencia estadounidense, varias redes de influencia ampliamente constituidas por ex colaboradores de la ocupación nazi y militantes de extrema derecha organizan un golpe militar en Argel, la caída de la República y el advenimiento del poder personal del general De Gaulle.
El golpe de Estado del 13 de mayo de 1958
1958, hace ya 4 años que una nueva guerra colonial se desarrolla en Argelia. En su intento de aplastar el movimiento argelino de liberación nacional, el gobierno francés de izquierda recurre al ejército, movilizando a reservistas y reclutas del servicio militar. Cuatrocientos mil hombres han sido enviados al combate con la vana esperanza de resolver un problema político por la vía militar. Después de la derrota francesa de Dien Bien Phu y de la pérdida de Indochina, de la independencia de Marruecos y de Túnez, la independencia de Argelia parece inevitable. En la metrópoli, la opinión pública es favorable a ella, pero ningún gobierno tiene en la Cámara de Diputados la mayoría necesaria para concretarla. Poco a poco, la idea de un nuevo Frente Popular comienza a imponerse. La alianza de radicales, socialistas y comunistas, en el seno de un mismo gobierno, garantizaría la estabilidad necesaria para poner fin a la guerra.
En Washington, el Consejo de Seguridad Nacional (NSC, National Security Council ve con inquietud esa posibilidad. En plena guerra fría, la entrada de los comunistas al gobierno francés amenazaría el equilibrio político en Europa occidental y podría desestabilizar, uno tras otro, a otros Estados aliados; amenazaría directamente la seguridad del comando de la alianza atlántica, instalado en suelo francés; comprometería el papel estratégico asignado a la fuerza francesa de disuasión nuclear, en plena formación, precisamente en momentos en que la transferencia de tecnología estadounidense permite prever una primera explosión experimental. Al abrirse el camino a la independencia de Argelia, se haría inevitable el ascenso al poder –como única fuerza política argelina– del prosoviético FLN, con el riesgo de que ese movimiento autorice a la URSS a instalar en el norte de África misiles estratégicos que apuntarían hacia Europa occidental.
Conforme a lo estipulado en la National Security Act del 26 de julio de 1947 [1] «en interés de la paz mundial y en interés de la seguridad nacional de los Estados Unidos», el Consejo de Seguridad Nacional estudia entonces las posibilidades de emprender una acción secreta tendiente a impedir la entrada de los comunistas al gobierno francés y la toma del poder en Argelia por parte de los marxistas del FLN. Las informaciones recogidas por la Central Intelligence Agency (CIA) reflejan la hostilidad de la alta oficialidad francesa al «abandono» de Argelia, así como el cansancio de la opinión pública. Los informes del «departamento de trucos sucios», sobrenombre de la Dirección de Planificación, indican que los agentes «stay-behind» reclutados en Francia, entrenados y financiados por los servicios secretos de la OTAN, tienen la capacidad necesaria para fomentar un golpe de Estado militar. El Departamento de Estado considera sin embargo que la instauración de una dictadura militar en Francia comprometería la imagen del «mundo libre». Al cabo de un proceso de consulta, el propio Departamento de Estado sentencia que un golpe de Estado sólo resolvería los problemas en Francia si el oficial o la junta en el poder autolimitaran su dictadura y restablecieran rápidamente las libertades democráticas en el seno de un régimen renovado que excluyera a los comunistas. Para dar orientación política a una posible junta militar, se cita el nombre de un general nacionalista, Charles de Gaulle, a quien el presidente Eisenhower había conocido cuando dirigía el gobierno de la Francia Libre en el exilio. Aunque los anglo-americanos lo mantuvieron al margen de las conferencias de Teherán y de Yalta, y más tarde del desembarco, Estados Unidos en definitiva había reconocido –in extremis– su gobierno en el exilio, lo autorizó a entrar en París antes que las tropas estadounidenses y lo puso a la cabeza de un gobierno provisional para que limitara la presión comunista. Pero De Gaulle, que no había construido aún su leyenda, fue rápidamente expulsado del poder por la vía de las urnas. En diciembre de 1947, los estadounidenses pensaron utilizarlo nuevamente y John F. Dulles [2] le hizo una visita para sondearlo sobre su participación en un posible golpe de Estado, en caso de producirse una victoria de los comunistas en las elecciones. Desde ese momento, el general espera su hora en su retiro de Colombey-les-Deux-Églises.
El general Dwight D. Eisenhower autoriza la ejecución del plan elaborado por el NSC (documento 5721/1 del NSC, emitido en 1957 [3]), y preparado por el Departamento de Planificación (ex OPC). Conforme al protocolo secreto del Tratado del Atlántico Norte, el presidente de los Estados Unidos decide comunicar –de forma oral– al presidente del Consejo de Francia [En aquella época ese era el título oficial del Jefe de Gobierno francés. NdT.], el radical Félix Gaillard, que la alianza atlántica está tomando las medidas necesarias para cerrarle el camino a un nuevo Frente Popular. Con esa misión envía a París un representante especial, el subsecretario adjunto de Cuestiones Políticas, Robert D. Murphy. Este último es recibido en la oficina del jefe del gobierno francés el 11 de abril de 1958. En compañía del embajador Amory Houghton, Murphy entrega a Félix Gaillard una carta sobre la situación en el norte de África [4] y le transmite un suplemento oral. Es poco probable que el jefe del gobierno francés haya entendido el significado exacto de aquel mensaje, quizás imaginó que se trataba de una simple operación de desestabilización contra el Partido Comunista. Los días 29 y 30 de abril de 1958, Estados Unidos convoca en París la primera reunión del Allied Coordination Committee (ACC) [5]. En el marco de esa reunión, los estadounidenses «desarrollan opiniones de política en materia de intereses comunes en cuanto al stay-behind». En resumen, reorganizan la red y hacen saber a sus aliados que los intereses comunes de la alianza atlántica exigen la intervención del stay-behind en Francia.
Las conspiraciones
En 1957-58, las redes stay-behind preparan la llegada de Charles de Gaulle mediante una serie de complots [6]. El más conocido es el denominado de la «Gran O». Lo dirige el general Cherriere (CR), fundador de las Unidades Territoriales –que cuentan con 22 000 reservistas. Para los complotados, el general Cherriere responde al nombre de código «Gran A» y el general Lionel-Max Chassin, presidente de la Asociación de Ex Combatientes de Indochina y coordinador de la defensa aérea de la OTAN para región Europa Central [7], se convierte en «Gran B». Chassin es además uno de los responsables del «Brain Trust Action», la célula de asesinatos de la red stay-behind. Los conspiradores son reclutados por el inevitable Doctor Martin, alias «Gran V», figura histórica de la «Cagoule» [8]. Hay entre ellos sindicalistas y varios oficiales de extrema derecha que disponen cada uno de sus propias redes en las filas de los ejércitos. El sargento Yves Gignac, secretario general de la Asociación de Ex Combatientes de Indochina, dispone de una organización de 28 000 miembros. Por su parte, el joven colono Robert Martel cuenta con militantes de la Unión Francesa Norafricana (UFNA), en la que él mismo ocupa el puesto de secretario general. El complot cuenta con una filial en Argel, a través de la ocultista Rolande Renoux. Según sus miembros, el objetivo de la «Gran O» es salvar el Imperio francés poniendo al ejército en el poder.
Ciertos oficiales superiores temen precisamente que una capitulación política les arrebate lo que consideran su victoria, como ya sucedió antes en Indochina, a su modo de ver. Estos oficiales superiores quieren gozar de plenos poderes en Argelia y obtener medios militares ilimitados para aplastar la rebelión. El general Jacques Massu reúne a su alrededor a los que piensan que el único capaz de aplicar esa política de firmeza es el general Charles de Gaulle. ¿Acaso De Gaulle no se mostró ya implacable, en mayo de 1945, cuando ordenó masacrar a las decenas de miles de soldados del norte de África que manifestaron en Sétif creyendo que, al luchar junto a él contra los fuerzas del Eje, se habían ganado el derecho a la libertad?
El teniente coronel Jacques Foccart se encarga de la coordinación entre «el» General y los diferentes grupos de conspiradores. El senador Michel Debré supervisa la propaganda, apoyándose esencialmente en el semanario de gran audiencia Carrefour de Emilien Amaury y Jean Dannenmüller [9] y en el boletín Le Courrier de la Colère de Jean Mauricheau-Baupré. El ministro de la Defensa, Jacques Chaban-Delmas, protege la actividad de los stay-behing, que se ha hecho ya visible.
Los estadounidenses estiman que ha llegado el momento de pasar a la ofensiva. El 30 de abril de 1958, Michel Debré declara: «Es hora de reaccionar y, después de los mejores siglos de la República romana, ya se sabe lo que significa reaccionar. El gobierno de Salvación Pública es la única fórmula moderna que define los muy antiguos mecanismos gracias a los cuales la Roma libre y orgullosa encontraba, en tiempos de crisis, un Cincinnatus [10] para confiarle, durante cierto tiempo y con poderes especiales, la tarea de hacer la política que, por debilidad interna o ante la gravedad de los peligros externos, los mecanismos habituales no podían imponer» [11]. Cuando el New York Times le pregunta a Charles de Gaulle si él puede apoderarse del poder, De Gaulle responde: «¿Por qué no? Ya di dos golpes de Estado en mi vida. En junio de 1940, cuando organicé nuestro movimiento en Londres, concreté un golpe de Estado. Y, en septiembre de 1944, di un golpe de Estado en París… Constituí un gobierno, yo era el gobierno».
El golpe de Estado comienza en Argel
El 9 de mayo de 1958, el secretario de Estado John F. Dulles, en viaje entre Berlín y Washington, hace una escala de varias horas en París, no para entrevistarse con las autoridades francesas sino para sostener una reunión de trabajo con diplomáticos y generales estadounidenses en misión en Europa. Y transmite la orden de ejecución de la operación. Ese mismo día, el general Raoul Salan envía una advertencia al gobierno: «La prensa hace pensar que el abandono de Argelia se estudia por el proceso diplomático que comenzaría mediante negociaciones con vistas a un cese del fuego […] El ejército francés, de manera unánime, interpretaría como un ultraje el abandono de ese patrimonio nacional. Es imposible prever su reacción ante esa decepción».
El 13 de mayo, en Argel, un homenaje de los colonos a tres prisioneros ejecutados por el FLN se convierte en un motín.
Entre la multitud se encuentran dos especialistas de la subversión llegados directamente de París: Delbecque y Ousset. Leon Delbecque representa al ministro de Defensa, Jacques Chaban-Delmas, en cuyo equipo de trabajo ocupa un puesto como encargado de misión. Jean Ousset [12], al que muchos oficiales superiores reconocen como su inspirador, ha sido enviado por el secretario general permanente de la Defensa Nacional, Geoffroy Chodron de Courcel [13]. Ousset es además el fundador de la Ciudad Católica y el representante político del Opus Dei en Francia [14].
La multitud asalta y saquea el Palacio de Gobierno, echa abajo la estatua de la República. Los generales Jacques Massu y Raoul Salan, participantes del complot, se ponen a la cabeza de los amotinados. Los dos generales forman parte de los «duros» que dirigieron la «batalla de Argel» y generalizaron la tortura como medio de lucha contra el FLN. Desde el balcón del Palacio de Gobierno, anuncian la creación de un Comité de Salvación Pública, una especie de gobierno provisional. Después de un momento de vacilación, Salan renuncia más o menos al liderazgo político y lanza un llamado a De Gaulle. Entre los 34 miembros del Comité se encuentran Robert Martel y Leon Delbecque, anteriormente mencionados, y Pierre Lagaillarde, Joseph Ortiz, Claude Dumont así como el coronel Roger Trinquier, quienes desempeñarán en lo adelante, y por mucho tiempo, papeles de primer plano. Esa tarde, Massu envía un mensaje telegráfico al presidente de la República, René Coty: «Informamos creación Comité Salvación Pública Civil y Militar en Argel, bajo presidencia general Massu, debido a gravedad excepcional y necesidad absoluta preservación del orden, con objetivo evitar hechos sangrientos. Exigimos creación en París de un gobierno de Salvación Pública, único capaz de salvar Argelia parte integrante de la metrópoli».
El presidente Coty le responde: «[Como] Guardián de la unidad nacional, apelo a su patriotismo y su sentido común para no agregar a las dificultades de la patria una división entre franceses ante el enemigo […] Le ordeno mantenerse en [el cumplimiento del] deber bajo la autoridad de gobierno de la República Francesa».
El 15 de mayo, en Argel, una multitud corea «¡El Ejército al poder!». El general Raoul Salan muestra los naipes al responderle, desde el balcón del Palacio de Gobierno, «¡Viva Francia! ¡Viva la Argelia francesa! ¡Viva el general De Gaulle!». En París, los partidarios del Comité de Salvación Pública, gaullistas y fascistas del Partido Patriótico Revolucionario (PPR) y de Jeune Nation [15], desfilan codo con codo por los Campos Elíseos. Siguiendo al diputado Jean-Marie Le Pen, a la cabeza del cortejo, en el que se pueden ver tanto la cruz de Lorena como la cruz céltica [Durante la guerra, la “Croix de Lorraine” fue adoptada por el gobierno de De Gaulle, en Londres, como el símbolo de la Francia Libre mientras que la cruz céltica ha sido posteriormente un símbolo de la extrema derecha. NdT.], los manifestantes gritan «¡Argelia francesa!», «¡Los diputados al Sena!» y «¡De Gaulle al poder!». La seguridad de la manifestación está a cargo de la Asociación por el Llamado al General De Gaulle en el Respeto de la Legalidad Republicana (sic), creada por el stay-behind [16].
El 16 de mayo, el gobierno de Pierre Pflimlin, que acaba de formarse, no se atreve a adoptar sanciones contra los generales de Argel. Se limita a tratar de prevenir el efecto de contagio en el seno de las fuerzas armadas acantonando lo más lejos posible a los oficiales superiores que le parecen menos leales. También decreta la disolución de las ligas fascistas que acaban de desafiarlo: Jeune Nation y el PPR. Algunos dirigentes son detenidos, otros pasan a la clandestinidad. El abogado Jean-Baptiste Biaggi y Alain Griotteray, respectivamente presidente y secretario general del PPR, huyen a España y de allí viajan a Argel a bordo de un avión proporcionado por el «Caudillo» Franco. Logran ponerse en contacto con Massu, pero no con Salan, que no gusta de compartir la luz de los proyectores. Asimismo, los diputados Jean-Marie Le Pen y Jean-Maurice Demarquet tratan de llegar a Argel pero tampoco logran ver a Salan. Al regreso, hacen una escala en Andorra, para reunirse allí con uno de los jefes del stay-behind, Pincemain [17]. Mientras tanto, el Parlamento vota el estado de urgencia por tres meses. Se autoriza a los prefectos a prohibir la circulación e imponer toques de queda, así como a cerrar cualquier lugar de reunión e imponer arrestos domiciliarios. Se decreta la censura para la prensa escrita y audiovisual.
Aparecen los americanos
Para De Gaulle, la fruta está madura. En un comunicado, declara que: «El deterioro del Estado provoca inevitablemente el alejamiento de los pueblos asociados, el desconcierto del ejército en combate, la dislocación nacional, la pérdida de la independencia. Desde hace 12 años, Francia, inmersa en problemas demasiado arduos para el régimen de partidos, se ha visto sumida en este desastroso proceso. En el pasado, el país […] confió en mí para conducirlo en su conjunto hasta su salvación. Hoy, ante los obstáculos que de nuevo se alzan ante él, debe saber que yo estoy dispuesto a asumir los poderes de la República» (15 de mayo de 1958). Palabras que el diario L’Humanité resume en primera plana con el siguiente titular: «De Gaulle se quita la careta. El jefe de los generales sediciosos reclama el poder personal. ¡Abajo la dictadura militar! ¡Trabajadores, republicanos de todas las tendencias, únanse, actúen, organícense para acabar con todo intento de golpe de Estado! ¡Viva la República!» (16 de mayo). Mientras tanto, desde la tribuna de la Asamblea Nacional, el radical Pierre Mendes-France lanza un llamado «a la acción contra los hombres de la sedición a los que De Gaulle está dando su aval y su apoyo».
El fabricante de aviones Marcel Dassault abre un crédito a su apoderado, el general Pierre Guillain de Benouville, para garantizar las necesidades logísticas inmediatas. Benouville alquila un avión privado en Suiza y acompaña a Jacques Soustelle a Argel. Ex director de los servicios secretos de la Francia Libre [El gobierno de De Gaulle en el exilio, durante la ocupación nazi. NdT.], Soustelle se había hecho muy popular entre los colonos cuando fue gobernador general en Argelia, en 1955-56. Su intención es tomar el control de la dirección política del Comité de Salvación Pública, en nombre de De Gaulle. El conde Alain Le Moyne de Serigny, director de la publicación L’Echo d’Alger, les hace entrega de 10 millones de francos destinados al financiamiento del golpe gaullista.
El general Lionel-Max Chassin, ex coordinador de las fuerzas aéreas de la zona Centro Europa de la OTAN, coordina un misterioso Comité Nacional para la Independencia. Por orden de éste se crean Comités secretos de Salvación Pública en las ciudades francesas de Lyon (presidido por el general de cuerpo de ejército Marcel Descour), Burdeos, La Rochelle, Nantes, Angers, Estrasburgo y Marsella (presidido por Charles Pascua). El general Chassin llama a la constitución de comités similares en cada comuna y les ordena prepararse para apoderarse de las prefecturas. El mismo día 16 de mayo, Chassin reúne el estado mayor secreto del stay-behind en Lyon. Aunque se desconoce la identidad de los participantes, se supone que el jefe de zona del Gladio, Francois Durand de Grossouvre [18], haya estado presente en esa reunión. Chassin redacta un ultimátum dirigido al gobierno y posa para una foto de prensa [19]. El comunicado y la foto, en la que se ve a Chassin, en uniforme militar francés y con un casco americano, armado de una metralleta y rodeado de sus oficiales, se dan a conocer en Ginebra. Chassin dice estar listo para marchar sobre París a la cabeza de 15 000 hombres. Inquieto, el gobierno suizo le pide al general Lionel-Max Chassin que se comprometa a no interrumpir el aprovisionamiento de la Confederación Helvética a través del río Ródano.
La noticia sobre la implicación de los estadounidenses en el intento golpista circula rápidamente en las cancillerías del mundo entero, y siembra el pánico en el seno del gobierno francés, que inmediatamente prohíbe su difusión dentro del territorio nacional. Todos los periódicos que la publican son inmediatamente confiscados [20]. Se expide una orden de captura contra el general Chassin quien, según algunos diputados, parece haber establecido su cuartel general no lejos de Mont-de-Marsan.
El 19 de mayo, De Gaulle da una conferencia de prensa en el Palacio de Orsay. Sus organizadores son los stay-bahind de la Asociación por el Llamado al General De Gaulle en el Respeto de la Legalidad Republicana, que se habían encargado de organizar la manifestación de Le Pen en los Campos Elíseos. Un periodista interroga al general: «Algunos temen que, de regresar al poder, usted viole las libertades públicas». Respuesta: «¿Acaso lo hice antes? Por el contrario, las restablecí cuando habían desaparecido. ¿Creen que a los 60 años voy a empezar una carrera de dictador?»
La Asamblea Nacional se tambalea. Más que exigir la revocación y el arresto de los sediciosos, la Asamblea expresa su temor al votar una vaga moción de homenaje al ejército y prolonga los poderes especiales de los que ya disponían los generales para dirigir la guerra en Argelia. El gobierno titubea. Incapaz de actuar, se dispersa proponiendo una tardía reforma constitucional que le daría cierta estabilidad y una estructura colegial al estilo del Consejo Federal helvético.
Antoine Pinay, miembro del Opus Dei, explota la imagen pública de pacificador que de él tiene la opinión pública para presionar al gobierno, y más tarde al presidente de la República, tratando de que se pongan en contacto con De Gaulle. Con la agravación del peligro, los partidos y sindicatos de izquierda restauran su propia unidad. Movilizan así, en París, 5 000 manifestantes que marchan desde la Plaza de la Nación hasta la de la República al grito de «¡Alto al fascismo! ¡No a la dictadura! ¡Paz para Argelia!».
El Comité de Salvación Pública, por consejo de Jacques Soustelle, anuncia que extiende sus poderes hasta el Sahara y declara que «está firmemente resuelto a establecer un gobierno de Salvación Pública presidido por el general De Gaulle para promover y defender la profunda reforma de las Instituciones de la República». Decisión que Serigny expresa de forma más explícita a través de su periódico afirmando que el Comité va a «derrocar el régimen podrido».
El 24 de mayo, el presidente del Consejo, Pierre Pflimlin, se dirige a la nación a través de la radio: «Es mi deber alertar a los franceses amantes de las libertades que garantizan las leyes de la República. Algunos sediciosos tratan de arrastrarnos por una pendiente que conduce a la guerra civil. Sólo hay un medio de conjurar ese peligro: únanse alrededor del gobierno que [nos] defenderá contra todos los extremismos, contra todos los adversarios de la libertad –cualesquiera que sean–, [únanse alrededor de] el orden público, la paz civil y la unidad de la Nación y de la República». Pero ya es demasiado tarde. Toda alternativa creíble al golpe militar se ha esfumado. Nadie, ni a la derecha ni a la izquierda, parece ya capaz de encontrar una solución civil a la crisis.
El 26 de mayo, el Comité de Salvación Pública instaura un triunvirato que se compone de Massu, Soustelle y el doctor Sid Cara, éste último en el papel de representante musulmán. Provenientes de Argel, 250 paracaidistas del 11º regimiento de choque toman por asalto la prefectura de Ajaccio [en la isla francesa de Córcega]. A la cabeza de la unidad se encuentra el diputado Pascal Arrighi, quien había sido miembro –junto Biaggi y Griotteray– de la Red Orion bajo la ocupación [nazi]. Arrighi es portador de una orden del general Raoul Salan y al parecer obedece al estado mayor secreto del general Lionel-Max Chassin. Los paracaidistas instalan en Córcega un Comité de Salvación Pública copresidido por Pascal Arrighi y Henri Maillot, un miembro del consejo municipal que es a la vez pariente de De Gaulle.
El presidente Coty, ya sin más opción, se pone en contacto con De Gaulle, quien a su vez cruza el Rubicón. El 27 de mayo anuncia: «Ayer emprendí el proceso regular necesario para el establecimiento de un gobierno republicano capaz de garantizar la unidad y la independencia del país. Cuento con la continuación de ese proceso y con que el país demuestre con su calma y su dignidad su deseo de verlo concretarse […] Espero de las fuerzas terrestres, navales y aéreas presentes en Argelia que se mantengan de forma ejemplar bajo las órdenes de sus jefes. A esos jefes, les expreso mi confianza y mi intención de ponerme rápidamente en contacto con ellos».
La Asamblea Nacional retira la inmunidad parlamentaria a Pascal Arrighi y se expide contra él una orden de captura. Pero Arrighi encuentra asilo en el Vaticano, adonde lo conduce René Brouillet, embajador de Francia ante la Santa Sede, y donde lo recibe su hermano, Monseñor Jean-Francois Arrighi, administrador de los Piadosos Establecimientos de Francia en Roma.
El 28 de mayo se produce la renuncia del gobierno Pflimlin. De Gaulle se niega a comparecer ante la Asamblea para su investidura y exige que lo pongan en el poder sin que tener que someterse a un debate sobre sus intenciones. En carta dirigida al presidente Coty, De Gaulle amenaza: «Encuentro, del lado de la representación nacional, una decidida oposición. Por otra parte, yo sé que en Argelia y en el ejército, sin importar lo que yo haya podido decir, sin importar lo que pueda decir hoy, el estado de ánimo es tal que el fracaso de mi proposición puede echar abajo las barreras e incluso sobrepasar al mando […] Aquellos que, por un sectarismo que me resulta incomprensible, me impidan sacar nuevamente a la República adelante, cuando aún queda tiempo para hacerlo, tendrán que cargar con una pesada responsabilidad. En lo que me concierne, no tendré más que cargar, hasta mi muerte, con ese dolor».
En una entrevista concedida a la prensa británica, el general Jacques Massu declara: «Es el general De Gaulle quien decide si el ejército debe llevarlo al poder por la fuerza o no» [21].
Desorientados por los hechos, asustados por los disturbios y por el despliegue de tropas en París, los parlamentarios proclaman, sin debate, a Charles De Gaulle como presidente del Consejo [Jefe del Gobierno. NdT.] el 1º de junio. Son pocos los que se oponen a su investidura, como Pierre Mendes-France, quien declara: «A pesar de los sentimientos que albergo por la persona y el pasado del general De Gaulle, no votaré a favor de su investidura. No puedo admitir tener que emitir un voto bajo la presión de la insurrección y la amenaza de un golpe militar. Porque la decisión que va a tomar la Asamblea –todos aquí lo sabemos– no es una decisión libre, el consentimiento que vamos a dar está viciado».
Dos días más tarde, la Asamblea se autodisuelve: autoriza al general-presidente a hacer uso de poderes especiales en Argelia, le concede además poderes constituyentes y finalmente le concede plenos poderes por un periodo de 6 meses. Desde su tribuna, el presidente de la Asamblea lanza como un rimbombante «¡Viva la República!», antes concluir tristemente: «Próxima sesión, en fecha indeterminada». La IV República acaba de ser derrocada bajo la presión de las armas. No ha corrido la sangre, no se han desenvainado las espadas.
- Leon Delbecque (al centro), representante del general De Gaulle, y los miembros de los Comités de Salvación Pública de Ajaccio y de Bastia saludan al término de un discurso de Pascal Arrighi. No hay dudas de las intenciones de los conspiradores y del destino que éstos piensan hacer correr al país si el Parlamento se niega a aceptar la investidura de De Gaulle.
Censurada en Francia, esta foto se publicó en Italia acompañada de la inscripción “Se aprestan a marchar sobre París” (referencia a la marcha sobre Roma que permitió que Mussolini se apoderara del poder).
Ha comenzado el renacimiento de la Francia eterna: De Gaulle interrumpe la operación «Resurrección», nombre codificado del complot. El general de ejército Max Gelée llama de regreso a los paracaidistas, que ya habían despegado. Ya no hace falta que salten en paracaídas sobre la sede de la Asamblea Nacional para capturar a los principales líderes de la izquierda. Jacques Dauer suspende el movimiento de los comandos civiles que, agrupados y armados alrededor de Jean-Baptiste Biaggi y Alain Griotteray (PPR), de los hermanos Jacques y Pierre Sidos (Jeune Nation), de Alexandre Sanguinette y del coronel Paul Paillole (Club de Ex Miembros de los Servicios Especiales), que también estaban preparados para participar en el asalto.
De Gaulle trae de Roma al embajador René Brouillet y lo nombra secretario general del gobierno para Argelia mientras que designa a Geoffroy Chodron de Courcel como embajador ante la OTAN. Designa como director general de su gabinete a Georges Pompidou, director general del banco Rothschild. Para dar a su gobierno una apariencia de unión nacional incorpora, con honores pero sin carteras, a Guy Mollet (SFIO) y Pierre Pflimlin (MRP).
En julio de 1958, el secretario de Estado estadounidense, John Foster Dulles, llega a París para reunirse oficialmente con Charles de Gaulle. Dulles comienza la entrevista con una alusión al proyecto de complot que él mismo había preparado con De Gaulle en 1947, una forma elegante de recordarle a su interlocutor la existencia de secretos compartidos y de una relación desigual. Después, pasa en revista la situación y se asegura de que su interlocutor haya entendido bien lo que Estados Unidos espera de él, sobre todo en cuanto a la cuestión nuclear.
Poco después del regreso de Dulles a Washington, se reúne el Consejo de Seguridad Nacional (NSC). Este órgano se congratula por la llegada de De Gaulle al poder y el cambio de rumbo que ello implica. Después de oír el informe del general Lauris Nordstadt, el Consejo de Seguridad Nacional decide alinear la política de seguridad de los Estados Unidos en el Mediterráneo con la de Francia.
Nominaciones a puestos claves
El 4 de junio, De Gaulle viaja a Argel. Haciendo uso de la palabra desde el balcón del Palacio de Gobierno, dirige a los colonos su célebre «¡Yo los entiendo!». Y prosigue afirmando que: «En toda Argelia hay una sola categoría de habitantes: sólo hay franceses con todos los derechos». En Constantina se pronuncia de forma explícita por la Argelia francesa. Propone a los nacionalistas argelinos una «paz de valientes» a cambio de un esfuerzo a favor del desarrollo de Argelia. Desde Túnez, los nacionalistas le responden que lucharán hasta alcanzar la independencia de Argelia y crean un Gobierno Provisional de la República Argelina (GPRA) con vistas a negociar la retirada de las fuerzas coloniales.
El Comité de Salvación Pública, que se mantiene activo, insta a De Gaulle a instaurar un nuevo régimen y exige la supresión de los partidos políticos. «El» general, muy celoso en lo tocante a sus prerrogativas, responde con aspereza y apresura la autodisolución del Comité.
Antes de regresar a los cuarteles, los militares cobran por los servicios prestados. El general-presidente decreta: «Ante la situación actual y excepcional en lo tocante al orden público en Argelia, la autoridad militar ejerce los poderes normalmente asignados a la autoridad civil». Promueve al general Raoul Salan al cargo de delegado general del gobierno en Argelia. Pone los principales puestos civiles en Argelia en manos de los diferentes generales y coroneles implicados en el complot del 13 de mayo, entre ellos el general Jacques Massu, nombrado prefecto de Argel. Después del general-presidente, aparecen los generales-prefectos. La «paz de los valientes» cae en el olvido. Salan obtiene un fenomenal presupuesto suplementario de 120 000 millones de francos, para llevar la guerra hasta sus últimas consecuencias. El ministro de Finanzas, Antoine Pinay, se ve obligado a instaurar nuevos impuestos por un valor de 50 000 millones de francos y a establecer un nuevo préstamo.
Al comentar la estrategia del terror que se implanta a partir de entonces, el coronel Roger Trinquier declara a periodistas estadounidenses: «Díganme que soy un fascista, pero tenemos que obligar la población a ser dócil, fácil de manejar. No ganaremos esta guerra si no utilizamos métodos duros. Tenemos que modificar nuestra actitud ante esta guerra. Tenemos que organizar a la población y mantenerla organizada. Los métodos suaves que hemos aplicado en este país no nos llevarán a ninguna parte» [22].
En París, los tribunales dictan resoluciones de sobreseimiento a favor de todos los sediciosos que habían sido acusados por el gobierno de Pflimlin. Al cabo de discretas negociaciones, el gabinete del primer ministro autoriza a Pierre Sidos a reconstituir Jeune Nation a partir de una revista que lleva ese mismo nombre [23]. Por el momento, Sidos milita con Dominique Venner en el Movimiento Popular del 13 de Mayo (MP-13) del general Chassin. Esta asociación, con sede en el domicilio del general de división Jean Vezinet de la Rue, reúne a un grupo de personalidades de extrema derecha que habían participado en el 13 de mayo, entre ellos los conspiradores de la «Gran O», y trata de hacerles admitir el liderazgo de De Gaulle. El general Vezinet había sido adjunto de Geoffroy Chodron de Courcel en el SGPDN.
El 14 de julio deja de ser la fiesta del Pueblo para convertirse en la fiesta del Pueblo y del Ejército. El general Salan es condecorado con la medalla militar, mientras que Jacques Massu es ascendido a general de división. Los paracaidistas que ocuparon el Palacio de Gobierno de Argel desfilan por los Campos Elíseos.
André Malraux es nombrado ministro del Rayonnement francés (sic) [El término francés “rayonnement” se refiere literalmente a la emisión de rayos o radiaciones, pero en otro orden de ideas se habla generalmente del “rayonnement de la France” en referencia a la influencia francesa sobre otras civilizaciones y culturas. NdT.]. Jacques Soustelle se convierte en ministro de Información y revoca a los 10 principales responsables de la Radio Televisión Francesa (RTF) para reemplazarlos por dirigentes gaullistas. El abogado Henry Torres, pariente del general Massu, es nombrado director general [de RTF]. Louis Terrenoire se convierte en director de información y del noticiero. Todos los periodistas sospechosos de simpatizar con el Partido Comunista son despedidos. Ante la Comisión de Prensa de la Asamblea Nacional, Jacques Soustelle declara que la RTF ha creado al fin las condiciones necesarias para poder brindar una información objetiva.
El prefecto de policía de París, Maurice Papon, organiza una represión sin precedentes contra los árabes y kabiles que viven en la capital francesa. La AFP reporta: «Innovación esta noche: las personas detenidas son enviadas a un nuevo centro de selección instalado en el Velódromo de Invierno […] A las 3 de la mañana, cerca de 2 000 musulmanes argelinos se encontraban en el Palacio de Deportes. Como de costumbre, son los inspectores de la brigada de agresiones y violencias quienes llevan a cabo las operaciones de control. Los inspectores de Renseignements Généraux [Uno de los servicios de inteligencia de Francia. NdT.] elaboran ficheros. Redadas de esta misma envergadura tendrán lugar durante los próximos días» [24].
La instauración de un nuevo régimen
Un Comité de Expertos se da a la tarea de redactar un proyecto de Constitución según las instrucciones del general-presidente. Aunque no existe ninguna comunicación pública sobre los trabajos de ese Comité y nada se sabe sobre el contenido de la futura Constitución, el general Massu emprende la campaña a favor de su ratificación. Ante los micrófonos de Radio Alger, Massu comenta: «El sistema no es un hombre determinado, es un modo de gobierno. Derrocarlo no consiste en reemplazar a un grupo de hombres por otro sino en modificar las estructuras. Para echarlo abajo, lo esencial es ganar el referéndum».
El general presidente emprende una gira por las colonias. Lo acompaña el ministro de la Francia de Ultramar, Bernard Cornut-Gentille [25]. Adonde quiera que llega anuncia, De Gaulle una reorganización del Imperio en forma de una «Comunidad» en la que cada territorio será autónomo, según el modelo del self-government en el Commonwealth británico.
Según los noticieros de televisión, alegres multitudes acogen a De Gaulle en todas partes, saludándolo como el visionario de Brazzaville. Al parecer, De Gaulle había anticipado la descolonización de África en un discurso pronunciado en febrero de 1944. La nueva Constitución debería permitir a los indígenas obtener la libertad y seguir gozando a la vez del favor de Francia asociándose a ella en el seno de una Comunidad. En realidad, el discurso de Brazzaville había tenido lugar en el marco de una conferencia de altos funcionarios cuyas conclusiones estipulaban: «Los fines de la obra civilizadora que Francia realiza en las colonias excluyen toda idea de autonomía, toda posibilidad de evolución fuera del bloque francés del Imperio; la posibilidad, incluso lejana, de constitución de selfs-governements en las colonias debe ser rechazada». En cuanto a las intenciones del general-presidente, éstas son claras: el hombre que había sido el carnicero de Sétif, en mayo de 1945, hace toda su gira africana en compañía del general Pierre Garbay, inspector general de las tropas de ultramar, quien reclama la autoría de la masacre cometida contra 89 000 malgaches luego de la insurrección del 11 de junio de 1947. Para evitar toda contradicción con la información que divulgan los noticieros de RTF, los periodistas disidentes que siguen el viaje oficial son detenidos y enviados de regreso a la metrópoli. Se llega incluso al extremo de interrumpir las telecomunicaciones durante la catastrófica escala guineana, donde la RTF no logra grabar ninguna imagen presentable.
A lo largo de su gira, De Gaulle puede contar con los aplausos de las burguesías locales ante las cuales agita el espectro del comunismo. Pero también tiene que enfrentar las manifestaciones de los independentistas. En Madagascar, De Gaulle subraya: «Sobre todos nosotros pesan amenazas: la anarquía, sueños de subversión que precipitarían al mundo en el caos. La Comunidad se hace también contra todo eso». En cada etapa, cada vez que emprende un viaje un poco largo, se encuentra ante multitudes que lo reciben al grito de «¡Independencia!». Durante su discurso en el estadio de Abidján, manifestantes despliegan una inmensa banderola: «General De Gaulle, ¿reconoce usted nuestra independencia? ¿Sí o no?». En Conakry sufre un duro fracaso. Durante el meeting oficial los participantes corean «¡Independencia inmediata!». El presidente Sekou Touré se dirige directamente a su visitante: «Nunca renunciaremos a nuestro derecho legítimo y natural a la independencia […] Preferimos la pobreza con libertad antes que la riqueza con esclavitud». De Gaulle acusa el golpe y trata de responder con una muestra de elocuencia, que concluye afirmando que: «Yo creo que Guinea dirá Sí [al referéndum]. He dicho. Ustedes reflexionarán». No hay aplausos, un largo y glacial silencio es la respuesta a sus palabras.
El 4 de septiembre, en París, el ministro del Rayonnement francés, André Malraux, monta la imagen propagandística del nuevo poder. En una esquina de la Plaza de la República se instalan un decorado teatral y algunas gradas. Cinco mil notables han sido invitados a asistir a la presentación del proyecto de Constitución por el general-presidente. Después de la entrega de condecoraciones oficiales a varias personas, André Malraux evoca la Resistencia [a la ocupación nazi] y resucita las transmisiones de la BBC. «Aquí París, Honor y Patria, acudiendo una vez más a la cita con la Historia y a la cita con la República, oirán al general De Gaulle». El presidente del Consejo toma solemnemente la palabra para exhortar a la Nación a que adopte su proyecto de Constitución. Las tres estaciones de la radio nacional y la televisión, que ha modificado excepcionalmente el horario de su noticiero, transmiten el evento en vivo. Pero, fuera de la plaza, 150 000 manifestantes convocados por el Partido Comunista Francés corean «¡No! ¡No! ¡No! !No!» durante el discurso de Malraux. Y cuando el general-presidente sube a la tribuna, un clamor se levanta desde las calles colindantes: «¡El fascismo no pasará!». La policía recibe la orden de dispersar la multitud. Cientos de manifestantes resultan heridos. Pero los oyentes de la RTF no percibirán el menor ruido, sólo algún titubeo por parte de los oradores puede hacer pensar en dificultades técnicas.
Al otro día, los parlamentarios son invitados a pronunciarse, lo cual hacen como reacción ante las palabras de De Gaulle, sin haber podido tener conocimiento del texto sometido a referéndum, que no será entregado a la prensa hasta el día siguiente. Pierre Mendes-France denuncia el chantaje permanente con la amenaza de los paracaidistas, chantaje tendiente a forzar la aceptación de la nueva Constitución sin debate previo, como ya se aceptó anteriormente la caída de la IV República. Observa que el proyecto separa el destino de Argelia –llamada a seguir siendo parte de Francia– del destino de los demás territorios de ultramar, que supuestamente serán autónomos y asociados. Lo más importante es que Mendes-France critica el principio del referéndum, que exige como respuesta un Si o un No y no permite el debate de las numerosas opciones que contiene el proyecto.
Por su parte, el Partido Comunista trae a colación el proyecto de Constitución que había elaborado el mariscal Philippe Pétain [26] y señala con repugnancia sus numerosas similitudes con el proyecto de De Gaulle.
La radio y la televisión estatales reportan al detalle todos los llamados a favor del Sí y asimilan el No a una directiva soviética transmitida a través del Partido Comunista. Con excepción de la prensa comunista, La Dépêche du Midi del senador radical Jean Baylet es la única publicación que milita a favor del No. Aparecen de pronto una multitud de asociaciones, aparentemente diferentes, que apoyan el Sí. La más estrepitosa es la Asociación Nacional para el Apoyo a la Acción del General De Gaulle (nueva denominación de la Asociación por el Llamado al General De Gaulle en el Respeto de la Legalidad Republicana), lidereada por los stay-behind Bernard Duperier y Henri Gorce-Franklin. Estas asociaciones disponen todas de acceso a la RTF y su labor es coordinada, por debajo de la mesa, por el Club de ex miembros de los servicios especiales que dirige el coronel Paul Paillole, el hombre de confianza de Jacques Soustelle. La izquierda no comunista se bate en retirada. Siguiendo el ejemplo de Guy Mollet, la SFIO se une a De Gaulle mientras que, con Félix Gaillard y el lobby colonial a la cabeza, el partido radical hace lo mismo, dejando en posición minoritaria a Mendes-France y Baylet.
En Argelia, el general Raoul Salan supervisa la «Operación Referéndum». Los oficiales del ejército reciben instrucciones. «Es inútil insistir en el interés vital que representa para Francia el éxito del referéndum. Su fracaso comprometería irremediablemente la política de renovación emprendida desde el 13 de mayo. Es por lo tanto importante que el ejército, que ejerce los poderes civiles y militares en Argelia, emprenda una amplia campaña de propaganda para obtener: - una participación masiva en el referéndum; - una muy fuerte mayoría del Sí.
[...] para acondicionar a la población musulmana hay, por sobre todo, que crear y desarrollar el mito de De Gaulle» [27].
Las reuniones a favor del No se prohíben y se confisca el material electoral. Durante las operaciones de voto, el ejército elabora las listas electorales, transporta a la población hasta los colegios electorales, se ocupa de las urnas y cuenta las boletas. La farsa es total.
En la metrópoli, la Constitución resulta aprobada con el 79,25% de los votos efectivos. En las colonias, la media del Sí es del 94%. Incluso se reporta un 99,99% en Costa de Marfil. Guinea será la oveja negra. De Gaulle había decidido dejarla en libertad y hacerle pagar caro la afrenta que él mismo había sufrido en Conakry. Espera que esto sea, además, una forma de disuadir a todos los que exigen la independencia en las demás colonias. Así que, en Guinea, sin control del ejército sobre las elecciones y sin que se reporte ningún fraude de consideración, el Sí obtiene… el 4,6%.
Con la adopción de la Constitución llegan a su fin los plenos poderes concedidos por la IV República. Poderes que son sin embargo prolongados por 4 meses más, gracias a las disposiciones transitorias previstas en el artículo 92 de la nueva Constitución. Es el tiempo necesario para organizar la elección del primer presidente de la V República y de los nuevos diputados. Un colegio de grandes electores, conformado en su mayoría por notables rurales, elige a Charles de Gaulle con un 78%. Para las legislativas, el gobierno impone por decreto el escrutinio mayoritario a dos vueltas y delimita las circunscripciones según su propia conveniencia, de forma tal que un candidato gaullista necesita 19 000 votos para ser electo, mientras que un candidato comunista necesita 80 000. Los gaullistas, que solamente habían obtenido un 4,42% de los votos en la elección anterior, obtienen 198 diputados. Son barridos la mayoría de los que habían expresado su oposición a la Constitución, entre ellos Pierres Mendes-France, vencido por un joven miembro del Opus Dei, Remy Montagne. Teniendo las instituciones bajo control, se hace posible renunciar a los plenos poderes.
De Gaulle reorganiza su equipo. Nombra primer ministro a Michel Debré, René Brouillet se convierte en director de gabinete del presidente, mientras que Georges Pompidou pasa a integrar el Consejo Constitucional. Geoffroy Chodron de Courcel es nombrado secretario general de la presidencia de la República mientras que el general André Beaufre lo reemplaza en la OTAN.
Una monarquía electoral
Contrariamente a lo que afirma la historia oficial, la IV República no murió de exceso de democracia sino de no haber sido lo bastante republicana. Es cierto que el acoso parlamentario contra el gobierno dio lugar a una inestabilidad ministerial que impedía la realización de grandes reformas, pero ese grave defecto se podía haber remediado reequilibrando los poderes mediante un simple control de la constitucionalidad del reglamento interno de las Asambleas, cosa que no hizo ninguna mayoría.
Lo más importante es que la IV República no supo aplicar los principios universalistas que tanto proclamaba. Rechazó con obstinación la igualdad de derechos de los «pueblos asociados», por ejemplo, al posponer constantemente la supresión del doble colegio electoral en Argelia, medida anunciada por el Frente Popular en 1936. Y tuvo miedo de los resultados que el sufragio universal podía arrojar si el electorado francés se hubiese vuelto mayoritariamente no europeo. [28]
Ante tales contradicciones, De Gaulle representa una coherencia: la dominación por la fuerza. Para seguir manteniendo el yugo francés sobre los colonizados, De Gaulle se propone exaltar el nacionalismo y renunciar al ideal universalista de la República. Para lograrlo concede total autonomía a cada colonia, de forma tal que el principio de igualdad en vigor en la metrópoli pueda coexistir con varios tipos de sistemas discriminatorios fuera de la metrópoli, y que se pueda mantener la explotación económica de las colonias. De Gaulle pretende además eliminar la democracia representativa, el «régimen de Asamblea», que le parece despreciable, e instaurar un poder personal. Siguiendo la tradición bonapartista, el general pretende, a través de su persona, conciliar lo inconciliable: el contrato social de la República y la Francia eterna del Ancien Régime [Es el periodo de la historia de Francia comprendido entre el fin del Renacimiento y la Revolución Francesa. NdT.]. Por eso termina sus discursos e intervenciones públicas con un paradójico «¡Viva la República! ¡Viva Francia!».
Desde un punto de vista estrictamente objetivo, las intenciones de De Gaulle se ven favorecidas por la actitud de los socialistas y los comunistas quienes, al predicar la supremacía del interés colectivo sobre el interés individual, no buscan más que el reconocimiento de la igualdad ciudadana de cada individuo, aunque sea en nombre del «derecho de los pueblos a disponer de sí mismos».
Como señalan en aquel momento todos los comentaristas, lo único que las instituciones de la V República tienen de republicanas es el nombre. Resulta además imposible imaginar de qué manera puede un golpe militar, planificado para derrocar una república, dar lugar al nacimiento de una nueva república. En todo caso, las instituciones de la V República consagran, según la fórmula de Pierre Mendes-France, una «monarquía no hereditaria». Peor aún, al convertir al presidente de la seudorepública en presidente por derecho de toda la Comunidad, la V República lo hace personalmente responsable del Imperio, de la misma manera en que los reyes de Bélgica eran personalmente propietarios de sus colonias. Al definir el ámbito de competencia de la Comunidad, la V República define los poderes del presidente como lo que en lo adelante habrá de conocerse como su «espacio reservado». Ese «espacio reservado» del presidente comprende «la política exterior, la defensa, la moneda, la política económica y financiera común así como la política de las materias primas estratégicas. Comprende además, a menos que exista un acuerdo específico, el control de la justicia, la enseñanza superior, la organización general del transporte exterior y del transporte común y de las telecomunicaciones. Acuerdos específicos pueden dar lugar a la creación de otras competencias comunes o regular todo traspaso de competencia de la Comunidad a uno de sus miembros» (Artículo 78).
Un cabildero de los patronos, Georges Albertini, el miembro del stay-behind que dirige la principal estación anticomunista en Francia, intercede ante De Gaulle para lograr que se agregue una disposición en la Constitución. Su contenido es el siguiente: «[Los partidos y grupos políticos] deben respetar los principios de la soberanía nacional y de la democracia» (Artículo 4). Su objetivo es legalizar la prohibición del Partido Comunista cuando la correlación lo permita.
Thierry Meyssan Periodista y escritor, presidente de la Red Voltaire con sede en París, Francia. Es el autor de La gran impostura y del Pentagate. Los artículos de esta autora o autor Enviar un mensaje |
Continuación de este artículo: «Quand le stay-behind voulait remplacer De Gaulle», por Thierry Meyssan, Réseau Voltaire (Pronto disponible en español).
[1] La National Security Act de 1947 constituye la primera reorganización de envergadura de la defensa estadounidense desde la creación del Departamento de Marina, en 1798. Esa disposición define la creación del Consejo de Seguridad Nacional (National Security Council), de la CIA (Central Intelligence Agency), del National Security Resources Board, del National Military Establishment y de la Office of Secretary of Defense. En el seno del National Security Establishment se crean la U.S. Air Force, los Joint Chiefs of Staff, la Junta de Investigación y Desarrollo (Research and Development Board) y la Junta de Municiones (Munition Board).
[2] Nombrado secretario de Estado del presidente Eisenhower en 1953, luego de haber criticado violentamente la ineficacia de los demócratas en la lucha contra el comunismo (las elecciones estuvieron marcadas por la derrota estadounidense en Corea), John F. Dulles comparte las convicciones violentamente anticomunistas del senador Joseph McCarthy (cuya «cacería de brujas» será interrumpida en 1954), y convierte esa lucha en eje central de la política estadounidense. A pesar de los sucesos de Alemania oriental (1953), de la caída de Dien Bien Phu, que él mismo anuncia a los estadounidenses (mayo de 1954, documento RealAudio), ¡Dulles recibe en 1954 el título de «hombre del año» otorgado por la revista Time! La teoría de la contención [Conocida en inglés como containment. NdT.], enunciada por el presidente Truman en 1947, no impide los sucesos de Hungría, en 1956. La política exterior estadounidense de lucha contra el comunismo se ve dominada desde entonces por el equilibrio del terror (al dotarse la URSS de la bomba H en 1953).
[3] Después del éxito de las operaciones destinadas al derrocamiento del líder iraní Mossadegh (en 1953) y del presidente de izquierda Jacobo Arbenz en Guatemala (en 1954), realizadas según las recomendaciones del NSC, el documento NSC 5412 (de 1954) pone fin a los encuentros regulares entre representantes del presidente Eisenhower y del secretario de Estado para la Defensa y el Consejo de Seguridad Nacional para la discusión de las operaciones clandestinas (covert operations).
[4] Oficialmente, en esa entrevista se aborda solamente la proposición de mediación angloamericana entre Túnez y Francia luego de diversos enfrentamientos entre fuerzas francesas y fuerzas de liberación argelinas que se habían replegado hacia el territorio tunecino. Sin embargo, la prensa se interroga sobre el contenido exacto de la carta de Eisenhower, la razón de la desacostumbrada presencia de Robert D. Murphy y la posibilidad de que se hayan abordado otros temas en este encuentro.
[5] El Allied Coordination Committee (ACC), que tenía su cuartel general en Bruselas, tenía como misión «organizar la resistencia mediante métodos de guerra no convencionales en caso de ocupación comunista», a través del desarrollo de redes «durmientes» (stay-behind). Para una mejor comprensión de la historia y el funcionamiento de esas redes, ver nuestro dossier «Les réseaux d’ingérence américains».
[6] Las obras de referencia sobre los preparativos del golpe de Estado son: Les 13 complots du 13 Mai, Merry y Serge Bromberger, Fayard, 1959; Secrets d’État, J-R. Tournoux, Plon, 1960. Más recientemente, Pierre Pean ha publicado informaciones complementarias en Le Mystérieux docteur Martin, 1895-1969, Fayard, 1993; y Christophe Nick publicó un documento del comandante Robert Vitasse en Résurrection. Naissance de la Ve République, un coup d’État démocratique, Fayard, 1998.
[7] Para no implicar a la OTAN de forma demasiado evidente, el general Chassin renuncia a sus funciones en el seno de la alianza atlántica en febrero de 1958.
[8] La Cagoule [En español, La Capucha. NdT.] es el sobrenombre que designó al CSAR, un complot fascista que trató de derrocar la III República en los años 1930. Durante la Segunda Guerra Mundial, los antiguos miembros de La Cagoule se reparten entre Vichy, Londres y Argel, según la importancia relativa que conceden a la llamada revolución nacional y al nacionalismo.
[9] Jean Dannenmüller es el futuro suegro de Lionel Jospin.
[10] Cincinnatus fue consul de Roma en el año 460 antes de nuestra era. Dos veces dictador, fue el vencedor de los ecuos. Muy citado como modelo debido a la sencillez de sus costumbres.
[11] Cf. «Pourquoi De Gaulle», in Carrefour del 30 de abril de 1958.
[12] cf. Jean Ousset et la Cité catholique, Raphaelle de Neuville, ediciones Dominique Martin Morin, 1998.
[13] La sobrina de Geoffroy Chodron de Courcel, Bernadette, se convertirá en la esposa de Jacques Chirac.
[14] En su libro Sainte Maffia, ediciones Mercure de France., 1971, Yvon Le Vaillant revela el papel de Jean Ousset en el seno del Opus Dei.
[15] Los dos principales dirigentes de Jeune Nation, Pierre Sidos y Dominique Venner, no participan en esta manifestación. Estaban presos desde el 8 de mayo por haber provocado varios incidentes durante la fiesta de Juana de Arco.
[16] El jefe de la estructura encargada de proteger a los manifestantes no es otro que Daniel Briau, un ex colaborador de los ocupantes nazis, reclutado por el stay-behind después de la guerra.
[17] Cf. L’Humanité del 13 de agosto de 1958. Cuando los aliados liberan Francia, Pincemain, ex jefe de la milicia al servicio de los ocupantes nazis en la región de Ariege, había logrado huir con un botín evaluado en 160 millones de francos. Al integrarse al Gladio, creó, con el ex SS Otto Skorzany, varias empresas que servían de pantalla en España, Marruecos y Sudamérica.
[18] Oficialmente, Francois de Grossouvre se suicidó el 7 de abril de 1994 disparándose un tiro en la cabeza, en su oficina de la presidencia de la República Francesa, siendo consejero del presidente Francois Mitterrand.
[19] Cf. The Daily Express del 17 de mayo de 1958.
[20] Es interesante señalar que los historiadores oficiales del gaullismo ridiculizan este importante episodio. Según ellos, la prensa extranjera y el gobierno suizo se dejaron engañar por el general Chassin, cuyas declaraciones no eran más que una enorme baladronada. La prensa francesa, sometida a la censura, según los historiadores antes mencionados, mucho más creíble. Sin preocuparse por parecer incoherentes, esos mismos autores admiten, sin embargo, la existencia de los Comités de Salvación Pública en varias ciudades del interior de Francia.
[21] The Times del 29 de mayo de 1958 .
[22] Associated Press del 24 de septiembre de 1958.
[23] Fue Yves Guena, consejero técnico de Michel Debré, quien arregló este asunto. Cf. testimonio de Pierre Sidos et del abogado Martin Sané en el juicio contra Jeune Nation ante la Corte de la Seguridad del Estado, 19 de junio de 1963.
[24] AFP, 28 de agosto de 1958.
[25] Bernard Cornut-Gentille era también administrador de la firma Pastis Ricard.
[26] El proyecto de Constitución concebido por Petain fue publicado por el abogado Jacques Isorni en la selección de documentos Quatre Années au pouvoir, La Couronne littéraire, 1949. El proyecto de Constitución de Petain comparte la concepción gaullista de la función del presidente como árbitro y de la reducción de la autoridad del Parlamento. Pero el proyecto de Petain concede espacio al corporativismo, mientras que el de De Gaulle refuerza aún más el poder ejecutivo.
[27] Nota 1247/ZSA/5 fechada el 27 de junio de 1958, citada en Le Monde del 13 de agosto de 1958.
[28] Los interesados pueden consultar la Cronología de los textos legislativos sobre la nacionalidad francesa, el acceso de los extranjeros a la nacionalidad francesa y el acceso de los indígenas a los derechos políticos en Argelia (de 1830 a 1938) de Pierre d’Outrescaut.
El golpe de los generales del 21 de abril de 1961
Cuando el stay-behind quiso derrocar a De Gaulle
por Thierry Meyssan*
La opinión pública espera de De Gaulle, en primer lugar, el restablecimiento de la paz en Argelia. De forma implícita, «el» general se había comprometido a darle un tratamiento diferente al de las demás colonias, a mantener su condición de departamento francés. Pero la realidad se impone. A pesar de la importancia de los medios desplegados, las operaciones militares en Argelia están condenadas al fracaso, sobre todo porque los reservistas, los reclutas movilizados y sus familias no están dispuestos a luchar por la Argelia francesa.
Este artículo es la continuación de « Cuando el stay-behind llevó a De Gaulle al poder »
En privado, el general-presidente no esconde lo que piensa. Y le dice a Alain Peyrefitte: «Está muy bien que haya franceses amarillos, franceses negros, franceses morenos. Ellos demuestran que Francia está abierta a todas las razas y que tiene una vocación universal. Pero, a condición de que sigan siendo una pequeña minoría. Si no Francia ya no sería Francia. Somos ante todo un pueblo europeo de raza blanca, de cultura griega y latina, y de religión cristiana […] ¿Cree usted que Francia puede absorber 10 millones de musulmanes, que mañana serán quizás 20 millones y 40 millones pasado mañana? Si practicáramos la integración, si todos los árabes y los bereberes de Argelia fuesen considerados como franceses, ¿cómo les impediríamos que vinieran a instalarse en la metrópoli cuando el nivel de vida es aquí mucho más alto? ¡Mi pueblo ya no se llamaría Colombey-les-Deux-Eglises [En español, Colombey-las-Dos-Iglesias. Nota del Traductor.] sino Colombey-las-Dos-Mezquitas!» [1]
En público, por supuesto, se expresa con más cuidado. El 16 de septiembre de 1959, en una conferencia de prensa, Charles de Gaulle deja entrever su preferencia por «el gobierno de los argelinos por los argelinos, con el apoyo de la ayuda de Francia y en estrecha unión con ella».
El Día de las barricadas
En enero, la prensa alemana [2] reporta una entrevista con el general Jacques Massu, en la que éste deplora que el ejército haya optado por De Gaulle. Massu se queja del viraje político del gobierno y afirma que el ejército proseguirá su acción. Aunque Massu desmiente inmediatamente las declaraciones que le han sido atribuidas, De Gaulle le ordena venir a París a dar explicaciones.
En Argel, los “ultras”, tanto civiles como militares, que creían poder contar con el apoyo de Massu, se lanzan a las calles el 24 de enero de 1960, en lo que habrá de conocerse como “el día de las barricadas”. El coronel Jean Gardes, del 5º Buró Militar, lanza la orden de insurrección. A la cabeza de los amotinados se encuentran el diputado Pierre Lagaillarde y el abogado Jean-Baptiste Biaggi, Joseph Ortiz (propietario de un bar) y el sindicalista estudiante Jean-Jacques Susini. En la madrugada del día 26 ya hay 25 muertos. Varios oficiales rebeldes emiten un comunicado a través de las ondas de Radio-Alger: “Ha llegado la hora de la esperanza (…) No podemos seguir esperando para resucitar el espíritu del 13 de mayo (…) Nuestro ejército está a la cabeza del combate por Occidente. Nos esforzamos por no imponerle el problema de una disyuntiva que pueda dividirlo y debilitarlo”. Para restablecer el orden, el general Maurice Challe, comandante en jefe de las fuerzas armadas en Argelia, proclama el estado de sitio, pero prohíbe disparar contra los amotinados.
En París, se emiten 80 órdenes de arresto contra los instigadores de la insurrección. El diputado Jean-Marie Le Pen, quien ha llamado a extender las barricadas hasta París, y el teórico Georges Sauge son puestos en prisión preventiva. En la noche del día 29, el general-presidente aparece ante las cámaras de la televisión de completo uniforme y pronuncia una alocución. “He tomado, en nombre de Francia, la siguiente decisión: los argelinos serán libres de escoger su destino. Cuando, de una u otra manera –por haber alcanzado un acuerdo de cese del fuego o por haber aplastado totalmente a los rebeldes– hayamos puesto fin a los combates; cuando, después de un periodo prolongado de apaciguamiento, las poblaciones hayan podido tomar conciencia de lo que está en juego y, por otro lado, [hayan podido] alcanzar, gracias a nosotros, los progresos necesarios en los sectores político, económico, social, escolar, etc…, en ese momento serán los argelinos quienes dirán lo que quieren ser (…) Franceses de Argelia, ¿cómo pueden ustedes prestar oídos a los mentirosos y los conspiradores que les dicen que al conceder a los argelinos la libertad de decidir, Francia y De Gaulle quieren abandonarlos a ustedes, retirarse de Argelia y dejarlos a ustedes a merced de la rebelión? (…) A todos nuestros soldados les digo: La misión de ustedes no implica ni ambigüedades ni interpretaciones. Ustedes tienen que liquidar la fuerza rebelde que quiere expulsar a Francia de Argelia y hacer reinar sobre ese país su dictadura de miseria y de esterilidad (…) Finalmente, me dirijo a Francia. Mi querido y viejo país, henos aquí, juntos nuevamente, ante una dura prueba. En virtud del mandato que el pueblo me ha confiado y de la legitimidad nacional que yo mismo represento desde hace 20 años (sic), les pido a todos y a todas que me apoyen pase lo que pase”.
Esta intervención logra restablecer la calma, luego de 5 días de motines. Pero la insurrección ha puesto de relieve la importancia de las contradicciones internas del gaullismo. “El” general, después de haberse apoderado del poder en nombre de la Argelia francesa, no tiene cómo cumplir sus promesas. Al movilizar 500 000 hombres –o sea, 2 soldados por cada colono– De Gaulle se ha metido en un callejón sin salida. Por un lado, no logra aplastar al FLN. Por el otro, De Gaulle sabe que no podrá mantener eternamente ese enorme esfuerzo militar. Al desarrollar una guerra de enormes proporciones ha exacerbado los ánimos y perdido toda posibilidad de lograr una solución política al estilo de los dominion. Cuando se agoten las fuerzas del país, no quedará otro remedio que resignarse a la independencia [de Argelia]. De Gaulle no tiene entonces de qué asombrarse al ver su autoridad puesta en duda precisamente por “quienes lo hicieron rey”. Su posición no le permite sancionar a los oficiales que apoyaron la insurrección, así como el general Challe no podía ordenar dispararles. Lo más que puede hacer es sancionar a los civiles y confiar en una improbable victoria militar sobre el FLN. Para mantener la presión, De Gaulle pide y obtiene de la Asamblea los plenos poderes durante un año. Pierre Lagaillarde y el abogado Jean-Baptista Biaggi son encarcelados. Alain de Serigny es arrestado. El FNF de Joseph Ortiz y el MP13 del general Lionel Chassin son disueltos. Se reestructura el gobierno: Jacques Soustelle, demasiado rígido, queda excluido y tiene que dejar el ministerio de Información en manos de Louis Terrenoire, que sale de la RTF [Radio y Televisión de Francia. Nota del Traductor.]. El legionario Pierre Mesmer es nombrado ministro de Defensa, y disuelve los 5º Buroes. Esas estructuras, existentes en el seno de cada uno de los ejércitos franceses, habían elaborado los principios teóricos de la “guerra revolucionaria”, incluyendo la justificación de la tortura. En efecto, durante la guerra de Indochina, varios oficiales, como Roger Trinquier y Lionel-Max Chassin, entraron en contacto con la doctrina militar de Mao y –partiendo de ella– elaboraron una serie de principios para la dirección de las guerras coloniales. Su idea de base es que, para poder utilizar a la población en funciones de soldados, hay que someter el cuerpo antes de modelar las mentes. Bajo la autoridad de Geoffroy Chodron de Courcel, por aquel entonces Secretario General Permanente de la Defensa Nacional (SGPDN), es Jean Ousset, jefe espiritual de la Ciudad Católica y representante del Opus Dei en Francia, quien se encarga de la coordinación de los 5º Buroes. Al principio, los oficiales se formaban en el Centro de Instrucción y Preparación en Contraguerrilla (Arzew). Posteriormente, Jacques Chaban-Delmas agregó a ese dispositivo el Centro de Entrenamiento en Guerra Subversiva Jeanne-d’Arc (en Philippeville, Argelia), cuya dirección puso en manos del coronel Marcel Bigeard. En las paredes de la gran sala de reuniones de aquel centro se podía ver la siguiente frase: “Este Ejército tiene que ser fanático, despreciar el lujo, movido por el espíritu de los cruzados”. Por su parte, un miembro del stay-behind católico, Georges Sauge, ofrece conferencias y seminarios de formación permanente. En otras palabras, Messmer disuelve estructuras que habían desempeñado un papel esencial en la toma del poder por parte de De Gaulle, pero algunas de cuyas unidades se han puesto ahora en contra de él. La “guerra revolucionaria” quedará en lo adelante bajo el estricto control del general gaullista André Beaufre.
En mayo de 1960, la oposición de la MNEF al envío de reservistas y reclutas franceses [a Argelia] provoca una cisma en el seno de ese sindicato y la creación de la Federación de Estudiantes Nacionalistas (FEN) alrededor de Dominique Venner (ex miembro de Jeune Nation y del MP13), Francois d’Orcival y Alain de Benoist. La nueva federación publica el “Manifiesto del estudiantado de los 60”, de inspiración abiertamente fascista. En junio, se forma en París un Frente Nacional por la Argelia Francesa (FNAF) en el que aparecen todos los que no entienden el cambio de actitud de actitud de De Gaulle y simpatizan con los amotinados de Argel. Alrededor del propio Jacques Soustelle aparecen hombres como Claude Dumont, Georges Sauge e Yvon Chautard, los abogados Jean-Louis Tixier Vignancourt y Jacques Isorni, así como Victor Barthelemy, Francois Brigneau y Jean-Marie Le Pen.
En el bando opuesto, los adversarios de la guerra publican un “Manifiesto de los 121” en el que llaman a los reclutas del servicio militar a no obedecer las órdenes de la oficialidad. Indignado, el general Raoul Salan emite una declaración en la que denuncia, al mismo tiempo, a los simpatizantes [En francés, “porteurs de valise”. NdT.] del FLN y la nueva política gubernamental. Pierre Messmer lo trae de regreso de Argelia y lo acuartela en París. Pero Salan pasa a la clandestinidad y huye a España, donde lo esperan el Caudillo Francisco Franco y el Opus Dei. Pierre Lagaillarde y Jean-Jacques Susini, que estaban en libertad provisional desde el día de las barricadas, se unen a él en Madrid. Los tres crearán la OAS (Organización del Ejército Secreto, siglas en francés.).
En diciembre, mientras que los “ultras” preparan una nueva insurrección en Argel, son los musulmanes quienes se rebelan. De Gaulle ordena restablecer el orden en Argel y disuelve el FNAF en la metrópoli.
Los que se pronuncian contra la guerra crean entonces el Agrupamiento de la Izquierda Democrática (Rassemblement de la gauche democratique), conformado por el SFIO y el Partido Radical y los sindicatos FO, CFTC y FEN, etc., entre otras organizaciones, que paradójicamente está de acuerdo con De Gaulle. El general-presidente aprovecha la oportunidad que se le ofrece y convoca a un referéndum en apoyo a su viraje político. El 8 de enero de 1961, el Sí obtiene un 75% en la metrópoli y sólo un 41% en Argelia. Es indudable que la opinión pública de la metrópoli está en contra de los “ultras”, que sólo pueden contar con sus propias fuerzas. No les queda otra salida que derrocar a De Gaulle o emprender una secesión al estilo rhodesiano.
Washington abandona a De Gaulle
En Washington, el 9 de noviembre de 1960, el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) concluye que “la incapacidad del gobierno francés y de los rebeldes argelinos para llegar a un acuerdo, o por lo menos a un modus vivendi, que ponga fin al conflicto, sigue siendo un importante obstáculo para la realización de los objetivos americanos en África del Norte” [3]. La CIA considera que haber seleccionado a De Gaulle [para ponerlo en el poder] cuando el golpe del 13 de mayo de 1958 fue un error. Y estima que es preferible apartarlo y poner en su lugar a otro oficial, más dócil y sobre todo más eficaz. Pero su ex compañero de armas, el general Dwight D. Eisenhower rechaza los posibles escenarios de injerencia que se le proponen.
La CIA, que ha adquirido cierta autonomía, utiliza entonces al Opus Dei como contratista para los contactos preparatorios con vistas a un nuevo golpe de Estado en Francia. El Opus Dei se pone en contacto con el general retirado Edmond Jouhaud, ex jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea francesa. Posteriormente, el propio director de Operaciones Especiales de la CIA, Richard M. Bissell Jr., jefe supremo del stay-behind, se reúne con Jacques Soustelle en Washington [4].
El 17 de enero de 1961, al término de su segundo y último mandato, el presidente Eisenhower pronuncia un discurso de adiós a través de la radio. Después del tradicional balance de su acción como presidente, Eisenhower sorprende a sus conciudadanos con un mensaje de alerta sobre el riesgo que la guerra fría implica para la democracia. “La conjunción de un inmenso establishment militar y de una amplia industria armamentista es nueva en la historia americana”, señala Eisenhower. “Su influencia total –económica, política e incluso espiritual– se percibe en cada ciudad, en cada Estado, en cada administración federal. Nosotros reconocemos la imperativa necesidad de ese desarrollo. Pero no podemos dejar de comprender sus graves implicaciones. Nuestro trabajo, nuestros recursos, nuestras vidas están ligadas a él. O sea, la estructura misma de nuestra sociedad. En los consejos de gobierno, tenemos que tener cuidado con la adquisición de una influencia ilegítima, que el complejo militaro-industrial pudiera o no tratar de obtener. El peligro de desarrollo desastroso de un poder usurpado existe y va a persistir. No debemos permitir nunca que el peso de esa conjunción ponga en peligro nuestras libertades o los procesos democráticos. No debemos dar nada por sentado. Únicamente una vigilancia y una conciencia ciudadanas pueden garantizar el equilibrio entre la influencia de la gigantesca maquinaria industrial y militar de defensa y nuestros métodos y nuestros objetivos pacíficos, de forma tal que la seguridad y la libertad puedan incrementarse a la par”.
Dwight D. Eisenhower deja la Oficina Oval en manos de John Fitzgerald Kennedy. El joven presidente no tiene la experiencia necesaria para lidiar con la CIA. Desde el momento mismo de su llegada a la Casa Blanca se ve obligado a enfrentar el fracaso de Bahía de Cochinos. Mientras tanto la agencia emprende ya una nueva operación a sus espaldas.
El general Maurice Challe, que acababa de ser ascendido al cargo de jefe de estado mayor de las fuerzas de la OTAN para la zona Centro Europa, obtiene un retiro anticipado a viaja a Argel. Varias reuniones del stay-behind tienen lugar en París, en la oficina del coronel Lacheroy en la Escuela Militar, mientras que el coronel Godard moviliza a un grupo de hombres del 11º Regimiento Paracaidista de Choque.
El golpe del 21 de abril de 1961
El 21 de abril de 1961, los generales Maurice Challe, André Zeller y Edmond Jouhaud tratan de dar un golpe militar. El general Raoul Salan no tarda en unirse a ellos, traído directamente desde España por el cuñado del Caudillo Francisco Franco. Los golpistas promulgan una orden militar en la que instauran el estado de sitio y estipulan: “Los individuos que hayan participado directamente en el intento de abandono de Argelia y del Sahara serán arrestados y enviados ante un tribunal militar que será creado al más corto plazo para juzgar los crímenes contra la seguridad del Estado”.
Radio-Alger se convierte en Radio-France y adopta como tema musical de identificación el canto de las SS Wir Marchieren gegen England. A través de sus micrófonos, el general Challe declara: “Oficiales, suboficiales, gendarmes, marinos, soldados y aviadores, estoy en Argel con los generales Zeller y Jouhaud y en contacto con el general Salan para cumplir con nuestro juramento: conservar Argelia. Un gobierno de abandono se prepara para dejar el departamento de Argelia en manos de la rebelión. ¿Quieren ustedes que Mers-el-Kebir y Argel se conviertan mañana en bases soviéticas? Yo conozco el coraje, el orgullo, la disciplina de ustedes. El ejército no fallará en su misión y las órdenes que yo les impartiré no tendrán otro objetivo”.
En París, el gobierno se pregunta si Estados Unidos lo ha abandonado. Y decreta entonces el estado de urgencia. El primer ministro Michel Debré se dirige a la ciudadanía a través de la RTF: “Informaciones coincidentes permiten pensar que a muy corto plazo una acción sorpresiva pudiera tener lugar en la metrópoli, específicamente en la región parisina. Varios aviones están listos para lanzar o desembarcar grupos de paracaidistas en diferentes aeródromos con vistas a preparar una toma del poder (…) Los vuelos y aterrizajes en todos los aeropuertos de la región parisina están prohibidos a partir de la medianoche. En cuanto suenen las sirenas, diríjanse a ellos [a los aeropuertos], a pie o en automóvil, para convencer a los soldados engañados de su tremendo error. Es preciso que el sentido común venga del alma popular y que cada cual se sienta parte de la nación”.
Ante el peligro, el Partido Comunista expresa su apoyo al gobierno gaullista para luchar contra los fascistas y llama a la huelga general. Doce millones de franceses abandonan sus puestos de trabajo y grupo de voluntarios comienzan a organizarse.
El general-presidente evalúa rápidamente la situación ya que el dispositivo utilizado en su contra es precisamente el mismo que lo llevó al poder hace dos años. Y no tarda en darse cuenta de que, en Argelia, los generales comandantes de Orán y Constantina le siguen siendo fieles y de que el ejército no se ha movido en la metrópoli. Envía entonces a uno de sus parientes lejanos, el coronel Georges de Boissieu, a negociar con la junta. Protege los edificios oficiales con los blindados de la gendarmería pero, como medido prudencial, ordena el acuartelamiento de los blindados de las fuerzas terrestres. Y se presenta nuevamente en la televisión de completo uniforme: “Ordeno que se utilicen todos los medios –he dicho todos los medios– para cerrar el paso a estos hombres en todas partes, con la intención de reducirlos (…). Ante la desgracia que pende sobre la patria y la amenaza que pende sobre la República (…) he decidido suspender el articulo 16 [5] de nuestra constitución. A partir de hoy, yo tomaré, directamente de ser necesario, las medidas que estime convenientes en estas circunstancias”. Finalmente, De Gaulle firma una instrucción destinada a todas las instancias de las fuerzas armadas: “En caso de que algún elemento amotinado trate de violentar algún nivel del mando o alguna fuerza bajo sus órdenes, deberá ser rechazado por todos los medios, incluyendo el fuego. Cada vez que se presente la necesidad de someter a un elemento amotinado, será necesario hacerlo, utilizando las armas de ser necesario. Si estas disposiciones no bastaran para provocar el derrumbe de la insurrección, posteriores instrucciones indicarán las operaciones que habrá que emprender para reducirla”.
Bruscamente liberados, los reclutas del servicio militar y algunos oficiales leales vuelven sus armas contra los golpistas. El golpe ha fracasado. Los jefes golpistas se unen a la Organización del Ejército Secreto (OAS, siglas en francés) en la clandestinidad. Las principales unidades implicadas en el golpe son disueltas. Así sucede con el 1er REP de la Legión Extranjera que se componía, en cerca de un 45%, de ex fascistas húngaros y, en un 45%, de ex miembros de las SS. También es disuelto el Frente Nacional de los Combatientes de Jean-Marie Le Pen. Se prohíbe el semanario L’Esprit public de Hubert Bassot y Jean Mabire. Son destituidos los 6 principales generales y los 4 principales coroneles implicados en el golpe. Por su parte, De Gaulle tiene que poner fin lo más rápidamente posible a la presencia militar [de Francia] en Argelia y apresurar la independencia que su llegada al poder supuestamente debía prevenir.
El presidente Kennedy envía un mensaje de simpatía a su homólogo francés. La embajada estadounidense desmiente toda implicación de la CIA en el fracasado golpe. Pero el ministerio francés de Relaciones Exteriores, conciente de la realidad, alimenta la prensa con revelaciones sobre el apoyo de la agencia a los golpistas.
Al término de la tormenta, Charles de Gaulle incita a Edmond Michelet a dejar el ministerio de Justicia e implicarse en el Opus Dei, ya que estrechar los lazos es la mejor manera de prevenir nuevos problemas. Michelet logra obtener la presidencia del Centro Europeo de Documentación Internacional (CEDI), el tanque pensante del Opus Dei en Madrid.
La Organización del Ejército secreto
El programa de la OAS estipula: “En el estado en que se encuentra Francia, se necesita una verdadera operación quirúrgica que extirpe definitivamente las causas de su decadencia. Sólo los nacionalistas franceses pueden llevar a cabo esa operación. Ya no hay más que dos soluciones: el nacionalismo o el comunismo. Es por eso que los nacionalistas franceses han instaurado este programa inicial a partir del cual será posible la aplicación de un programa de reconstrucción nacional”. El programa “inicial” incluye la disolución de los partidos políticos, la supresión de las asambleas parlamentarias, la expulsión de los norafricanos que han emigrado a la metrópoli, la implantación del control francés sobre los medios de prensa, etc.
El emblema de la OAS es la cruz céltica. Su organigrama reproduce el del FLN. La organización de masas (OM), o sea la movilización forzosa de los franceses residentes en Argelia o allí nacidos, estará en manos del coronel Jean Gardes, miembro de la Ciudad Católica y ex responsable del 5º Buró. Jean-Jacques Susini se encarga de la acción política y la propaganda (APP) y, para terminar, Jean-Claude Perez se ocupa de las cuestiones organizativas, la inteligencia y las operaciones (ORO, siglas en francés). De esta tercera rama dependen los comandos del teniente Roger Degueldre, alias “Delta”, que desatan una ola de atentados. Esa misma rama garantiza además el financiamiento de la organización mediante la realización de asaltos a mano armada. Todo este conjunto se encuentra bajo la dirección del general Raoul Salan, alias “Soleil” [“Sol”, en francés. NdT.] (por analogía con el emblema de la organización).
La OAS se extiende por la metrópoli con una rama militar, creada por el capitán Pierre Sergent, y una rama dedicada a la propaganda alrededor de la casa de ediciones La Table Ronde, de Roland Laudenbach. Alrededor de estos personajes se mueven el inevitable doctor Martin, el stay-behind Jean Dides y, por supuesto, los hermanos Sidos.
Finalmente, la OAS reconoce una dirección exterior, ubicada en Madrid bajo la autoridad del coronel Antoine Argoud, de Charles Lacheroy (ex miembro del 5º Buró y de Ciudad Católica), a quienes se unen los líderes del “día de las barricadas”, el diputado Pierre Lagaillarde (Ciudad Católica) y Joseph Ortiz.
Varios servicios estadounidenses, que siguen actuando a espaldas del presidente Kennedy, aportan su ayuda a la OAS utilizando como pantalla un misterioso American Comité for France y activando contactos privilegiados con el general Challe. En todo caso, la agencia no se arriesga en lo más mínimo ya que se mantiene en contacto con las tres partes, apoyando también a los nacionalistas argelinos y al gobierno francés. Incluso eleva ese triple juego al rango de estrategia para debilitar a todas las partes y conservar para sí misma el total control de los hechos.
En la metrópoli, la OAS cambia rápidamente de objetivos, abandonando parcialmente sus atentados contra el poder para concentrarse en la acción contra los comunistas. El 8 de febrero de 1962, varias organizaciones de izquierda convocan a una manifestación en París contra los terroristas de la OAS. La policía ataca a los manifestantes comunistas en la estación del metro de Charonne. La agresión deja 8 muertos. Nadie entiende la actitud de los gaullistas: tratan a la OAS como una simple oposición política interna y movilizan medios militares únicamente contra el FLN. Una inmensa multitud –500 000 personas según un bando, un millón según el otro– participa en los funerales de las víctimas.
El 18 de marzo, Francia firma un cese del fuego con el FLN en Evian. El ejército francés recibe órdenes de cooperar con el FLN para garantizar que el paso a la independencia se desarrolle en forma pacífica. La OAS reacciona tratando de tomar el control de los barrios europeos de Bad-el-Oued. Pero esta última insurrección es barrida por el ejército, leal al gobierno francés, que ahora considera al FLN como un aliado mientras que la OAS es el único enemigo. Los principales dirigentes de la OAS son arrestados o se dan a la fuga. Su causa ha sido derrotada. El 8 de abril los franceses aprueban los acuerdos de Evian a través de un referéndum, con un 90% de los votos válidos. La independencia de Argelia es proclamada el 3 de julio.
Al obligar a Jacques Soustelle y Georges Bidault a optar por el exilio, Charles de Gaulle se deshace de sus principales rivales políticos. En Roma, éstos últimos tratan de constituir un Consejo Nacional de la Resistencia (CNR), denominación cuyo objetivo es recordar que, en 1944, De Gaulle no salvó a Francia él solo y que ellos habían desempeñado un papel tan importante como el suyo. Fracasan los últimos atentados contra el general-presidente. Los últimos activistas que aún quedan en libertad se esconden por toda Europa. Francia presenta pedidos oficiales de gextradición. Pero, en secreto, Charles de Gaulle envía un comisario principal de Renseignements Generaux [La policía política francesa. NdT.], Michel Baroin, a proponerles individualmente el regreso al ejército o a los servicios franceses. Ya concretada la independencia de Argelia, los fugitivos sólo tienen dos motivaciones: la preservación de lo que queda del Imperio y la lucha contra el comunismo. Por lo menos 250 de esos elementos se acogen a la “Operación Reconciliación”.
Los plenos poderes presidenciales
El “fin del régimen de los partidos” y el “restablecimiento de la autoridad del Estado” son consignas esenciales de la propaganda gaullista. Su objetivo es lograr que la ciudadanía acepte el fin del régimen republicano haciéndole creer que lo está garantizando. Al aceptar la presidencia del Consejo (el 1º de junio de 1958), Charles de Gaulle había exigido que se le otorgaran plenos poderes hasta la promulgación de una nueva Constitución. Al promulgarse la nueva Constitución (el 4 de octubre de 1958), los plenos poderes se prorrogaron automáticamente durante 4 meses más para garantizar la continuidad del Estado.
Para poder hacer frente al golpe de los generales (el 21 de abril de 1961), el general-presidente se arroga plenos poderes, en virtud del “artículo 16”, por un periodo de 6 meses (decreto del 23 de abril de 1961), poderes que posteriormente se prorrogan por 6 meses más (decreto del 29 de septiembre de 1961). Poco antes del fin de ese segundo periodo, De Gaulle logra la aprobación de su nueva política sobre Argelia y obtiene mediante un referéndum una nueva prolongación de los plenos poderes (el 8 de abril de 1962).
Después del reconocimiento de la independencia de Argelia (el 3 de julio de 1962), el propio De Gaulle pone fin a su dictadura y restablece el normal funcionamiento de las instituciones, a lo cual se había comprometido anteriormente. Pero lo hace para modificar inmediatamente la Constitución, reforzando la función presidencial. Mediante el referéndum del 28 de octubre de 1962, De Gaulle perfecciona su obra constitucional. Modifica el modo de elección del presidente de la seudorepública al instaurar el sufragio universal directo. A partir de ese momento, el desequilibrio institucional llega al máximo: el presidente de la República es el jefe supremo del ejecutivo, dispone de la mayor legitimidad. Ese mismo presidente nombra el gobierno, que confisca el poder legislativo ya que puede propiciar leyes, imponer su propia agenda a las Asambleas e impedir el debate parlamentario (Artículo 49-3). En caso de rebelión de la Asamblea, el presidente puede ordenar su disolución. Los diputados, que ya no pueden hacer otra cosa que marchar al paso de la voz de mando, comienzan a calificarse a sí mismos de alabarderos del régimen. El presidente acapara también el poder judicial ya que preside el Consejo Superior de la Magistratura.
En cuatro años, Charles de Gaulle ha gozado de plenos poderes a lo largo de 22 meses. Y finalmente ha logrado que una opinión pública anestesiada apruebe un régimen antirrepublicano enteramente organizado alrededor de un poder personal y en el que todos los contrapoderes han sido neutralizados.
La consecuencia de este sistema es que la vida política se gira esencialmente alrededor de la fidelidad o de la hostilidad a la persona del presidente, lo cual permite que De Gaulle incorpore a su gabinete una serie de personalidades provenientes de las filas de los colaboradores de la ocupación nazi que él mismo había combatido, pero que se unieron tardíamente a la Resistencia. Maurice Couve de Murville, quien fue durante dos años el principal responsable de la Colaboración Económica del Estado Francés con el Reich nazi, se convierte así en ministro de Relaciones Exteriores bajo la presidencia de De Gaulle.
De esa misma manera, el Opus Dei se instala en el ministerio de Finanzas del general-presidente. Antoine Pinay, ex miembro del Consejo Nacional del Estado Francés del mariscal Petain, es miembro del Opus Dei. Wilfrid Baumgartner, ex miembro del Consejo del Banco de Francia en la época de Petain, también coopera con el Opus Dei. Demasiado marcado por la condecoración que le había concedido Petain, el banquero que se ocupa de los fondos del Opus Dei en Francia, Edmond Giscard d’Estaing renuncia a ser el sucesor de los dos personajes anteriormente mencionados a la cabeza del ministerio de Finanzas y deja ese puesto a su hijo Valery [Futuro presidente de Francia. NdT.].
(In)Dependencia nacional
Charles de Gaulle se esforzó enormemente por cultivar su imagen de salvador de la independencia nacional, sobre todo porque su regreso al poder se lo debía a la ayuda de los Estados Unidos.
Al alcanzar el poder en 1958, De Gaulle instaura un gabinete negro bajo control estadounidense. A su llegada al palacio del Elíseo lleva como asistente a Jacques Foccart, cofundador de las redes stay-behind en Francia, y su primer ministro, Michel Debré, tiene como asistente a Constantin Melnik, un protegido del cardenal Tisserand entrenado en Estados Unidos por la Rand Corporation [6].
Charles De Gaulle nunca se opone a los acuerdos del Plan Marshall, que estipulan que los estadounidenses deben tener acceso a las materias primas del Imperio francés. Es precisamente con sociedades de capitales mixtos franco-estadounidenses que De Gaulle explotará el “espacio reservado”, expulsando a las empresas de los demás Estados occidentales. Y hace del petróleo y del átomo el eje de su política exterior.
Pone en manos de Jean-Marcel Jeanneney, ministro de Industria, la misión de agrupar y fusionar las empresas y agencias públicas del sector petrolero. Para realizar esa ardua tarea, Jeanneney pone a la cabeza de su gabinete a un hábil técnico de la economía, Raymond Barre. Gracias a los esfuerzos de ambos, ese sector se reestructura en 1962 alrededor de una poderosa empresa, Elf. Para dirigir esa empresa, Pierre Guillaumat, fundador histórico de la Dirección General de Servicios Especiales y viejo amigo de la familia de De Gaulle, abandona su cargo de ministro de Defensa. Elf se convierte simultáneamente en la reserva financiera y brazo armado del “espacio reservado”. Los que estorban son eliminados, como Enrico Mattei, director de la empresa italiana rival Ente Nazionale Idrocarburi (ENI), víctima de un falso accidente de aviación el 26 de octubre de 1962. Sin embargo, observando el mayor respeto por sus protectores atlantistas, Elf renuncia a dotarse de suficientes servicios de investigación y de autoequipamiento. Para explotar el petróleo, esta empresa francesa se alía a varias empresas estadounidenses de investigación y de fabricación de equipamiento.
En el sector del átomo, De Gaulle hereda un programa nuclear muy adelantado. A partir de 1954 [7], el gobierno estadounidense transfiere, de forma secreta e ilegal, sus secretos atómicos a Francia e Israel [8]. Pero se trata de un regalo de doble filo. En efecto, durante la guerra de Corea, Estados Unidos comprueba que es imposible utilizar la bomba atómica sin exponerse a una respuesta soviética. A partir de ese momento, la amenaza nuclear pierde el carácter disuasivo que hubiese podido en los conflictos menores, carácter disuasivo que se ve limitado entonces a las agresiones de gran envergadura capaces de poner en peligro la existencia misma de Estados Unidos. El uso de la bomba atómica en una situación que no implique riesgo para la existencia de los Estados Unidos implica que esa bomba sea lanzada por una potencia periférica aliada de Washington, que se expondría así a la respuesta soviética, en lugar de los estadounidenses. De Gaulle decide propagandizar el desarrollo del programa nuclear y presentarlo a la opinión pública como la adquisición de un arma suprema que sitúa a Francia entre las grandes potencias, al mismo nivel que Estados Unidos, la URSS y el Reino Unido. Pero De Gaulle escamotea al público el hecho que Francia no es dueña de su propia bomba y que Estados Unidos la utiliza en realidad como agente provocador y carnada. Washington le sigue la corriente a París, y de muy buena gana, sobre todo porque el Congreso ha decidido prohibir la proliferación del arma nuclear y, por lo tanto, la transferencia de ese tipo de tecnología es ilegal. Así que, para no verse obligados a proporcionar la bomba a los demás miembros de la OTAN, en 1966 Washington y París simulan la retirada de Francia de la OTAN y retrasan su regreso hasta la firma de los Tratados que prohíben la experimentación, en 1995.
El 2 de julio de 1958, Eisenhower logra que el Congreso estadounidense modifique la ley MacMahon. Se autoriza así la transferencia de tecnología nuclear a favor de los países aliados que ya hayan alcanzado avances sustanciales en ese campo. El 4 de julio, el secretario de Estado John Foster Dulles viaja a París para preparar, en conversación directa con “el” general, la continuación de la aventura nuclear de Francia y su futura salida de la OTAN. En mayo de 1959, Estados Unidos proporciona oficialmente uranio enriquecido a Francia para la realización de ensayos terrestres con un prototipo de motor nuclear para submarinos. Y el 13 de febrero de 1960 la primera explosión nuclear francesa tiene lugar en Reggane.
Una guardia pretoriana
En cuanto a la política interna, el poder personal crea un sistema de policías paralelas. Ya en 1947, Charles de Gaulle, cuya filosofía es contraria a la existencia de partidos políticos, había establecido una diferenciación entre su propia formación política, el Reagrupamiento del Pueblo Francés (RPF), y su “servicio de orden” (SO), al que había otorgado total independencia jurídica. El RPF se hallaba bajo la dirección de Jacques Soustelle (ex director de los servicios secretos gaullistas en Argel, y más tarde en Londres) y pasa posteriormente a estar bajo el control del teniente coronel Jacques Foccart. El RPF Estaba conformado por personalidades e investía candidatos con vistas a las elecciones. La dirección del “servicio de orden” estaba en manos de Dominique Ponchardier, Roger Barberot y Jean-Baptiste Biaggi. Esta estructura reclutaba militantes anticomunistas que, a su paso por la Resistencia, habían perdido los escrúpulos en cuanto a la posibilidad de transgredir la ley. Muchos miembros del “servicio de orden” ni siquiera pertenecían al RPF y preferían militar en partidos o grupúsculos de extrema derecha. El SO siguió existiendo después de la disolución del RPF, en 1952, y del retiro de De Gaulle a su residencia de Colombey-les-Deux-Eglises y participó activamente en el “complot del 13 de mayo de 1958”. En diciembre de 1959, Jacques Foccart lo reorganiza bajo el nombre de Servicio de Acción Cívica (SAC) y pone como presidente a Pierre Debizet, guardaespaldas de De Gaulle y activista del Partido Patriota Revolucionario del abogado Jean-Baptiste Biaggi (favorable a la reconciliación entre los partidarios del mariscal Petain y los gaullistas sobre la base de una línea nacionalista y anticomunista). Debizet presenta su dimisión en pocas semanas, por solidaridad con los responsables del Día de las Barricadas y con el abogado Biaggi, que acaba de ser arrestado. Pero, por consideración al “general”, Debizet es esfuerza por servir de intermediario entre los movimientos de la Argelia francesa y los gaullistas para “proteger al viejo”. El sucesor de Debizet como presidente del SAC fue Paul Comiti.
A pesar de que se han mencionado cifras muy superiores, el SAC contaba con unos 5 000 hombres repartidos por toda Francia, con excepción, claro está, de los Territorios de Ultramar, que eran parte del “espacio reservado” [9].
En la metrópoli, los hombres del SAC eran utilizados para “aporrear a los izquierdistas”, mientras que en el espacio reservado servían para dirigir las fuerzas militares o policiales locales. Parte de ellos se integró a los stay-behind de la OTAN.
En 1961, Roger Frey, convertido en ministro del Interior, instauró un dispositivo antiOAS cuyo eje eran Alexandre Sanguinetti, quien había sido miembro de La Cagoule, y el Movimiento Por la Comunidad (MPC) de Jacques Dauer y Lucien Bitterlin [10]. Con la ayuda del abogado Pierre Lemarchand, Dauer y Bitterlin reclutan algunos elementos dentro del SAC, pero el SAC nunca se implicará como organización en la lucha contra la OAS. Un centenar de individuos se dedican a realizar atentados dinamiteros contra bares y otros lugares de reunión de los partidarios de la Argelia francesa. En ese caso se encuentran los mafiosos Marcel Francisci y Dominique Ventura, que desatan contra los comandos Delta de la OAS una atroz guerra secreta, caracterizada por secuestros, torturas y asesinatos.
Mientras tanto, otros elementos pertenecientes al SAC tratan de calmar el juego convenciendo a ciertos dirigentes de la OAS para que cambien de casaca. Es de esa manera que el patrón de bar Joseph Ortiz, exilado en España, acaba siendo reclutado por el director de exportaciones de la empresa Pastis Ricard, Charles Pascua, también responsable nacional del SAC.
Si la OAS representaba una oposición interna que el gobierno francés combate mediante la utilización de fuerzas secretas, el FLN era en cambio un adversario extranjero que las fuerzas oficiales reprimían de forma implacable. El periodo de prisión preventiva pasa a ser de 15 días, sin derecho a visitas de abogados o médicos. Esa decisión equivale a autorizar y generalizar la tortura en las instalaciones de la policía. El 17 de octubre de 1961, el prefecto de policía de París, Maurice Papon, dirige contra los inmigrantes argelinos una redada que deja varios cientos de muertos. Sometida a la censura, cuando no está directamente a las órdenes del gobierno, la prensa no publica ni una palabra al respecto.
El régimen tampoco vacila en recurrir a la manipulación política. A principios del año 1959 aparece un grupo de oficiales y tecnócratas que responde al nombre de Patria y Progreso. Este grupo proclama ideas nacionalistas y sociales y atrae al bando gaullista a toda una serie de elementos que pudieran sentir la tentación de apostar por una aventura enteramente fascista. Su jefe es Philippe Roussillon y cuenta con el apoyo de Louis Pauwels y Michel Massenet. Entre los jóvenes que se acercan a Patria y Progreso se encuentran Jean-Pierre Chevenement y Alain Gomez. Patria y Progreso es en realidad una fachada del coronel Roger Barberot.
Métodos expeditivos
Los “sucesos de Argelia” sirven de justificación a la utilización del terror. El general-presidente usa y abusa de los poderes excepcionales a su disposición y de la complicidad internacional de las redes stay-behind. Somete todos los libros y periódicos a la censura. Haciendo de Francia un Estado terrorista, ordena el asesinato de los opositores políticos que han buscado refugio en otros países. Los asesinatos llevan la firma de una organización títere llamada la Mano Roja [11], detrás de la cual apenas se esconden los servicios secretos franceses. Constantin Melnik reclamará más tarde la autoría de más de un millar de asesinatos políticos. Entre estos se cuentan la eliminación del comerciante de armas alemán Georg Puchert, asesinado en Francfort el 3 de marzo de 1959; la de su colega suizo Marcel Leopold, envenenado en Ginebra el 19 de septiembre de 1959; o la explosión del barco mercante Atlas en pleno puerto de Hamburgo y la captura del carguero checo Lídice en el Mediterráneo.
Para impedir que los marxistas del FLN se aprovisionen en armas, la CIA favorece un acuerdo entre los servicios secretos franceses para el extranjero (SDECE) y el “padrino de padrinos” italo-estadounidense Lucky Luciano. Este último había comenzado a colaborar con la OSS estadounidense, durante la Segunda Guerra Mundial, haciendo posible los preparativos del desembarco aliado en Sicilia. Al final de la guerra, el jefe mafioso pasó a integrar las redes stay-behind. Así que los hombres de la Cosa Nostra indican los barcos que transportan armas a través del Mediterráneo con vistas a su captura. A cambio de este servicio, Francia se hace de la vista gorda con las operaciones de contrabando y el tráfico de estupefacientes. El contacto del SDECE con Lucky Luciano es un criminal y ex colaborador francés con los nazis, Etienne Leandri, reclutado por el stay-behind después de la Liberación de Francia [12].
La CIA también autoriza a algunos stay-behind europeos a colaborar con sus homólogos franceses. Se recurre así al más alto magistrado suizo, el fiscal general de la Confederación René Dubois, para obtener informaciones recogidas por la policía suiza y transcripciones de escuchas telefónicas. Puesto al descubierto por un policía suizo, René Dubois se suicida el 23 de marzo de 1957 para no revelar lo que sabía sobre la red secreta de la alianza atlántica.
El general De Gaulle no se conforma con la utilización de métodos expeditivos en Argelia. Recurre a ellos en todas partes cada vez que se trata de su “espacio reservado” [13] y siempre que puede utilizar el equilibrio Este-Oeste como justificación.
Para castigar a Guinea, el general-presidente corta los vínculos con ese país desde el día mismo de su independencia. Al retirarse de Guinea, los funcionarios franceses reciben órdenes de destruir todos los archivos de sus respectivos sectores de trabajo. Cuando Guinea se retira de la zona CFA y crea su propia moneda, De Gaulle trata de llevarla a la ruina. En París, el coronel Beaumont [14] imprime moneda falsa guineana, que es enviada a Senegal para ser introducida después en Guinea por el comandante Maurice Robert. Cuando Sekou Touré, en busca de ayuda externa, se vuelve hacia la URSS y Checoslovaquia, se le denuncia como la encarnación misma del peligro comunista en África. Jacques Foccart trata de eliminarlo varias veces. Los proyectos de atentados contra Sekou Touré son supervisados desde Costa de Marfil por Yves Guena, que acaba de dejar el gabinete de Michel Debré para convertirse en Alto Comisario en Abidjan [15].
En el caso de Camerún, la administración colonial [francesa] enfrenta en ese país la oposición de la Unión Popular de Camerún (UPC) cuyos miembros pertenecen mayoritariamente a la etnia bamikelé. El alto comisario Pierre Messmer pone la represión en manos de Maurice Delauney. Los principales líderes de la UPC son asesinados y sus bases de retaguardia en el Camerún británico son objeto de expediciones punitivas. Al proclamarse la independencia, el 1º de enero de 1960, Jacques Foccart instaura un gobierno títere presidido por su amigo Ahmadou Ahidjo. Ese mismo día, el joven Estado camerunés firma con Francia un acuerdo de asistencia militar. París envía 5 batallones, al mando del general Max Briand. Bajo el manto de una seudo independencia, Charles de Gaulle hace lo no se atrevió a hacer en el marco de la Comunidad. 156 aldeas de la etnia bamikelé son arrasadas e incendiadas. Decenas de miles de personas son asesinadas [16]. La prensa francesa, amordazada y ciega ante la crisis argelina, no dirá ni una palabra sobre esa terrible represión. Finalmente, el nuevo líder de la UPC, Felix Moumié [17], es ultimado en Ginebra por los asesinos del SDECE, el 2 de octubre de 1960.
En 1960, Francia desentierra un acuerdo de 1883 y reclama el Congo-Kinshasa (Zaire) cuando los belgas se retiran de ese país. Al no poder anexarlo, Francia apoya la rebelión de Moise Tschombé en la región minera de Katanga, en detrimento de la autoridad de la ONU. Se producen envíos de armas, a través de la firma Barracuda, de Dominique Ponchardier. El coronel Roger Trinquier y el comandante Roger Faulques dirigen las tropas rebeldes en la zona en conflicto. Irving Brown viaja al Congo para coordinar las operaciones franco-estadounidenses. A través de sus redes francesas y belgas, la CIA pone en manos del stay-behind Otto Skorzeny la planificación del asesinato del primer ministro del gobierno legalmente constituido del Congo, Patrice Lumumba, y favorece el fortalecimiento del coronel Joseph Mobutu. Acentuando cada vez más el apoyo a Moise Tschombé, Jacques Foccart envía mercenarios encabezados por el francés Bob Denard, un matón implicado en un intento de asesinato contra Pierre Mendes-France [18], y el belga Christian Tavernier. En el sector de la propaganda, Foccart establece una Radio-Katanga, bajo la conducción de François Duprat.
En el Congo-Brazzaville, Charles de Gualle apoya contra viento y marea al abate Fulbert Youlou. Este ultimo tiene como consejero a Jean Mauricheau-Baupré, el ex redactor jefe del Courrier de la Colère.
Para el manejo del “espacio reservado”, el general-presidente pone en manos de Jacques Foccart todos los medios a su alcance. Este consejero de la sombra dispone de una oficina contigua a la del presidente de la seudorepública, en el palacio del Elíseo. Dispone además de una especie de ministerio, situado en el palacete Noirmoutiers, de la calle Grenelle. Sin embargo, Foccart se identifica únicamente como secretario general de la Comunidad, no como ministro, evitando así tener que rendir cuenta de sus actividades ante los parlamentarios.
Foccart trae de regreso a París a Maurice Robert, que ocupaba hasta entonces un puesto en Senegal, y pone en sus manos el manejo de los dirigentes africanos que viajan a París. Para ello se crea en pleno centro de París la “base Bison”, estrechamente vinculada a los stay-behind estadounidenses.
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En mayo de 1958, Charles de Gaulle se apoderó del poder aprovechándose de una conjunción de intereses: los de los imperialistas franceses que contaban con él para que Argelia siguiera siendo francesa y los de los imperialistas estadounidenses que querían evitar a cualquier precio la influencia que la URSS podía ejercer sobre una Argelia independiente. Para alcanzar ambos objetivos –que finalmente no cumplió– De Gaulle comenzó por “restablecer la autoridad del Estado”, o sea reemplazó el régimen republicano por su sistema de poder personal. Recurrió después al uso de la fuerza en la metrópoli y, sobre todo, en los territorios que habían estado bajo el control del Imperio. En todo momento supo sacar el máximo de ganancia de su propia sumisión a los servicios estadounidenses, a los que en realidad servía cuando simulaba combatirlos, haciendo así de Francia “el más fiel y el más turbulento aliado de los Estados Unidos”. Exigió de los franceses que aceptaran las restricciones de las libertades democráticas para disponer de un Estado fuerte capaz de garantizar la independencia nacional y la influencia del país en el plano internacional. Pero, ¿es posible ser independiente sin ser libre?
Thierry Meyssan Periodista y escritor, presidente de la Red Voltaire con sede en París, Francia. Es el autor de La gran impostura y del Pentagate. Los artículos de esta autora o autor Enviar un mensaje |
[1] Entrevista del 5 de marzo de 1959 narrada por Alain Peyrefitte in C’était De Gaulle, tome 1, Ediciones Fallois, 1994.
[2] Cf. Süddeutsche Zeitung del 18 de enero de 1958.
[3] Cf. Foreign Relations of The United States, 1958-1960, Vol. VII, Government Printing Office, 1993; ya citado anteriormente en De Gaulle et les Américains, Bernard Ledwidge, Flammarion, 1984.
[4] Cf. The Daily Mail del 2 de mayo de 1961.
[5] En virtud del artículo 16 de la Constitución de 1958, el presidente de la República puede “tomar las medidas que exijan las circunstancias” cuando “las instituciones de la República, la independencia de la nación, la integridad de su territorio o la ejecución de sus compromisos internacionales se vean amenazados de forma grave e inmediata y se interrumpe el normal funcionamiento de los poderes públicos constitucionales”. El presidente puede, por lo tanto, arrogarse los poderes de un dictador romano cuando lo crea necesario para los intereses del país.
[6] Principal fundación del lobby militaro-industrial estadounidense, la Rand Corporation es el think-tank o tanque pensante de la Dirección de Ciencia y Tecnología de la CIA.
[7] En 1954, las pretensiones atómicas de Francia impiden su incorporación a la Comunidad Europea de Defensa (CED) y dan lugar a la creación de la Unión de Europa Occidental (UEO).
[8] La dependencia francesa en el plano nuclear se dio a conocer a través de un artículo de David Bruce in Foreign Policy, mayo de 1989, y fue confirmada más tarde por el ex presidente Valery Giscard d’Estaing en sus memorias (Le Pouvoir et la Vie, Ediciones Compagnie douze, vol. 2, 1991). Los interesados encontrarán una exhaustiva síntesis de la política de diseminación nuclear en Affaires atomiques, Dominique Lorentz, Ediciones Arènes, 2001.
[9] Cf. Patrice Chairoff, B comme Barbouzes, Ediciones Alain Moreau, 1975; Commission d’enquête sur les activités du SAC, informe n° 955, Ediciones Assemblée nationale, 1982.
[10] Cf. Lucien Bitterlin, Histoire des Barbouzes, Ediciones Palais-Royal, 1972; Alexandre Tislenkoff, J’accuse Lemarchand, Ediciones Saint-Just.
[11] La Mano Roja [En francés, la Main Rouge] era inicialmente una milicia de autodefensa creada en Túnez por algunos colonos, en 1954, y dio nacimiento a otro movimiento aún más radical, el Comité Antiterrorista Norafricano (CATENA). Ambas apelaciones fueron retomadas sin muchos escrúpulos por el SDECE.
[12] Cf. Jacques Kermoal, L’Onorata Societa, Ediciones La Table ronde, 1971; Time del 4 de septiembre de 1972; Julien Caumer, Les Requins, un réseau au cœur des affaires, Flammarion, 1999
[13] Sobre la continuidad de la política de Francia en África, cf. La Françafrique, le plus long scandale de la République, François-Xavier Verschave, Stock, 1998. Noir silence, François-Xavier Verschave, Ediciones Arènes, 2000. Dado que la obra anterior presenta la versión de una de las partes implicadas en los hechos, su contenido fue imputado por Denis Sassou-N’Guesso (presidente del Congo-Brazzaville), Idriss Deby (presidente del Chad) y Omar Bongo (presidente de Gabón) en el marco de un importante proceso judicial que finalmente perdieron. Sobre el debate que provocó Noir silence, ver Noir procès, François-Xavier Verschave y Laurent Beccaria, Ediciones Arènes, 2001.
[14] Coronel Beaumont es el seudónimo de René Bertrand.
[15] Cf. La Piscine, les services secrets français, 1944-1984 de Roger Faligot y Pascal Krop, Seuil, 1985.
[16] Cf. Main basse sur le Cameroun, Mongo Beti, Maspero, 1972.
[17] Cf. Jean-Francis Held, L’Affaire Moumié, Maspéro, 1961.
[18] Según parece este atentado, tendiente a impedir la evolución institucional de Túnez en 1954, fue ordenado por Jean Mauricheau-Baupré.
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